06 de febrero de 2016
Tiempo de lectura: 4 minutos
Desesperadamente paciente
Si Dios no te ha sacado del pozo es porque la situación es peor afuera. ¡Confía en Su sabiduría y amor por ti! Él te sacará cuando sea el momento correcto.
Al entregarle nuestro corazón al Señor, nos disponemos a ser discipulados por Él, quien nos enseña a tener fe y ser pacientes, esforzándonos por alcanzar Sus promesas, sin la doble intención de buscar posiciones protagónicas. En la Biblia leemos que la madre de los hijos de Zebedeo le pidió a Jesús que les diera una posición privilegiada en el reino de Dios. Entonces, Jesús le respondió que eso no dependía de Él, sino del Padre[1]. Debemos hacer un trabajo de depuración y ajustarnos a la enseñanza que Jesús nos da. La madre de Juan y Jacobo estaba enfocada en el sistema que nos orienta a buscar una posición, pero Jesús le respondió con un sistema que orienta a la acción sin interés. En otras palabras, es como si nos dijera: “Deja de buscar una posición, mejor haz algo”. Hay cosas que buscamos desesperadamente que solo el Padre nos dará, no la gerencia de una empresa o los socios, porque está en manos de Dios, por lo tanto, el afán es vano. ¿Acaso por el afán podemos añadir un codo a nuestra estatura o cambiar el color de uno de nuestros cabellos? ¡Claro que no! El afán es como inútil, ya que solo la fe nos permite avanzar.
Y sabemos que la fe requiere humildad para reconocer que las soluciones no están en nuestras manos, sino en las manos de Dios, quien nos exaltará cuando sea el tiempo, porque tiene cuidado de nosotros[2]. Aunque humillarnos es feo, ¡estar bajo la mano de Dios es bonito porque solo Él puede protegernos! Dios dice que echemos la ansiedad sobre Él, que confiemos en Su sabiduría y en Sus tiempos. ¿Acaso no es mejor estar humillado y protegido, que lejos de Dios y desprotegido? Por supuesto que vale la pena aprender humildad y hacer a un lado ese estado mental de inquietud, intensa excitación y extrema inseguridad. Cualquiera puede decir que es más fácil decirlo que hacerlo, y efectivamente, hacer a un lado al ansiedad cuesta muchísimo, más aún si la situación es desesperada, si hace falta comida en la mesa o la enfermedad nos debilita. Por lo tanto, se requiere una intensa relación con Dios para obtener paz en medio de cualquier circunstancia.
Además, la desesperación es mala consejera porque provoca que tomemos decisiones equivocadas. Por eso, la Palabra dice que la impaciencia enaltece la necedad[3]. El rey Saúl, por ejemplo, cometió graves errores por desesperado, así que Dios levantó a David para tomar su lugar. Por ansiosos, impacientes y precipitados nos metemos en problemas. Entonces, ¿cómo sanar la ansiedad?
Acerquémonos al Señor, busquemos Su consejo, porque Él anhela darnos paz y provisión en todas las áreas. La cura para la ansiedad es la Palabra de Dios[4]. Pídele al Padre que te ayude a ser paciente para esperar Su tiempo, que enderece tus pasos para que no caigas en el pozo de la desesperación, y si caes, pídele que duplique tu paciencia y fe[5]. Cuando nos encontramos en el pozo de la desesperación, no queda más que confiar en Dios y buscar Su sabiduría, porque Él dice: “Si te tengo en el pozo es porque afuera está peor, ten paciencia, Yo sé cuándo es el tiempo correcto para salir de allí”. Dios todavía no te saca de donde te encuentras porque afuera podrías morir. No sabemos cuándo te sacará, pero te aseguro que está contigo adentro, ¡quédate con Él!, cuando sea el tiempo, te levantará. Él te ha librado de mucho y lo seguirá haciendo, pondrá cántico nuevo en tus labios, y cuando te saque, serás testimonio vivo de lo que puede hacer con quienes lo obedecen.
No te turbes, busca Su consuelo, alábalo en todo tiempo y tu restauración vendrá[6]. Cuando estamos ansiosos y desesperados es un buen momento para adorar a Dios. Yo lo he vivido muchas veces y te aseguro que de nada sirve afanarse. Lo mejor es descansar en el Señor, honrarlo y darle gracias porque tiene claro todo el panorama y sabe lo que hace. No es fácil, pero es necesario para formar tu carácter y prepararte para lo que Él tiene para ti. Que no te domine la desesperación y la aflicción, adora al Señor con un corazón humilde, confía en Su sabiduría, protección y amor. Desarrollemos una vida de tanta confianza que realmente pocas cosas nos desesperen. Comprendamos que los triunfos y los fracasos vienen en el mismo paquete y debemos aprender a vivir bien en ambas situaciones. Escribe y guarda en un sobre aquello que te mata de ansiedad y verás que eso te hará reír en el futuro, porque Dios no te dejará. Nos ha enviado al Espíritu Santo, al Consolador, porque sabía que lo necesitaríamos. Busca tus fuerzas en Él, en Su Palabra, nunca afuera. Dile con fe: “Señor, declaro que todo yugo de ansiedad se pudre ahora, reprendo ese espíritu de angustia y recibo el manto de alegría, el óleo de gozo que me regalas al creer en Tus promesas”.
[1] Mateo 20:20-22 dice: Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos.
[2] 1 Pedro 5:6-7 asegura: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
[3] Proverbios 14:29 asegura: El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.
[4] Salmo 119:25-28 dice: Abatida hasta el polvo está mi alma; vivifícame según tu palabra. Te he manifestado mis caminos, y me has respondido; enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus mandamientos, para que medite en tus maravillas. Se deshace mi alma de ansiedad; Susténtame según tu palabra. El alma abatida cae en desgracia, la cura para la ansiedad es la Palabra de Dios, escúchala medítala, apréndela, la segunda cosa es enseñanza, hay que aprender para enseñar, también el entendimiento y la cuarta cuestión es la meditación.
[5] Salmo 40:1-2 enseña: Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
[6] Salmo 42:5 dice: ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.
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