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El poder del habla

26 de febrero de 2017

Tiempo de lectura: 7 minutos

En estos días, hablé con una joven que había sanado de cáncer, pero debía hacerse otros exámenes y sentía miedo; a tal punto que tenía pesadillas. Aunque el Señor ya la había sanado una vez, podríamos decir que la enfermedad le había dejado un virus en el sistema emocional que la contaminó. Yo le decía que siguiera creyendo y lo declarara, porque si el Señor la había sanado una vez, sin duda, lo haría de nuevo. Muchas veces, nuestro sistema operativo emocional o de pensamiento está contaminado por experiencias pasadas, de esa cuenta, algunas mujeres dicen: “Todos los hombres son iguales”. El problema no es que una relación falle, sino que esa experiencia te dejó un virus que necesitas limpiar. Si has tenido empresas que han quebrado, tal vez te has contagiado del virus del miedo y ya no quieres intentarlo. Para todas esas situaciones se requiere el mejor antivirus, la Palabra de fe que encontramos en las Escrituras. Dios puede levantarte, hacer cosas nuevas, así que busca Su Palabra para que el daño no se quede en tu interior.
Hay diversas fuentes de virus. Las conversaciones son una de esas fuentes que nos contaminan, por eso, nuestro Padre advierte que las buenas costumbres se pueden corromper por una mala conversación[1]. ¿De dónde sacan ciertas ideas los hijos? De conversaciones con otras personas. Una compañera de mi hijo llegó una vez a la casa. Ella era encargada del orden en el bus y me dijo: “Su hijo dijo una mala palabra”. Entonces, hablé con mi hijo: “¿Has escuchado una mala palabra en esta casa? Si vives bajo este techo, debes respetar las reglas y educación que te damos. No puedes vivir acá y hablar como escuchas que otras personas lo hacen. O ¿prefieres que te dé de comer quien te enseñó a hablar así?” Desde ese día, ya no tuve otra queja. No sé qué hizo mi hijo, si enamoró o sobornó a su compañera, aunque puede ser que realmente comenzara a portarse y hablar bien. ¡Cuidado con dejarte corromper por malas conversaciones! Busca conversar con quienes pueden brindarte los consejos que Dios te daría. Si enfrentas un problema matrimonial, sigue el consejo de quien te dice: “Perdona, cuesta, pero se puede con el Señor”. No el de quien te dice: “Yo que tú le doy duro a ese…” Una conversación la sugirió el Señor y la otra es virus. Si nos hemos dado por perdonados, perdonar es parte de nuestro sistema operativo, así que un virus de rencor no debe contaminarnos. Ser serviciales y esforzados es parte de nuestro sistema operativo, por lo tanto, si alguien te dice que no lo hagas, ignóralo porque intenta implantar un virus de negligencia. Debemos tener buenas conversaciones con buenas personas. ¡Cuida tu corazón y tu alma más de lo que cuidas tu celular!
Las palabras son poderosas, tanto que está descrito como varón perfecto, capaz de refrenar su cuerpo, aquel que controla sus palabras y no ofende con su boca[2]. Respecto a esto del freno, la Escritura nos pone dos ejemplos, el de los caballos que pueden ser dominados con el freno que ponemos en su boca y el de los barcos que podemos guiar con un timón. Un tío, hermano de mi papá, que ha hecho deportes ecuestres, comenzó a introducirme en el polo. Me prestó un caballo llamado Zorbita para entrenar. Era hermoso, obediente y ágil, pero un día, me dieron otro caballo que se llamaba Cuete. Los muy pícaros que me lo dieron querían jugarme una broma porque ese caballo estaba “sobrado”, es decir que no había sido montado en meses, por lo que no obedecía tanto como el otro. Como era de esperarse, se desbocó y no se detenía por más que le jalaba rienda. Creo que se detuvo hasta que se cansó, mientras los chavos se mataban de la risa. Así es nuestra boca, hay que mantenerla acostumbrada al dominio de nuestra voluntad. Y ¿qué pasa con los aviones? Los modernos ya no tienen un timón como tal, sino que se dirigen con un joystick, que es aún más pequeño que un timón, pero le da dirección a una enorme nave.
Debemos aprender a hablar. Si tienes problemas con el dominio de tu cuerpo, medita si no es porque debes dominar tu lengua, lo que hablas. Estos ejemplos nos muestran que algo pequeño es capaz de gobernar algo muy grande, tal como la boca, las palabras, son capaces de dominar personas, eventos y naciones. En una guerra, la primera y última arma son las palabras. Sobre conversaciones se levantan culturas. La Escritura relaciona las palabras con el dominio del cuerpo y tiene fundamento científico, ya que los neurocirujanos han descubierto que el centro cerebral del habla controla el resto de funciones del cuerpo. ¡Dios nos dejó el habla como un instrumento de edificación para que podamos ejercer dominio sobre nosotros mismos! No es casualidad que Él todo lo haya creado a partir de Su Palabra.
Así que propongámonos cambiar nuestra forma de hablar. A veces hablamos de más, incluso dejamos de escuchar. Tanto así que, a veces, la persona con quien conversamos no ha terminado de hablar y ya respondimos[3], aunque luego nos lamentamos, porque nos equivocamos al responder y debemos pedir disculpas. Y ¿qué pasa cuando alguien te cuenta un problema? Ya no cometes el mismo error de adelantar tu respuesta, pero luego te das cuenta de que igual te adelantaste, porque emitiste opinión antes de escuchar a la otra persona involucrada en el conflicto. Sucede en la consejería matrimonial, siempre hay que escuchar las dos versiones. Cuando respondes antes de escuchar es contado como oprobio porque refleja falta de dominio.
La Escritura también dice que nuestro ánimo soporta la enfermedad y lo expresamos a través de las palabras, porque proyectamos nuestra actitud angustiada o esperanzada. ¡Tú eres tu mejor animador! Mi esposa tenía una lesión en el pie, pero quería competir en un torneo, así que buscó hacer terapia, sumergía su pie en agua con hielo y luego en agua caliente. Yo tuve la tentación de decirle que no compitiera porque necesitaba reposo, pero creí con ella, no la desanimé. Ella confesaba sanidad y el cuerpo responde a las palabras. Compitió en el torneo y logró el segundo lugar. ¡Imagina si yo la desanimo!
Debemos obedecer al Señor para dirigir, dominar, conducir y gobernar con nuestras palabras. La lengua es como un fuego que podría contaminar el cuerpo[4]. Así que no solo nos contamina lo externo como los alimentos, sino que lo que sale de nosotros, las palabras. Si no aprendemos a hablar bien con vocabulario de fe y esperanza, el infierno mismo podría contaminarnos. Si la creación fue hecha con palabras, también la podrían destruir.
Has notado que con la boca hablamos y comemos, ¿será que tienen relación? Sabemos que nos hace mal algo, pero igual nos lo comemos. Como un amigo que me dijo: “No creo que sea malo tomar licor”. Entonces, le dije que antes de tomar, bendijera el licor, pero luego me contó que no pudo hacerlo. ¡Claro que no, porque sabemos que nos contamina! Si algo te hace mal, evítalo, sean palabras o alimentos. Deja de usar palabras que dañan y producen un resultado negativo, como los frijoles que producen gases. Si domino mi boca, domino el resto de mi cuerpo. Además, no podemos ser mal hablados cuando nos dirigimos a Dios ni cuando hablamos con Sus hijos, porque todos somos semejantes a Él. Debemos respetar a Dios, a quien no vemos, y a las personas, a quienes vemos. Es importante creer que Dios es nuestro Creador y decir palabras que edifiquen a Sus criaturas[5].
Tu boca es como el timón que conduce tu existencia, si logras tomarlo firmemente, tu vida tomará la dirección correcta. Algunos hablan de avanzar con velocidad, pero de nada sirve la velocidad sin dirección. Si te equivocas de dirección, llegarás rápido a un destino incorrecto, por lo tanto, no debe fallarte la aceleración sino la conducción. Dios nos dejó la lengua para que nos conduzca a un mejor destino personal, físico, mental, emocional, financiero y espiritual. También nos la dio para que nos comunicáramos con Él. Orar es hablar, así que no puedo orar bien si no sé hablar. Y si lo analizamos, realmente somos esa persona que se expresa durante todo el día, no quien habla fe solo durante el breve tiempo que oración. Si expresas fe solo durante quince minutos, realmente no eres hombre de fe, sino de doble ánimo. Si tomas tiempo para corregir tu vocabulario, corregirás tu oración y verás mejores resultados. Si durante la oración dices: “Sé que me sanarás”, pero durante todo el día dices: “Me voy a morir”, realmente no crees en tu sanidad. ¡Debes ser el mismo y declarar lo mismo durante todo el día! Habla una sola cosa y que sea fe. Reconstruyamos nuestro vocabulario, no más palabras malas, ni ociosas. No hay nada imposible si alineamos nuestro pensamiento, palabras y acciones de acuerdo a nuestra fe. Si hablas enfermedad te sentirás mal, pero si declaras sanidad, comenzarás a sentirte mejor y sanarás. Corrige tus palabras, toma el control de tu barca dirigiendo bien el timón: tu lengua, tus palabras.
En la Biblia, hay una palabra específica de sabiduría para toda situación[6]. Jesús es el verbo hecho carne, hizo realidad las promesas de salvación, por eso, en nuestra boca deberá estar Su Palabra de día y de noche. Digámosle: “Gracias, Señor, por Tu Palabra. Tomaré el timón, conduciré mi vida, le daré dirección haciendo uso de buenas palabras”.


[1] 1 Corintios 15:33: No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.
[2] Santiago 3:1: Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
[3] Proverbios 18:13-14: Al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio. El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?
[4] Santiago 3:5-9: Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
[5] Efesios 4:29: Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
[6] Josué 1:8: Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
 

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