28 de noviembre de 2009
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Todos queremos vivir mejor y sólo se logra superando malos momentos. No puede irte bien siempre porque no serías formado. Vivir es un aprendizaje. En el mundo religioso se enseñan muchos ritos y costumbres, aprendemos a ir al culto, servicio religioso u homilía, pero no se enseña a vivir. Jesucristo dijo “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. No es lo mismo tener vida que saber vivirla.
Estamos vivos, existimos pero también pensamos y convivimos con otros, tenemos que lograr objetivos. Vivir no es mecánico e inconsciente como respirar. Tomamos aire sin pensarlo, es un acto reflejo. Para aprender a vivir recomiendo leer los libros de Proverbios y Eclesiastés. Ambos son directos y nos ofrecen consejos para tener y desarrollar una mejor vida.
No es posible llegar a los 50 años sin saber cómo hablar con tus hijos. Tampoco es razonable llegar a la tercera edad con la misma debilidad de carácter de un adolescente y sin manejar el afán que te atormenta desde joven. Un hombre de 90 años dijo que su secreto para llegar a esa edad fue descubrir que tarde o temprano, todos los problemas se superan, sólo hay que tener paciencia. A vivir no se aprende escuchando una cátedra. Muchos podemos aconsejarte y darte información, la propia vida y Dios pueden tratar con algunas áreas, pero al final, sólo tú puedes aprender y trabajar en cambiar tu actitud.
El buen alumno aprende
Pablo nos dice en Filipenses 4: 11-13: No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Pablo con su experiencia en diferentes circunstancias nos da palabras claves para aprender a vivir: “He aprendido”, “sé vivir”, “estoy enseñado”. El mensaje es: “A vivir se aprende, siempre hay algo y alguien que me enseña”. Si eres buen alumno, el maestro aparecerá. Cierta vez, como hombre casado, intenté aconsejar a un joven soltero sobre su noviazgo pero comenzó a rebatirme. Entonces desistí porque cuando el alumno no quiere aprender, no hay maestro que pueda enseñarle. Es como si Cristiano Ronaldo quisiera enseñarme a jugar fútbol y yo intente darle consejos. Algunos somos mejores para aprender que otros, pero al final todos terminamos aprendiendo a la buena o a la mala. Mi madre me enseñó de las dos formas, para ella lo importante era que no olvidara la lección, fuera con palabras o a “chancletazos”.
Lo mejor es que te dejes guiar y aconsejar para afrontar las dificultades que sean necesarias y no las que pudiste evitarte. Todos debemos madurar, nadie puede vivir sin crecer emocional y espiritualmente. No puedes morir sin aprender a vivir. Es cierto que después de la vida hay algo más, la eternidad, pero el Señor nos dio esta vida para que la aprovechemos. Dios tiene que ver con ambas vidas, Su plan se cumplirá acá en la tierra.
Ojalá puedes decir como el apóstol Pablo: sé vivir, he aprendido, puedo tener escases y abundancia, he sido enseñado y lo mejor, todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Las dificultades que he afrontado como líder del ministerio me han enseñado a dominar mi carácter y ser fuerte. Es imposible aprender sin malos momentos, debemos sacarles provecho para aprender a pensar, resistir y ser sólidos en Cristo. Te daré tres claves para ser mejor y aprender a vivir.
Orar
Filipenses 4: 6-7 comparte: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
De nuevo el Señor nos insiste en la necesidad de orar y pedir. Ahora hace énfasis en que nuestra petición debe ser notoria. No me cansaré de decir que Dios quiere escuchar nuestras peticiones. Otro mensaje claro es no afanarnos por nada. La oración se lleva el afán y produce una paz que da descanso. Cuando oramos pidiendo resolver lo que nos afana, estamos demostrando nuestra fe y nace la confianza. Repítelo hasta que lo entiendas, hay que orar por todo y no afanarse por nada.
Por ejemplo, ante un problema económico, primero debes orar porque el Señor te ayude a administrar tus ingresos y ser más ordenado. La sensatez será el primer milagro. Dios te hará ver que tal vez no es el momento de comprar el televisor nuevo o el carro del año, sino que es momento de ahorrar para el colegio de tus hijos. En el momento que seas más ordenado con tus finanzas, podrás pedir que se incrementen tus ingresos. Cuando dejes de ser un inmaduro pidiendo milagros, recibirás lo que necesitas. Cree y deja de afanarte.
Haz la petición correcta para que se vaya el afán. Si estás enfermo, pide sanidad pero antes ruega por un cambio de hábitos que te ayuden a vivir mejor. El primer milagro será comprender que debes comer sano y cuidarte, luego vendrá la obra poderosa del Señor. Si padeces de presión alta, ora por salud pero también deja de comer chicharrones y cosas que te hacen daño.
Nota que la Palabra también habla de acción de gracias. El agradecido tiene menos afán, obtiene más bendiciones y favor que el orgulloso que cree que todo lo merece. Dios aprecia la gratitud. Él sabe lo que necesitas antes que se lo pidas, pero debes pedirlo. Todo está conectado, primero aprende a orar para que el resto venga por añadidura.
Afronta con sabiduría el afán porque las dificultades te enseñan a no afanarte. Todo se aprende con experiencia. Nadie aprende a nadar sino se mete al agua. Por lo tanto, bienvenidas sean las situaciones que afanan y nos enseñan. No huyas, enfréntalas porque te hacen crecer en fe y carácter.
Pensar
Filipenses 4:8 nos habla sobre pensar: Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Lo primero es orar. Luego viene lo realmente difícil, hay que pensar. Es muy importante aprender a pensar porque lo hacemos siempre. El problema es que piensas una cosa y oras por otra. No es posible que pienses que te morirás y ores por salud, debes cambiar una de las dos.
Lo mejor es siempre orar y pensar en lo bueno, puro y honesto.
Aquellos de doble ánimo que piensan y oran diferente no pueden recibir de Dios porque lo confunden. Él no sabe si debe responder al pensamiento o a la oración. Dios nos pregunta: “hasta cuándo claudicarás entre dos pensamientos”. Decídete, piensa y ora de la misma forma para lograr el objetivo que tienes en mente.
Orar es una cosa y pensar otra, pero están relacionadas. Si piensas que puedes lograr algo, ora pidiendo las fuerzas para hacerlo. No serás un campeón por ganar siempre, sino por estar preparado por si pierdes. Los grandes deportistas no son los que ganan en todo, sino los que saben cómo pensar y qué hacer cuando van perdiendo. Además, tienen la actitud para generar confianza en medio de la adversidad. Incluso el que va ganando podría perder, si no tiene la actitud correcta. No le tengas miedo al triunfo, piensa que eres capaz de lograr lo que te propones. Muchos terminan fracasando porque cuando están a punto de lograr el éxito, no se lo creen. Ten confianza en tus capacidades y piensa en lo bueno.
Cuando todo va mal, piensa que es momentáneo y que es posible salir adelante si tienes a Cristo Jesús a tu lado. En casa, con la familia debemos proyectar esa imagen positiva y enseñar a nuestros hijos que todo lo podemos en el Señor que nos da las fuerzas.
No te equivoques, la actitud de un campeón es saber qué hacer cuando vas perdiendo, en medio de esa pérdida debes aprender a pensar, nadie debe ganarte en pensar bien.
Hacer
Filipenses 4:9 concluye diciendo sobre la acción: Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
Orar, pensar y hacer es el proceso correcto para vivir. Lo que haces, evidencia lo que piensas y oras. Dime cómo procedes y te diré cómo piensas; dime cómo piensas y te diré quién eres. Haces lo que piensas. Entonces, para lograr una vida mejor, es importante aprender a pensar en grande. Llena tu mente de fotografías de lo que quieres llegar a ser y tener. El Señor le dijo a Abraham: “mira las estrellas de los cielos, así será tu descendencia”. Mira y sueña tus objetivos para poder realizarlos.
Una persona me dijo que este año ha sido duro y yo le dije debía darle gracias a Dios porque durante el año visualizó tres sueños que lo mantuvieron vivo y luchando. Sin ellos se hubiera hundido en la desesperación. Hay que soñar para luego poder afrontar las pesadillas que te debilitan. Si tienes sueños, los problemas se sienten menos y los afrontas con más fuerza.
La Palabra nos dice: “Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe”. Y también dice: “Moisés se sostuvo como viendo al invisible”. Sin sueños no tienes con qué balancear tu mente, emociones y propósitos.
El apóstol nos aconseja que hagamos conforme a lo que vemos, escuchamos y recibimos. Aprendamos a vivir imitando el ejemplo de quienes tienen experiencia. Ten la humildad de aprender de alguien. Para avanzar, pregúntale al que va adelante; para obtener, consulta con quien ya tiene; para lograr más, pregunta al que ya lo logró. Sobre todo, entrégale tu vida al Señor que te la ha dado, aprende a orar, pensar y hacer para que la paz de Dios te acompañe y seas feliz.
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