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El poder que tiene la oferta

El poder que tiene la oferta

25 de julio de 2019

Tiempo de lectura: 4 minutos

Aunque nos cueste reconocerlo, todos tenemos algo que ofrecer. Muchas veces las circunstancias adversas nos hacen creer que no, pero lo cierto es que muchas de las repuestas a nuestras oraciones están en nuestras manos. Cuando Jesús hizo el milagro de los panes y los peces usó lo que ya había, lo bendijo y luego se multiplicó. Dios tiene el deseo de multiplicarnos, pero a eso le debemos sumar nuestro deseo de ofrecer.

En la Biblia leemos la historia de una viuda endeudada que pasó muchos problemas luego de que muriera su esposo.[1] Estuvo a punto de perderlo todo y fue tan grande su aflicción que no pudo ver que en su casa siempre estuvo la respuesta a todos sus problemas.[2] Cuando estamos emocionalmente bloqueados no tenemos la capacidad de ver lo que tenemos, pero en medio de los problemas hay que enfocarse y utilizar lo que está a nuestro alcance. La viuda resolvió en un día un problema que la atormentó durante mucho tiempo. De ser posible, también hay que involucrar a toda la familia para salir adelante porque cuando el tiempo de cosecha llega no se puede quedar sin recoger.[3]

El Señor no solo da para pagar las deudas, sino para que abunde.[4] Lo que no logró el esposo de la viuda con una vida de trabajo lo logró una vasija bendecida por Dios y una viuda endeudada se convirtió en empresaria cuando siguió su instrucción. ¡Él es quien nos ampara[5] y provee!

El desamparo que producen las crisis de escasez puede llevarnos a la tristeza y aun a la depresión. Es tanto el sufrimiento, que se nos nubla la mente y se nos dificulta encontrar soluciones, pero ese mismo desamparo también nos puede guiar a buscar a Dios y morar bajo su sombra.[6]

Tener una actitud ofertante fue lo que abrió el camino del ministerio de Pedro. No fueron sus recursos, sino lo que Dios depositó en él, lo que lo motivó a ofrecer su servicio.[7] Confía en tus aptitudes y ofrécelas a los demás, ya que esto te abrirá las puertas.[8] El mundo lo conquistan los que ofrecen, no los que demandan.

Cuando Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto ellos tuvieron que cambiar su mentalidad porque después de 400 años de no ofrecer nada se acostumbraron a ser demandantes. El Señor les pidió sacrificios para que creyeran que tenían algo que ofrecer.[9] No solo los sacó de la esclavitud, también sacó la esclavitud de sus corazones. A veces el problema no está en la circunstancia sino en nuestra mentalidad.

Durante Noches de Gloria en Argentina cenamos a las 3:00 a.m. Ya era muy tarde y nos atendió un mesero muy amable y con muy buena actitud. El servicio fue tan bueno que pensé que él era el dueño del restaurante, pero solo era el mesero de turno. Luego nos contó su historia: era un empresario que había perdido todo y lo único que tenía para ofrecer era su actitud para trabajar, por eso lo hacía de esa manera. En la vida podemos perder muchas cosas, menos nuestra actitud ofertante, porque eso es lo que nos ayudará a salir adelante.

Una viuda entregó todo lo que tenía para su sustento. Jesús, al ver esto, no la persuadió para que no lo hiciera[10] porque sabía que Dios la iba a recompensar. Ella encontró algo y lo ofreció. Y tú, ¿qué piensas ofrecer a los demás? Pídele al Señor que te inspire para llegar a ser un gran ofertante.


[1] 2 Reyes 4:1: Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.

[2] 2 Reyes 4:2: Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.

[3] 2 Reyes 4:3-6: El le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.

[4] 2 Reyes 4:7: Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.

[5] Salmos 46:1-2: Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar.

[6] Salmos 91:1-2: El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.

[7] Hechos 3:4-6: Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.

[8] Proverbios 18:15-16 (DHH): Los sabios e inteligentes adquieren los conocimientos que buscan. Con un regalo se abren todas las puertas se llega hasta la gente importante.

[9] Éxodo 3:18: Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios.

[10] Lucas 21:1-4: Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.

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