04 de junio de 2016
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Todos deseamos ser grandes, a nadie le gusta ser promedio o uno más del montón. Cuando mi esposa va de compras, no pide el vestido promedio, el que todas las mujeres usarán; ella pide el mejor que pueda comprar. Cuando vas a un restaurante y ves el menú, no preguntas cuál es el plato promedio, buscas el mejor plato, porque anhelamos lo mejor. Dios nos incluyó un chip para buscar y alcanzar la grandeza y la excelencia, está en nuestra naturaleza, así que no debe preocuparnos ese impulso por destacar, pero debemos comprender cuál es el camino para la grandeza, porque todo implica un proceso, aunque no siempre queremos enfrentarlo, ya que deseamos alcanzar rápido la meta.
En la Biblia leemos que los discípulos le preguntaron a Jesús quién sería el más grande entre ellos[1]. ¡Qué pregunta más ridícula! Tienen a Jesús frente a ellos, pero no lo ven a Él sino que se veían entre ellos. Lo mismo sucede ahora, quitamos la mirada de Jesús y nos comparamos entre nosotros. ¡Qué tontería fijarse en pequeñeces! El diablo no le teme a una iglesia grande, le teme a una iglesia unida, sin embargo, parece que solo buscamos ser grandes, aunque no estemos unidos. ¡Despertemos, no le demos gusto al enemigo! Necesitamos unirnos para que el mundo vea que somos fortalecidos por el Señor de señores, quien desea amarnos a todos.
A veces me preguntan cuándo creo que vendrá el tiempo final, el rapto, pero les respondo que no sé; lo que sé es que ahora el mundo necesita un rapto del amor de Dios. Dejemos de preocuparnos por pequeñeces como el juicio final y comencemos a amarnos. Ahora que podemos, demostremos que somos hijos de Dios y servimos con amor. No pienses en lo que puedes obtener, busca descubrir lo que puedes dar.
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús quién sería el más grande, Él no los reprendió por buscar la grandeza, sino que les ofreció una camino para alcanzarla. El diablo es un enemigo que viene a matar, robar y destruir, así que toma nuestros deseos y los tuerce para lograr sus propósitos. Por eso necesitamos estar cerca de Dios para no desviarnos y que nos muestre el verdadero sentido de nuestros anhelos. El diablo dice que la grandeza consiste en ser reconocidos y famosos. Así que estamos obsesionados con las redes sociales. Constantemente revisamos cuántos seguidores tenemos, quién nos identifica y reconoce, pero así no se alcanza la grandeza, aunque el enemigo dice que esa es la forma.
En la iglesia en Miami necesitamos muchos voluntarios. Especialmente varones para ayudar en el parqueo, porque todos somos buenos cristianos en el templo, pero en el parqueo, pareciera que los demonios se manifiestan porque la gente revela lo peor de sí misma. Entonces, ¡nadie quiere servir en el parqueo! Allí no eres reconocido, se enojan contigo y hasta te insultan. Es verdaderamente un ministerio de paciencia. Por eso, quienes sirven en el parqueo son héroes. Yo los pongo como ejemplo y digo a quienes buscan la grandeza: “Si el servicio está por debajo de tus expectativas, el liderazgo también lo está.” La grandeza no consiste en quién te conoce sino en que Dios te ama y te pide servir a los demás. El enemigo dice que eres grande en la medida que te reconocen, pero Dios dice que eres grande en la medida que sirves a los demás.
Jesús no vino para instituir una religión, sino para establecer una relación de amor con cada uno. En tu camino a la grandeza, no te compares con otros porque tus metas son únicas y personales. El problema de compararnos es que al convertir a los demás en tu estándar, no lograrás tu mejor versión, siempre buscando ser mejor que los demás. Dejamos de vivir nuestra experiencia personal viendo a la derecha y a la izquierda, buscando ser mejores que los demás, cuando el verdadero esfuerzo debería enfocarse en superar nuestras dificultades y desarrollar nuestro potencial para ponerlo al servicio de otros. Debes correr tu carrera con perseverancia, con diligencia, enfocado en Dios, quien está a cargo de tu camino y sabe hacia dónde quiere que llegues.
Si quieres ser el más grande, debes convertirte en servidor de los demás. La senda no es hacia arriba, sino hacia abajo y hacia los lados. Pastores y líderes, Dios nos llama a otro nivel de servicio. El liderazgo de servicio es nuestra verdadera identidad. Jesús dijo que no vino a ser servido sino a servir. La meta no es la prominencia sino la significancia de nuestra vida y logramos verdadero significado cuando nos entregamos por amor y somos útiles. Jesús dijo que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros, es decir que si tu objetivo es alcanzar la grandeza a cualquier precio, es muy probable que te equivoques porque la buscas por las razones equivocadas. El Evangelio siempre va en contra de la cultura del mundo ya que se fundamenta en lo sobrenatural del amor de Dios. Muchas veces, buscamos la delantera según las reglas del mundo, pero si sigues a Jesús, será Él quien te mostrará el camino hacia la verdadera grandeza, hacia el liderazgo de servicio.
Martin Luther King Jr., un gran hombre que luchó por la igualdad de derechos en Estados Unidos, dijo que todo el mundo puede ser grande porque todo el mundo puede servir. Jesús dijo que si quieres ser grande, debes servir a los demás. Tu identidad se fundamenta en ser un líder que sirve. Dios te está llamando a ser líder y la senda para lograrlo es a través del servicio. Cuando te dispones a caminar en un liderazgo de servicio, Dios usa todo para Su gloria. Tus heridas se convierten en el testimonio que enseñará a otros. Tu dolor se convierte en el bálsamo de alguien más. Cuando caminas en el liderazgo de servicio, Dios usa todo lo que has vivido para bendecir a alguien más.
Al hablar sobre la grandeza, Jesús también habló de recibir a los niños, a los más pequeños. Hasta que no recibamos a un pequeño no lo recibiremos realmente. Hace poco, vi a un padre en la piscina de su casa con cuatro pequeños niños. Ellos querían seguir jugando en el agua y él luchaba por sacarlos, pero en cuanto sacaba a uno, otro se volvía a tirar, y como no sabían nadar, el padre corría a tomarlos en brazos. Sin ellos saberlo, ¡su padre acababa de salvarles la vida infinidad de veces! Aunque, no se lo agradecieron. Jesús nos dice que el verdadero ministerio es servir a los que son como niños que no saben agradecer, ni honrar, incluso, muchas veces se enojan cuando intentamos salvarlos. Debes estar dispuesto a servir y amar a la gente que talvez nunca te dirá gracias porque no reconocerá lo que haces. ¡Eso significa alcanzar la verdadera grandeza! Jesús es el mayor, el más grande líder porque nos dio ejemplo de servicio, porque murió por nosotros, porque nos ha dado una nueva vida y muchas veces, ni siquiera lo notamos y agradecemos.
Si eres demasiado grande para servir a los demás, eres muy pequeño para dirigir y ser un verdadero líder.
Cuando me encontraba en el aeropuerto de una ciudad en Indonesia, estaba nervioso porque nadie hablaba inglés y no encontraba mi puerta de embarque. Me sentí aliviado cuando vi al final de un pasillo un quiosco que decía en inglés: “Ayuda a pasajeros”. Casi corrí hacia la señora sentada frente al escritorio, pero por más que le hablaba, ella parecía no escucharme. ¡Me ignoraba! Entonces, pasó por allí otra señora que al ver mi frustración, habló con la persona sentada en el centro de servicio. En su idioma, le dijo que ella no trabajaba allí, que estaba sentada en ese lugar porque lo encontró vacío, pero que no sabía cómo ayudarme. No es muy inteligente estar sentado frente a un gran escritorio que dice: “Ayuda”. Cuántos cristianos dicen que son hijos de Dios, van a la iglesia, pero cuando alguien se acerca buscando ayuda, dicen: “Lo siento, yo no estoy acá para servirte o ayudarte, yo solo estoy aquí porque vi el lugar vacío, mi único deseo es ser grande”. Levanta tu voz y declara que serás verdadero líder, serás grande porque ayudarás a quienes lo necesitan. Los cristianos declaramos ser “el centro de ayuda en la tierra”. Seremos líderes y a través del servicio alcanzaremos la grandeza, en el nombre de Jesús.
[1] Marcos 9:33-37 relata: Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
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