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El efecto de la productividad

El efecto de la productividad

19 de septiembre de 2015

Tiempo de lectura: 7 minutos

El efecto de la productividad

¡El Señor espera de aproveches tus talentos y los hagas producir al ciento por uno!

 

Ser productivos es un llamado, una obligación, no es una opción. Debemos aprovechar nuestra vida al máximo, porque es ahora cuando hay trabajo, ciencia y sabiduría; al morir, todo eso se acaba. Así que ¡haz todo lo que puedes y hazlo bien![1] Hay que hacer el trabajo por convicción, con dedicación y con atención. En cada cosa que hagamos debemos dar nuestro mejor esfuerzo, más aún si es para la obra del Señor. Aprovechemos todas las oportunidades que Dios nos da para ser productivos.

 

Respecto a esto, Jesús enseñó con una parábola muy reveladora sobre un hombre que se va de viaje, pero antes de partir, reparte bienes a sus siervos. A uno le entregó cinco talentos, a otro le entregó dos y al tercer siervo le entregó un talento. Demos gracias al Señor por los bienes que nos ha dado para administrar, y por las destrezas y cualidades que nos dio para desarrollarnos en la vida. Pero ese agradecimiento no solo debe ser de palabra sino de acciones, ya que tendremos que darle cuentas de lo que produjimos con lo que nos dio, así como sucedió con estos tres siervos[2].  Dos de los siervos fueron llamados fieles porque multiplicaron al doble lo que recibieron, lo que significa que se pusieron a trabajar y obtuvieron ganancias. Así que ser fieles al Señor también implica aprovechar todo lo que nos ha dado. Dios ve tu fidelidad a través de lo bueno que haces.

 

A veces, se piensa que hablar de producir, de administrar y generar valor es ser materialista, pero realmente Dios nos creó como materia y nos rodeó de infinidad de recursos que debemos administrar y aprovechar para el beneficio de todos, porque luego nos pedirá cuentas de lo bueno que hicimos con Sus bendiciones. Al final de nuestra vida, tendremos que explicar lo que hicimos con nuestra tierra, con nuestros talentos y relaciones. ¿Cómo cuidamos de todo y de todos, de qué forma produjimos y dimos bendición a los demás? Debemos ser de los siervos que duplicaron lo que recibieron, no como el siervo necio que enterró su talento y no hizo nada productivo. ¡Esforcémonos por cumplir nuestra misión como administradores y trabajadores del reino del Señor! El Espíritu de Dios puede llenarnos con gozo por el éxito y el triunfo alcanzados. Lograr proezas en el nombre del Señor es bueno y correcto, porque nuestro Padre nos dio vida en abundancia para que la aprovechemos al máximo. Entonces, Él nos dirá como el amo le dijo a los siervos esforzados: “Sobre poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré”. Demostrémosle que somos dignos de Su confianza porque con fe nos esforzamos por producir abundantemente y le entregamos cuentas correctas de lo que hemos hecho con nuestra familia, con nuestra empresa y a través de nuestro servicio a los demás. No importa si piensas que has recibido poco o mucho, no te excuses en tus circunstancias o temores como hizo el siervo negligente, sé fiel haciendo producir lo que tienes y te garantizo que el Señor te dará más.

 

Pero la idea no es trabajar por interés o verlo de forma utilitaria, sino con un corazón correcto que desea ser bendecido para compartir lo que recibe y produce. De esa forma, tu diálogo con el Señor será agradable, de lo contrario, recibirás una regañada por haragán y egoísta, porque todos, absolutamente todos, hemos recibido talentos que podemos aprovechar, solo depende de cómo los veas y desarrolles. Incluso ese siervo necio que acusó a su señor de cosechar donde no había sembrado, ¡había recibido siembra, por le dieron un talento! Y hay que notar que a todos les dieron según su capacidad, por lo tanto, eres tú quien le pone límite a lo que puedes recibir de Dios. Puedes tomar dos decisiones basadas en la misma información, puedes producir o puedes enterrar. Así que deja los lamentos, no seas necio, toma la decisión correcta y ponte a trabajar con lo que tienes.

 

Para aprovechar al máximo la enseñanza que nos ofrece esta parábola, vale la pena recordar algunos conceptos que se manejar en economía: rentabilidad, riesgo, liquidez. Si queremos obtener rentabilidad, es decir, ganancias, debemos aprender a tomar riesgos controlados, aunque afecten un poco nuestra liquidez inmediata. Eso es lo que sucede cuando obtenemos un plan de ahorro a plazo fijo, porque no podemos disponer de ese dinero durante un tiempo, pero los intereses que recibimos son más altos. También podemos verlo al invertir en un negocio, ya que se toman riesgos, nos quedamos sin el dinero en efectivo, pero esperamos obtener ganancias. En la parábola, vemos que los siervos productivos obtuvieron alta rentabilidad, así que seguramente corrieron riesgos, al contrario del siervo que buscó la seguridad de no hacer nada. Su mentalidad no fue de ganar sino de no perder, y esa es una actitud pasiva, conformista, sin fe que solo lo hundió. ¿Esa es la actitud que Dios espera de nosotros? ¡Claro que no! ¡Él espera que tengas fe, que tomes tus talentos y los hagas producir al ciento por uno!

 

Los números no mienten, así que si analizamos la situación de los tres siervos, el primero, quien más recibió, también fue quien más produjo y para ajustar, le dieron lo que el tercer siervo desaprovechó, porque el negligente se queda sin nada y el esforzado siempre recibe recompensa.

 

Si lo vemos en porcentajes, el tercer siervo recibió 12.5% del total que se repartió, lo cual es bastante, pero talvez para él no era suficiente y esa percepción lo llenó de temor y resentimiento. Deja de compararte con otros, no pierdas tu tiempo en esas subjetividades, mejor concéntrate en aprovechar lo que Dios te ha dado: fe, inteligencia, sabiduría y valor para multiplicar lo que tienes, ¿qué esperas para ser productivo en todas las áreas de tu vida? Yo le digo a mi esposa que el Señor nos dio tres hijos y por Su gracia, ahora podemos devolverle tres siervos que le sirven fielmente. Dejemos a un lado la subjetividad de las emociones, del miedo, del menosprecio y aprendamos de la objetividad con la que el Señor nos enseña sobre fe y productividad. Cuídate de ser fiel y hacer producir los talentos que tienes porque si los desperdicias, Dios podría quitártelos y dárselos a alguien que sí quiera aprovecharlos[3]. Recordemos que la senda del justo es como la luz de la aurora que va en aumento, lo que significa que al ser fiel al Señor, la bendición se incrementa. ¡Lo mejor está por venir si demuestras tu fe, tu agradecimiento y tu deseo por ser productivo! He visto a muchas personas que temen envejecer porque dicen que no quieres ser una carga para los hijos, pero esa forma de pensar revela falta de fe, porque si crees en lo que Dios nos enseña en Su Palabra, conforme tu vida avanza y te esfuerzas por hacer lo correcto, los años no pesan sino que son suma de gozo. Abre los ojos y produce en todo sentido, siembra amor, trabajo, esfuerzo, unidad y en tus años dorados cosecharás bienestar. Reprende ese temor a envejecer y di con fe: “Mis mejores años serán cuando envejezca”.

 

El mensaje es claro: los siervos útiles serán invitados a disfrutar del gozo del Señor, los siervos inútiles y malagradecidos enfrentarán las consecuencias de sus malas decisiones. No sé tú, ¡pero yo he decidido esforzarme por demostrar a Dios que agradezco cuanto me ha dado y lo hago producir! Para Dios no hay tarea que valga más que otra, todos somos importantes, así que de ahora en adelante, sé el más diligente, el que trabaja horas extras sin exigir porque sabes que tu recompensa no viene de los hombres sino de lo que el Señor te dará al ver tu fidelidad. Dios no quiere que seamos negligentes sino diligentes.

 

Recuerda que la Biblia está llena de testimonios de hombres y mujeres esforzados que fueron probados y recibieron bendición porque demostraron su fe y ánimo por emprender. Mira a José, quien fue fiel incluso en las peores circunstancias y fue puesto como administrador del reino más poderoso en ese momento. Créelo, tú serás puesto sobre mucho porque demostrarás que eres siervo fiel, honrado y productivo.

 

 

 

[1] Eclesiastés 9:10-11 enseña: Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.

 

[2] Mateo 25:14-27 enseña: Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.

 

[3] Mateo 25:28-30 concluye: Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

 

 

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