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De la comunión a la intimidad

De la comunión a la intimidad

23 de octubre de 2022

Tiempo de lectura: 2 minutos

La Palabra de Dios habla del amor del Padre, de la gracia del Hijo y de la comunión con el Espíritu Santo. Tenemos comunión con el Espíritu de Dios, pero también debemos entrar en intimidad con Él. La Biblia nos habla de la importancia de orar en lo secreto —en nuestro “aposento”— para que el Padre nos recompense en público.[1] Esto quiere decir que debemos apartarnos en soledad para entrar en intimidad con el Espíritu Santo y mantener una vida privada y secreta con Él, ya que así es como vendrán muchas recompensas en público, al punto que otras personas nos dirán: “¡Pero qué bendecido estás!” Por esto Dios también nos quiere a solas.

Nuestro cuerpo —que es templo del Espíritu Santo— debe ser sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, para que también experimentemos Su voluntad agradable.[2] Nuestra intimidad con el Padre es maravillosa y mientras la tengamos no hace falta que la comprendamos.[3] Todos bebimos agua mucho antes de saber qué significaba H2O, respiramos antes de que nos dieran una clase del sistema respiratorio e incluso antes de saber que teníamos pulmones, y siendo muy pequeños caminamos sin recibir clases de cómo caminar. Todo esto nos demuestra que no siempre tendremos que entender cómo funciona todo; asimismo, tampoco debemos entender cómo funciona nuestra intimidad con Dios. Simplemente debemos vivirla.

Fuimos diseñados para sentir la presencia del Señor. No podemos huir de Él porque Su Espíritu Santo habita en nosotros. La relación de los humanos con Dios no empieza con los humanos buscándolo a Él, sino con Él buscando habitar en el corazón de los humanos. Por ello debemos ser llenos del Espíritu Santo no solo porque nosotros lo queramos, sino porque también ese es Su deseo. Cuando decimos: “Lléname, Espíritu Santo”, lo que prácticamente le estamos diciendo es que Su deseo se cumpla.


[1] Mateo 6:6: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

[2] Romanos 12:1-2: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

[3] Salmos 139:1-6: Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender.

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