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Deja que Dios te defienda

22 de noviembre de 2008

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

 

Provocaciones

Estamos expuestos al ataque de otros y seguro también en algún momento atacamos a alguien. Vivimos en un mundo donde las personas buscan sus propios intereses y tienen una actitud defensiva. Lo triste es que aún conociendo la Palabra, pensamos injustamente que Dios no cuida de nosotros  y dudamos de su protección.  Lo cuestionamos diciéndole: “¿No te das cuenta de lo que pasa en mi casa, en mi trabajo; tienes o no cuidado de mi, no ves la injusticia de la que soy objeto? Diariamente somos blanco de la provocación e injusticia. Parece que el  ministerio de algunos es  molestar. Hay ataques de todo tipo, incluso unos más que ataques parecen asaltos. Estas situaciones prueban nuestro corazón, tolerancia y paciencia.

Lucas 18: 2 nos cuenta: diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.

El Señor desea intervenir a nuestro favor. Nos ama, pero debe ser justo y castigar el mal.  A veces pensamos que por ser cristianos no tendremos enemigos, pero nos equivocamos porque hay personas mal intencionadas y atentas a nuestro proceder.  Aunque no parezca,  El Señor se da cuenta y obra con justicia. Probablemente no tan rápido como quisiéramos, pero el tiempo es de Dios y Él sabe cuándo y cómo actuará. No cuestiones el juicio del Señor. Dios no hace justicia, Él es la justicia.

La ley del talión no funciona

En Mate5:38 leemos: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.

La Palabra nos enseña lo contrario de lo que aprendimos en casa.  Un tío me decía: “No te dejes, devuelve lo que te hagan”.  Yo fui un buscapleitos, aún debo pedir perdón a las personas que lastimé. Cuando me convertí, recibí muchas lecciones de humildad de mi líder. Él es una persona suave y de carácter dulce que me insistía sobre el valor de ejercitar la tolerancia. Un día me encontré con uno de mis antiguos adversarios y me dije: “esta es mi oportunidad, cuando me pegue en una mejilla, le pongo la otra y luego me desquito. Cumplo con la Biblia y también con mi deseo de justicia”.  Por supuesto estaba equivocado y no obré de esa forma. El mensaje del Señor es: “no te resistas a lo que el prójimo quiere hacer de ti”. Parece una gran injusticia pero es lo correcto.  Si quieren robarte, debes dar lo que te piden y más.  Si te obligan a hacer algo, ejecútalo doblemente.  Me sucedió que siempre le daba dinero a un inválido, aunque luego veía cómo se paraba de la silla de ruedas, la doblaba y se iba.  Nos educan para cuidar y guardar lo que tenemos, no para dar. Dios quiere que aceptemos el ministerio de la humildad.

De tal palo tal astilla

Leamos en Mateo 5:43-45: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Esto es impactante. Significa que si te dices hijo de Dios debes imitarle, aunque sientas como si  te bautizaran en jugo de limón. Dios saca justicia de la injusticia.  Jesús es ejemplo vivo. Se dejó hacer de todo y te pide que seas como  Él.

Mate5: 46 prosigue: Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?

La justicia de Dios es cuestión de recompensas. Su mensaje es “déjate, que yo te recompensaré”.  Dios es padre amoroso, no se burla de tu desgracia. Cuando hayas hecho mal, aguántate porque recibirás castigo.  Pero si eres objeto de injusticia serás recompensado.

Romanos 2:17-19 dice: He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor,  y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas.

Recuerda que hay cosas que dependen de ti pero hay otras que no. Una vez yo estaba parado frente a todos en la iglesia y un hombre se me acercó muy afectado. Me pidió perdón porque  dijo que yo le caía mal y tenía que liberarse de ese sentimiento que oprimía su corazón.  Yo no le conocía y no comprendí su actitud, no dependía de mí, aún así, le di el perdón que me solicitaba. Hay que buscar la paz del espíritu. La vida es muy corta para complicarla, en tranquila convivencia se encuentra la felicidad. No tomes la venganza en tus manos. Defendernos es caer en pecado y negar nuestra condición de hijos de Dios. Una mujer de baja estatura al salir de la iglesia escuchó a un hombre que le preguntó: “¿adónde va enana?” Ella enojada le respondió: “qué le importa”.  Luego, con mucha pena reconoció el carro de la persona  y comprendió que  había escuchado mal. Realmente le habían preguntado: “¿adónde va hermana?” Cuando intentas defenderte es muy probable que te  equivoques.

Titanes en el ring

Santiago 1:19-20 nos comparte: Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

Al afrontar un problema, cállate y escucha. Si quieres que Dios no se meta en tu problema, enójate. Quien se enoja pierde. Dios se aleja de aquellos que actúan con ira. Si no hay tranquilidad  tampoco  hay justicia.  La vida  es como un ring de boxeo. Dios es tu couch y te aconseja: “cuando te den el primer golpe quédate tirado, no vuelvas por otro, porque cuando estés tirado sólo debes extender tu mano y yo  te defenderé”.  Si actúas de esta forma, pobre de tu adversario, porque pelearse con Dios es duro de verdad.  Recuerda la lucha libre, dos a tres caídas con límite de tiempo. Alégrate porque tu compañero de equipo es Dios. Si quieres terminar rápido la pelea, quédate tirado, no te defiendas. Si te roban, dalo todo porque Dios perseguirá los ladrones. Esa es la fórmula, trabaja en equipo con El Señor. Él corre  más rápido y  pega más duro; en definitiva,  hace justicia.

Mi abuelita,  una anciana dulce y cariñosa, me enseñó sobre la justicia.  Un día que mi hermana y mi tía se peleaban, mi abuelita con el chicote les pegó a las dos. Cuando me burlé de mi tía, a mí también me cayó.  De esa forma aprendí claramente que hay castigo para aquel que se porta mal.

Activa la justicia de  Dios 

Lo primero es ser obediente y  no poner resistencia a lo que otros quieren hacerte, demuestra tolerancia. Luego pídele al Señor que intervenga y  haga su justicia.

Isaías 58:6-8 ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.

La promesa del Señor es maravillosa. Hay dos presencias que nos acompañan, la justicia va delante y la gloria detrás. Eso significa que por las mañanas cuando te levantes, la justicia de Dios ya estará despierta junto a ti y te dará paso. Al entrar a tu oficina te abrirá la puerta, y te precederá para darte el lugar que mereces. Además, detrás de ti  tendrás la protección de su gloria y poder.  Por lo tanto, cuando pases por un momento de injusticia pídele al Señor que tome el control. Él quiere justificarte, reconócelo como tu Dios y Salvador y responde justamente a todo su amor. Entrégale tu ser, dale  cuenta de tus actos para que su justicia obre en tu vida.

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