10 de octubre de 2006
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Lucas 17:11-19 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
Aquellos hombres de lejos clamaron al Señor diciendo “ten misericordia de nosotros”. Pareciera ser que estaban unánimes, en un mismo sentir y creían lo mismo. No gritó uno una cosa, y el otro, otra; sino que los diez clamaron igual. Esta frase “ten misericordia”, no es trillada, gastada, hueca, sino una expresión, una confesión de fe. Parece ser que lo que Dios da por misericordia en la mente de algunos, no lo da por fe, pero uno no puede clamar misericordia, si no cree; estamos llenos de dichos religiosos. El “amén” no es un “así sea”, sino un grito; el “gloria a Dios” no saben ni cuándo decirlo. Como que es la jerga, el lenguaje religioso que está sustituyendo la fe que se lleva en el corazón. Esta está llena de palabrería religiosa, que parece ser que te da la imagen de ser un gran cristiano. Un montón de palabras se dicen del diente al labio, pero no se viven en el corazón. Es algo religioso, cambiamos las expresiones que teníamos antes, por dichos o palabras que no salen del corazón.
Estos hombres no expresaban una simple repetición que oyeron por ahí, sino que realmente creían que Jesús los podía sanar, habían escuchado de El. Pensaron: “Jesús nos puede sanar”. Algunos quizás dijeron: “La lepra no se puede sanar”. Pero otros decían: “El quiere sanar a la gente. Hemos escuchado de otro leproso a quien Jesús sanó”. Estaban esperando que Jesús pasara y cuando lo hizo, clamaron “ten misericordia de nosotros”. Pero no es una frase solamente. Hay quienes les dices: “El Señor te va a bendecir”, y responden “recibo”, pero no lo hacen realmente. En vez de recibir, lo sustituyen por un “decir que reciben”. De la misma forma, dice “yo no recibo esto”, pero ¿en base a qué? Dicen: “no lo acepto”, pero en realidad sí lo aceptan, porque no tienen una Palabra que sustente su autoridad. Asimismo, no pueden ir a un juzgado a decir: “Yo siento que soy inocente”. Hay muchos religiosos que dicen: “Es que yo siento”. La Biblia es un libro legal. No puedes ir a un juzgado a reclamar una herencia si no tienes los papeles, de la misma forma no puedes aceptar o rechazar algo si no lo basas en la Palabra, si no tiene fondo.
Debes de decir: “Yo no puedo recibir esta enfermedad, porque en la Biblia dice que por sus llagas soy sano. Este es mi testamento y lo leo, aquí está mi herencia; a qué tengo o no derecho; qué tengo y que no tengo que hacer”. Pero vienen con la costumbre de tener a sobre la mesa de noche la Biblia y ver el Salmo 91. Creen que la Biblia por sí sola produce resultados, pero no es así, hay que leerla, creer lo que dice y ponerlo en práctica. Algunos ponen excusas como “es que no la entiendo”. Pero algo tiene que entender. Dios la escribió para que la entiendas por su Espíritu Santo. Y si no entiendes algo, continúa leyendo, hay otras cosas más que entender.
Basta de frases trilladas, tengamos fe y creamos su Palabra. Bartimeo usó la misma frase; él estaba ciego, pasó Jesús y de repente, empezó a gritar “ten misericordia de mí”. La gente lo calló, pero él siguió gritando. Hasta que Jesús dijo: “Tráiganlo aquí”. Logró captar la atención de Jesús por la fe. Hay personas que quieren que Dios les dé resultados, pero no quieren su Palabra. Bartimeo dijo: “Ten misericordia de mí”, era una expresión de fe, no de “a ver qué resulta”.
Veo a personas cristianas que se expresan de muchas formas, pero carecen de fondo. Dondequiera están “gloria a Dios, Santo, Amén”, pero en las oficinas no trabajan bien, no entregan las cosas a tiempo, no hacen lo que el jefe pide. Eso no da gloria a Dios, eso da lástima, pena, vergüenza.
Ustedes no han sido enseñados a decir “aleluya” cada media hora, sino a escuchar la Palabra y cumplirla, esa es la manera más cercana a lo que la Biblia pide que tengamos, no ese montón de gritos y cosas. Yo no digo que no las digas, porque dice que cuando regresaron, gritaron, pero hay que saber cómo dar la gloria a Dios, cómo se le alaba.
Versículo14: “Cuando Jesús los vio, dijo…” Entonces, cuando Jesús ve algo, dice algo.
Marcos 2. Cuando aquellos cuatro hombres trajeron a un paralítico a la casa donde Jesús estaba enseñando, no pudieron entrar por la multitud, se toparon con algunos que no los dejaron entrar. Pero estos cuatro hombres no se rindieron y subieron al techo de la casa al paralítico, no había elevadores, lo bajaron con un lazo. ¿Se imagina el consenso que se hizo para convencerlo que lo dejen subir? Amarraron la camilla entre los cuatro, y lo empezaron a jalar. Cuando estaban en el techo, no había por donde entrar, así que a uno de ellos se le ocurrió abrir un hoyo para bajarlo. Ellos no dijeron “no se puede, no es tu día, mucha cola, mejor regresemos, Dios no quiere”. No se basaron en las circunstancias.
Yo vi a un hombre en Honduras que no pudo entrar al estadio por una puerta, y se fue a dar toda la vuelta e ingresó por otro lado. Lo vimos entrar con su papá en brazos, pues no tenía para una silla de ruedas. El hombre llegó y lo acostó en la pista; a media prédica, el papá se paró delante de los ojos de los demás y recibió su sanidad, tenía fe.
Dice la Palabra que bajaron al paralítico en medio de la prédica. Cuando estaba en medio, ellos se quedaron arriba, y Jesús le dijo al paralítico “tus pecados están perdonados”. Dice que Jesús vio la incredulidad de los demás, pero al ver la fe de aquellos, le dijo: “Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa”. El lo agarró y se fue. No tienes que decirle solamente algo a Jesús, tienes que hacer algo para que El lo vea. Dice: “Pide y se te dará; toca y se te abrirá; busca y hallarás”. Haz algo para que Jesús diga algo. La gente siempre espera que Dios haga algo para decir algo. Creen que Jesús es sirviente, pero ya El ha hablado muchas veces, pero El es Rey y Señor, y habla y exige como tal. Di: “Al ver Jesús, dice algo. Voy hacer algo que demuestre mi fe para que Jesús diga algo y entonces, pase algo”.
Versículo 14. Cuando El los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes, y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Cuando yo hago algo y Jesús dice algo, entonces pasa algo. No hay peor espiritual que el que no hace nada, es haragán en la carne y en el espíritu, es un gran vago en el Señor. No hace nada. Hacemos que las cosas pasen, haciendo algo. Tal vez no logras hacerlo todo, pero haz tú una parte, y Jesús hará la otra. Pero mientras tú no hagas algo, cómo Jesús sabrá que crees. El supo que los cuatro creían, porque no se quedaron en la puerta, sino que entraron. No dijeron: “Ah, no nos dejaron entrar”. No pensaron: “¿Quién puede tocar a Jesús? Sólo Juan se puede recostar en su pecho, y Judas que es el tesorero. O Pedro, porque le presta su barca para predicar; pero nosotros ¿quiénes somos? Nadie. Regresemos a casa”. Ellos tenían fe.
Jesús sabía lo que estaban haciendo, vio su fe para subirlo. Lo que amarga a unos, hace crecer a otros; lo que hace que algunos se retiren, hace crecer a otros. No todo alrededor de Jesús o de la iglesia es bonito. Muchas de las cosas que pasan son para que crezcamos en fe. Dicen: “Es que nadie me llamó, nadie me visitó”. Pero antes tampoco, sólo te buscaban para tomar, para que los invitaras a comer. El único que te amó y salvó es Dios. Siempre pasan cosas; pasaban en el grupo de Jesús. ¿Acaso no fueron los discípulos los que callaron a Bartimeo, los que no dejaron al paralítico entrar? Esto pasa para que crezcas al punto de tener la fe para lo que necesitas. ¿Crees que no los oía, que no supo lo que estaban haciendo? ¿Crees que El no estaba feliz de lo que estaba pasando? Jesús sabía que su fe estaba creciendo. Cuando aparecen muchos obstáculos alrededor tuyo, Jesús se alegra porque El sabe lo que para tu fe te van a servir. Por eso, no debemos molestarnos por ningún obstáculo que aparezca para buscar al Señor, porque Jesús está operando, trabajando tu fe; la está haciendo crecer para que llegue al punto donde debe estar, para que recibas lo que le vas a pedir. Pero uno de los obstáculos más grandes es esa religiosidad que sólo tiene forma, pero no fondo. Si tienes el fondo de la fe, entonces grita las palabras que quieras. Dice la Escritura en el versículo 15: Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz.
Dice que uno de ellos vio. ¿Los otros no vieron que su piel cambió? Todos fueron sanos. ¿O los otros no tenían tiempo de darse cuenta que fue Dios el que los sanó? Uno de diez regresó y volvió dando un “gloria a Dios”. Me da mucha pena que únicamente exista un diez por ciento de gente bendecida por Dios que sea capaz de volver y darle gracias. Porque Jesús acto seguido dice: “Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?”. Uno se encuentra con gente agradecida donde menos lo espera.
No hubo quien regresara y diera gloria a Dios, sólo uno. Regresó y dio la gloria a Dios a gran voz. A él no le dio pena gritar, darle gracias, glorificar a Dios, y dice la Palabra que puso su rostro en tierra. El antes era leproso, tenía su piel dañada, en pedazos, deshecha, mal oliente; ahora la tenía limpia como la de un bebé. ¿No crees que cualquiera cuidaría su piel? ¿Quién pone su rostro en tierra después que se lo han sanado? Sólo si lo haces para adorar a Dios. Este hombre no escatimó su propia piel, pues sabía que el que se la dio una vez se la podía dar de nuevo. El no perdió su piel la primera vez por Dios, pero estaba dispuesto a perderla la segunda por El, eso se llama gratitud. Mucha gente sale de la quiebra por la Palabra, Cristo Jesús los saca adelante, pero no están dispuestos a perder nada de esa empresa que estaba perdida por su pecado, para glorificar a Dios. El Señor los sanó, no estaban enfermos por El, sino por la vida que llevaban, pero ahora no están dispuestos a sacrificarse, ni en desvelar su cuerpo por la obra de Dios. ¿De cuánto nos sacó el Señor? Los viernes y sábados por la noche andábamos haciendo cosas indebidas con gente indebida. El Señor nos sacó de ahí, nos restaura, nos devuelve a nuestros hijos, pero luego no somos capaces de dejar que ellos participen en la visión, y nos enoja cuando llegan tarde. Eso no se llama gratitud, es todo lo contrario, estás dando señales de ser malagradecido con Dios. Te tardó poco el hecho de haber sido sanado.
Este leproso se tiró a la tierra. En ese tiempo, los leprosos se aislaban de la sociedad, de la familia, de la religión, los tenía que dar de alta el sacerdote judío, examinarlos y decir que estaban limpios. Tenían que presentar una ofrenda de gratitud delante del sacerdote, esa era la costumbre. Pero de estos diez leprosos, uno vio que había sido limpio y regresó a donde lo habían limpiado. Los otros siguieron de largo, porque les interesaba más los preceptos religiosos que la persona que los había sanado. El siendo Samaritano, no tenía esos preceptos, pues sabía que su sumo sacerdote era Jesús, y se postró en tierra.
¿Qué pensarías si fueras uno de los leprosos que va caminando y te ves limpio? “De nuevo voy a abrazar a mi familia, le daré un beso a mi hija, usaré mi cuerpo de nuevo, voy a volver a trabajar, la sociedad me va a aceptar, ya no van a tocar la campanita que hacían sonar cuando algún leproso andaba por ahí”. Ellos pensaban en sí mismos, pero el otro no pensaba así. Cuando se vio limpio, dijo: “¿Qué me cuesta tardarme otro poco para llegar mi casa? Ya tendré más tiempo, pero a este quién sabe si lo volveré a ver”. Y se postró en tierra, no le importó llenarse de tierra. Era un hombre agradecido. “¿Dónde está tu agradecimiento? ¿Cómo tienes a tus padres, a tu abuelito, a los que te cuidaron cuando eras niño, a esa mujer que te dio de mamar? ¿Estás agradecido con tu madre? Muéstramela; ¿con tus padres? Muéstrame tu obediencia, lo ahorrativo que eres, el respeto que les tienes. ¿Con Guatemala? Muéstrame cuán limpia la tienes, cuánto oras por ella, cuánto pides por los gobernantes, cuanto eres un productor y no sólo un consumidor. ¿Con Dios? Muéstrame tu adoración, ven temprano a adorar a Dios. Dices: “Es que a mí sólo me interesa la Palabra”. ¿Quién te dijo que a Dios sólo eso le interesa? Pero ese no es sólo asunto tuyo. Hay un pacto entre dos personas.
Así son con el Señor muchas personas. Dicen: “A mí eso de los cantos, no me sienta”. Pero El es nuestro Dios y Señor; a El se le alaba, adora y agradece. La Biblia dice entrad por las puertas con acción de gracias. El quiere ver acción de gracias, quiere ver una gratitud activa.
Ustedes están aquí y han sido bendecidos por Dios. Tú eres de ese diez por ciento que regresa a agradecerle. Estoy seguro que ustedes no son los únicos bendecidos por Dios. De cada diez que Dios bendice, uno está agradecido con El, uno es capaz de ser un adorador. Cuando leí este capítulo, dije: “Señor, yo quiero ser ese hombre, no quiero ser de los nueve que preguntes dónde están”. ¿Sabe por qué recibí al Señor en mi corazón? No fue por estar en drogas, licor, ni porque mi matrimonio estaba mal o porque me iba mal en el deporte. Yo estaba entre comillas muy bendecido. Lo hice por gratitud. Porque cuando oí a mi pastor decir que Jesús había muerto por mí, aunque yo ya lo sabía, pues lo miraba en la Semana Santa que dicen en las procesiones que Jesús murió por nosotros, yo tenía cierta información que El había muerto; pero mi espíritu no había recibido esa verdad, hasta que ese hombre dijo: “Jesús murió por ti”. Sentí algo especial y dije: “Si El murió por mí, ¿quién soy yo para no seguirlo? No puedo ser mal agradecido con aquel que murió por mí, que me dio la vida eterna”. Normalmente, cuando tienes de todo, cuesta que seas agradecido, pero cuando has venido desde abajo, todo el tiempo hay algo por lo cual agradecer a Dios.
¿Dónde está tu agradecimiento? ¿Dónde está el decir “muchas gracias”?. Has tomado tiempo para abrazar a tus hijos, darles un beso. Decir gracias por ellos, por papá, por mamá, por el sofá en que te sientas, por el bus, el carro en que vienes, lo que tengas. La gente en vez de estar criticando el templo, debería de dar gracias a Dios que tiene uno. Hay tantas cosas por las cuales dar gracias. Alegas por el tráfico, pero gracias a Dios, vas ahí y no caminando a la par. Quizá tendrías más si agradecieras más. La gratitud es por todo, sea mucho o poco.
Yo a veces me voy a meter a la colonia donde vivía, me parqueo o doy vueltas en mi carro, y doy gracias a Dios. ¿Has dado gracias por la iglesia en que estás congregado? La gratitud sólo puede existir en corazones humildes, nunca has visto orgullosos agradecidos. La falta de gratitud es uno de los síntomas más evidentes de orgullo. Cuán diferente eres hoy a lo que eras antes de conocer a Cristo. Da gracias a Dios todos los días, ora por tus pastores. Pon un coro de adoración, apartarte un rato, está a solas con El. Cuando oramos por los alimentos, ¿de verdad damos gracias o es una frase trillada y vacía? Tenemos que comer, demos gracias a Dios.
Tú estás físicamente aquí sentado hoy, pero mi pregunta verdadera es ¿dónde estás? ¿En qué andas de verdad? ¿Dónde estás? A éste le dijo: “Levántate, tu fe te ha salvado”, doble milagro. A los otros no les dijo que eran salvos. Diez recibieron un milagro, uno recibió dos. Después no te quejes de lo que tienes. Dios no da a todos igual. Sanidad les dio a los diez, porque todos tenían que ser sanos. Pero la salvación, sólo a uno se la dio. ¿De quién habla bien la Biblia? ¿De uno o de diez? ¿Sabes que Dios habla de ti? En el cielo se conversa de ti, no eres ignorado en el cielo. Se te conoce desde que tu nombre está escrito en el libro de la vida.
¡Seamos agradecidos!
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