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¿Dónde está el encargado de restaurar?

¿Dónde está el encargado de restaurar?

24 de enero de 2021

Tiempo de lectura: 4 minutos

Según la traducción que leamos del versículo Romanos 8:28 podremos ver que hace referencia a que las coas ayudan, cooperan o trabajan a bien a quienes amamos a Dios.[1] [2] Él tiene un propósito para nuestra vida y no solo es parte de Su voluntad, sino también de su responsabilidad para con nosotros. Jesús no vino a buscar a los responsables del pecado, sino a trabajar por las personas con nosotros.[3]

En la Biblia leemos que cuando la Tierra cayó en maldición y se descompuso, Dios estuvo dispuesto a restaurarla con Sus hijos.[4] Él colabora y también hace que todas las cosas cooperen.

Cuando somos clientes de un negocio o un servicio, y no estamos de acuerdo con algo o tenemos algún problema, pedimos ayuda especializada. Sin embargo, cuando la solución que nos brindan no nos satisface lo primero que hacemos es preguntar por los encargados o responsables. Y escuchamos cosas como: “La persona encargada no está en este momento, venga o llame más tarde”. Y esto nos hace creer que el responsable o encargado es la única persona que puede ayudarnos.

Igual sucede cuando alguien nos pide consejo y le decimos: “No te preocupes, pídele a Dios, él sabrá qué hacer”. Pero si muchas veces como iglesia tomamos esa actitud de esperar siempre a que el encargado haga algo porque nosotros no podemos, no estamos actuando en cooperación con Él. Como hijos también debemos colaborar con nuestro Padre y tomar parte activa en la restauración de los demás. El Señor y nosotros trabajamos en conjunto para el mismo reino. No podemos tomar una actitud ajena hacia algo que es propio.

Al hablar podríamos incurrir en dos engaños que impiden la restauración. Uno de ellos es: “Yo no soy el responsable” y el otro “Yo no tengo la capacidad”. Sin embargo, todos somos restauradores por ser hijos de nuestro Padre y tenemos la capacidad de ayudar al necesitado, orar por el enfermo y hasta hacer milagros en el nombre de Jesús. Pero aun cuando creyéramos que todo esto nos es imposible, aún tendremos siempre la capacidad de llevar a las personas a los pies de Cristo.

El reino de los cielos es un reino de restauración. Por eso Dios no nos desechó a pesar de nuestros pecados, sino que nos restauró por medio de Jesús. Él trabaja en la restauración de las personas y de igual modo necesita de nuestras manos y nuestra voz para sanar cuerpos y almas. La forma en la que como iglesia llevamos Evangelio es a través de los grupos de amistad en casa es un ejemplo de ello.

Pídele al Señor que te ayude a comprender tu postura como colaborador y restaurador dentro del reino y que use tus manos para bendecir a otros. ¡Trabajemos todos juntos para que crezca el reino de Dios!


[1] Romanos 8:28: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

[2] Romanos 8:28 (NTV): Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos. 

[3] Juan 9:1-5 (NTV): Mientras caminaba, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. —Rabí, ¿por qué nació ciego este hombre?—le preguntaron sus discípulos—. ¿Fue por sus propios pecados o por los de sus padres? —No fue por sus pecados ni tampoco por los de sus padres —contestó Jesús—. Nació ciego para que todos vieran el poder de Dios en él. Debemos llevar a cabo cuanto antes las tareas que nos encargó el que nos envió. Pronto viene la noche cuando nadie puede trabajar; pero mientras estoy aquí en el mundo, yo soy la luz del mundo.

[4] Romanos 8:18-28 (NTV): Sin embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que él nos revelará más adelante. Pues toda la creación espera con anhelo el día futuro en que Dios revelará quiénes son verdaderamente sus hijos. Contra su propia voluntad, toda la creación quedó sujeta a la maldición de Dios. Sin embargo, con gran esperanza, la creación espera el día en que será liberada de la muerte y la descomposición, y se unirá a la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que, hasta el día de hoy, toda la creación gime de angustia como si tuviera dolores de parto; y los creyentes también gemimos—aunque tenemos al Espíritu Santo en nosotros como una muestra anticipada de la gloria futura—porque anhelamos que nuestro cuerpo sea liberado del pecado y el sufrimiento. Nosotros también deseamos con una esperanza ferviente que llegue el día en que Dios nos dé todos nuestros derechos como sus hijos adoptivos, incluido el nuevo cuerpo que nos prometió. Recibimos esa esperanza cuando fuimos salvos. (Si uno ya tiene algo, no necesita esperarlo; pero si deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y confianza). Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y el Padre, quien conoce cada corazón, sabe lo que el Espíritu dice, porque el Espíritu intercede por nosotros, los creyentes, en armonía con la voluntad de Dios. Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos.

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