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Deja salir al guerrero

18 de septiembre de 2016

Tiempo de lectura: 7 minutos

Dios puso en nosotros tesoros, dones y talentos que, a veces, ni nosotros sabemos que tenemos. Por ejemplo, a David lo reconocían por tocar el arpa, ser valiente, vigoroso, hombre de guerra, prudente, hermoso y porque la presencia de Dios estaba con él[1]; por eso, cuando Saúl era atormentado por espíritus, pidió que le buscaran a alguien que tocada el arpa para que los ahuyentara. Tú también tienes dones sobrenaturales y naturales, unción y habilidades que te llevarán al éxito. En ese momento, Saúl estaba tan enfocado en su problema que se le olvidó lo que le habían dicho de David, por eso lo menospreció cuando llegó al frente de batalla. ¡David llevaba dentro de sí a un campeón y tú también!

En la Biblia vemos que había grandes diferencias entre David y Goliat[2]. El filisteo medía tres metros de alto y David solo 1.60. Goliat era un guerrero experimentado, su armadura pesaba 140 libras, mientras que David era valiente y fuerte, pero no tenía experiencia en estrategias de guerra. El enemigo te enviará espíritus especialistas en los problemas para los que te sientes débil porque quiere verte derrotado, pero debes confiar en que eres capaz de afrontar cualquier situación. Si atraviesas una adversidad económica que no te deja dormir, que te llena de temor, debes confiar en Dios, porque esa angustia es del enemigo, no del Señor, quien jamás te visitaría para llenarte de temor, sin embargo, es la voz a la que más más atención le pones. Tus conversaciones giran en torno al miedo y no a la fe.

Ten cuidado porque con las apariencias que engañan, por eso no debemos dejarnos llevar por lo que vemos y escuchamos. Si tuviéramos que apostar por David o por Goliat, ¿a quién le vas? Lo más seguro es que apostarías por Goliat porque parece más preparado. ¿A quién le apostarías si yo peleara contra Mike Tyson? ¡Claro que apostarías que el boxeador profesional gana! Era normal que no creyeran que David vencería porque era enorme la diferencia, sin embargo, recordemos que perro que ladra no muerde. Eso era Goliat, un perro, como esos bulldog ingleses que se ven bravos, pero que son de lo más amigables. Goliat era un truco del ejército enemigo porque sabían que el ejército de Israel los vencería en batalla, por eso lanzaron el reto de que solo uno peleara contra Goliat. El enemigo no podrá en tu contra, no aceptes sus condiciones, porque la batalla se peleará de acuerdo a tus reglas, que son las que define el Señor. Goliat pasó cuarenta días intimidando al ejército, esa era su estrategia para debilitarlos. El miedo es una poderosa arma, así que no debes atender a lo que te atemoriza y te limita. Deja de quejarte, habla solo bendición. Dios no comprende el lenguaje de la queja, por eso, no le puso atención a Gedeón cuando le decía que era el más pequeño. Él solo dialoga con el lenguaje de la fe.

No te rebajes a nivel de un demonio o espíritu, no los escuches, ignóralos. Cuando Goliat te amenace, dile: “No puedes en mi contra”. La dificultad no es cuestión de tamaño, sino de fe. El diablo te ataca con palabras, no lo escuches. No hables con Goliat, ¡mejor habla con Dios! Cierto que tu problema se ve enorme, pero Dios es mil veces más grande, ¡no hay quién pueda con Él!

David también escuchó las amenazas de Goliat, pero le puso más atención a las promesas que proclamaban para quien lo venciera[3]. Todos se fijaban y amplificaban la figura del gigante, cuando debieron enfocarse en lo que obtendrían al derrotarlo. Lo negativo no se debe amplificar jamás. No repitas las amenazas contra tu negocio, contra tu vida y tu familia. Si ya te dieron diagnóstico de cáncer, entonces habla algo positivo, donde la fe se vea involucrada. Antes de hablar algo malo, cierra tu boca con cinta adhesiva si es necesario.

Dios te da promesas para que salgas del temor. Yo tenía pánico de hablar en público, tanto que no podía ni leer en voz alta, sin embargo, cuando el Señor vino a mi corazón a poner el querer y el hacer de compartir Su Palabra, Él me dio las habilidades que yo no creía tener. Dios te mostrará las habilidades que ya puso en tu interior, porque tu destino es vencer a ese Goliat. Debes ir a tu batalla, el Señor está contigo, te apoya, te respalda, acampa a tu lado.

Además, Él sabe cómo motivarnos para pelear por nuestra bendición. La Palabra dice que al honrar padre y madre tendremos larga vida y nos irá bien. Si vencemos al gigante, lograremos gran recompensa. ¡Hay promesa si cumplimos Sus mandamientos! Tu Padre sabe cómo funcionas, si te promete salud y bienestar económico, deja de escuchar a quienes critican las Escrituras. Las naciones necesitan creer por el bienestar económico; Dios quiere que prosperes y que compartas bendición. Si no piensas que prosperar es bueno, ¿por qué tienes a tu hijo estudiando? Porque quieres que tenga un buen futuro, como debe ser. Así que no seas de doble ánimo. La promesa por vencer a Goliat era riqueza, matrimonio con la hija del rey y exoneración de impuestos. ¡No escuches al gigante, escucha las promesas! Amplifícalas, repítelas, confiésalas y grítalas. Lo malo no se escucha, no se mira ni se habla. Satanás no sabe tus pensamientos, pero escucha tus palabras, cuando las dices, tiene de dónde agarrarse, así que declara solo bendiciones, aunque la situación sea adversa.

El hermano de David lo criticó y menospreció, no sabemos si por ignorancia o por envidia, pero cualquiera de esas dos voces deben quedar fuera de nosotros. No se escucha a envidiosos ni a ignorantes. Luego, Saúl le aseguró que no podría vencer. ¿Qué voz escucharás, la del pesimismo o la del ánimo y fe? Busca aliados que creen lo mismo que tú y te apoyan. Responde al pesimismo enumerando tus habilidades, tal como hizo David, quien había defendido al rebaño de su padre de leones y osos. Al diablo se le trata como filisteo incircunciso, porque eso es, un enemigo humillado y vencido. David confesó quién era y lo que podía hacer[4]. De cantante pasó a guerrero y a rey. No volverás a ser quien fuiste, cree en la promesa de Dios porque no regresarás al lugar de donde te sacó. Confiesa: “Yo era una persona temerosa, pero no lo soy más”. Deja de hablar del pasado, si fue bueno o malo, ya pasó, no hay más que hacer, mientras menos pienses en el pasado, más tiempo tienes para pensar en el futuro. Recuerda que Rahab, a la que llaman “ramera”, fue justificada por la fe. Si a ella le funcionó creer en la salvación de su familia, ¿cómo no te funcionará a ti? Si la fe en Dios le funcionó a Sansón cuando había perdido todo, más aún te funcionará a ti que ya fuiste justificado por la sangre de Jesús.

De hoy en adelante, tienes un espíritu de valiente, no de cobarde. Dile al Señor: “Recibo la valentía que me has dado. Declaro que soy un paladín, un campeón, que he ganado batallas, me has dado la victoria. Padre, sigo Tus instrucciones. Tú me dirás cómo orar, ayunar, ofrendar y luchar. Hoy cancelo toda mentira del enemigo. Ato toda palabra de maldición en mi contra. Espíritu Santo, dame discernimiento para escuchar Tu voz, porque deseo que me inspiren Tus promesas, no las amenazas del mundo”.


 

[1] 1 Samuel 16:17-18: Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo. Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él.

 

[2] 1 Samuel 17:4-16: Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo. Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce. Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él. Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo. Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres. Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido para seguir a Saúl a la guerra. Y los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito, el segundo Abinadab, y el tercero Sama; y David era el menor. Siguieron, pues, los tres mayores a Saúl. Pero David había ido y vuelto, dejando a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén. Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días.

 

[3] 1 Samuel 17:23-27: Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y las oyó David. Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor. Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? El se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel. Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.

 

[4] 1 Samuel 17:28-37: Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes. Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir. Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo.

 

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