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El poder de las migajas

04 de mayo de 2014

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Sabemos que Jesús hizo diferentes tipos de milagros. Sanó enfermos, resucitó muertos, calmó tormentas y multiplicó comida, entre otros; y para todos utilizó diversos métodos. A pesar de ello, hay denominadores comunes: siempre utilizó Su Palabra y demostró compasión por los necesitados, con excepción de un caso en el que lo vemos actuar de una forma muy particular, que incluso parecía indiferente. Lo importante es saber que nuestra fe debe crecer y acomodarse a lo que Dios hará, ya que obrará como Él quiera y cuando Él quiera, pero Su bendición está asegurada.

 

El milagro que se sale de lo común por la actitud de Jesús es el de la mujer cananea que le rogó porque liberara a su hija del demonio que la atormentaba. Un dato importante es que ella no era judía, y en ese tiempo los cananeos y los judíos no se llevaban bien. Por eso vemos que los discípulos, con desprecio, le piden a Jesús que la despida. ¿Será posible que el Señor la haya despreciado por su condición de gentil, es decir, por ser de otro pueblo? Es poco probable, ya que Él predicaba sobre el amor y la salvación para todos, y lo demostró en varios ocasiones. Así que podemos descartar esa posibilidad. Entonces, ¿por qué Jesús se comportó de esa forma? Al leer vemos que al principio la ignoró; luego le dijo: “No soy enviado sino a los hijos de Israel”; y cuando ella se postró para insistirle, de nuevo recibió una respuesta negativa, que incluso podría sonar ofensiva, ya que le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”. Entonces ocurrió lo extraordinario, ¡ella no se rindió, no se desanimó por el rechazo! Al contrario, parece que la negativa era como echar leña al fuego de su terquedad por recibir el milagro para su hija. Así que de forma muy inteligente, pero a la vez humilde, le respondió a Jesús, incluso utilizando el mismo ejemplo con el cual la había rechazado. Le dijo: “Pero aún los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa. ¡Qué fe tan grande y poderosa!

 

¿Serías capaz de levantarte del rechazo e insistir valientemente, como ella? ¿Has llegado a creer de tal forma en el poder de la Palabra de Dios y en Sus promesas que no importa lo que suceda, peleas por alcanzar tu bendición? Claro que esta mujer nos enseña a insistir. Ella es ejemplo de entereza y pasión por obtener lo que anhela y es conforme a la voluntad del Padre. Pedía algo justo, algo que provocaría un bien y que sería buen testimonio del poder de Dios, así que no había razón para que le fuera negado. Al analizar esta Escritura a la  luz del amor capaz de todo sacrificio como el de Jesús, solo cabe la posibilidad de que Él buscara llevar la fe de esta mujer al nivel suficiente para recibir. No era una lección de persuasión y de cómo podemos convencer a Dios, era una lección de vida para que comprendamos que obtener milagros implica enfrentar un proceso que nos lleva a otro nivel, nos perfecciona y prepara para recibir lo que deseamos.

 

A nadie le gusta que lo ignoren y que lo rechacen. Es más, pasamos la vida intentando superar esos traumas y el dolor de sentir que no encajamos o que no nos aceptaron en cierto grupo o situación. El rechazo afecta nuestra identidad, nos marca y determina nuestra forma de enfrentar la vida. Por eso era tan importante para el Señor enseñarnos a manejarlo, y esta mujer fue el ejemplo perfecto para ello. Todos nosotros somos gentiles, somos extranjeros que recibimos salvación por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Si lo ponemos en contexto, somos esos “perrillos” a quienes había que confrontar para que descubriéramos nuestra nueva identidad como hijos de Dios. Pero lograrlo requiere humildad, mansedumbre y esa “santa terquedad” que nos motive a obtener lo que estamos convencidos de que merecemos, por el amor que nuestro Padre nos tiene. ¡La mujer cananea nos representa a todos! Somos esos extranjeros que claman por un milagro, quienes necesitamos que Jesús trate con nosotros para que nuestra fe alcance el nivel necesario para ver Sus maravillas. Quien no insiste, quien no se esfuerza, no merece recibir lo que pide. Si de verdad anhelas bendición, ¡lucha por ella! Y no te conformes con el silencio y la respuesta negativa.

 

Avanzar hacia el nivel de fe adecuado para recibir implica no desperdiciar oportunidades, por pequeñas que parezcan. Por ejemplo, si quieres ser una empresario exitoso, todo empezará poco a poco. Dios no te mandará un millón de dólares del cielo, Él abrirá puertas, a veces serán pequeños espacios, otras veces serán más grandes, todo depende de tu disposición a recibir. Aunque pienses que lo que recibes son migajas, ¡aprovéchalas!, porque ninguna bendición es pequeña. Para crecer en carácter y en fe debemos estar dispuestos a pelear por las migajas. Si despreciamos las pequeñas oportunidades, si estamos sentados esperando el gran momento, significa que aún no tenemos la talla suficiente para que Jesús nos diga como le dijo a la mujer cananea: “Hágase contigo como quieras”.  Si demostramos ser fieles en lo poco, Él sabrá que estamos listos para recibir en abundancia. ¡¿Qué esperas?! Dile que aprecias tanto Su amor y Su sacrificio que estás dispuesto a recoger las migajas que caen de Su mesa. Cuando te arrodilles dando gracias por lo que has recibido, tendrás la fe para pedir y para recibir mucho más.

 

A veces decimos que Dios no nos escucha, que nos ignora, pero Él nos habla a través de Su Palabra y la menospreciamos en búsqueda de la experiencia sobrenatural de escuchar Su voz. Tratas el Evangelio como si fuera una migaja que no vale la pena. ¿Ves cómo todavía es necesario crecer en fe? Toma la Biblia, allí está tu alimento, el pan de vida; cada versículo es como una migaja poderosa que te sustenta y te guía. Recuerda que lo que para unos es desperdicio para otros es un milagro. Cada día ves la gracia de Dios en tu vida, apréciala, sé agradecido y humilde, así crecerás y alcanzarás el nivel de fe para ver maravillas sobrenaturales.  Dile al Señor: “Padre, me rindo a ti para siempre, te entrego mi vida y te pido perdón por no valorar cuanto he recibido de Tus manos. Sé que aún tienes más para mí y no descansaré hasta recibir Tus bendiciones sobreabundantes”.

 

Versículos de Referencia:

1. Mateo 15:22-28 relata: Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: !!Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: !!Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

 

 

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