10 de junio de 2018
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En momentos clave debemos unirnos y trabajar en equipo. En el mundo no hay nada más fuerte que un corazón de voluntario. La visión de nuestra iglesia es dar la vida por nuestros amigos y en momentos difíciles necesitamos dar nuestro mejor abrazo, nuestro apoyo emocional y espiritual a las personas que lo necesitan. El líder de nuestro voluntariado es Jesús y no hay líder que sepa más acerca de rescate que él porque vino al mundo a salvarnos a todos.
Al voluntario nadie le pide, él se ofrece. Cristo nos dio su vida, nadie se la quitó, sino que tuvo el poder y la voluntad para darla.[1] Como Él, todos tenemos una voluntad. Los cristianos deberíamos tener en nuestro ADN el deseo nato de rescatar y salvar a otros, pues resulta totalmente contradictorio seguir a Jesús y no querer bendecir al prójimo, ayudar al necesitado, socorrer a alguien cuando tiene problemas. Jesucristo se resume en amor, una palabra pequeña pero con gigantescas implicaciones. El Evangelio en sí mismo es un tratado de salvación para otros.
Por lo tanto, el voluntario da su corazón, su esfuerzo y, sobre todo, lo más valioso que tiene en la vida: su tiempo. No necesita que nadie lo convenza porque ya nació convencido de entregarlo todo, sabe ofrecerse bien y en vez de huir se entrega al bienestar de los demás como el pastor que cuida de sus ovejas.[2]
Ahora bien, aunque cada persona tenga su propia voluntad, la unión es lo que hace la fuerza. Sabemos que Dios también tiene Su voluntad, que es buena y perfecta, pero siempre hay alguien que cree tener la razón para todo y no quiere seguir la Suya. El Señor nos dio a todos capacidades extraordinarias, pero debemos tener suficiente humildad para reconocer que Él es más poderoso que nosotros y nadie puede quebrantar Su voluntad.
Entrégale el volante de tu vida a Dios y Él se encargará de estimular tu corazón y el Espíritu Santo te dará voluntad.[3] Aunque nadie nos pida ayuda, sabemos que siempre habrá alguien a quien seguramente le servirá. No olvides nunca que eres voluntario solo cuando te ofreces sin que nadie te pida nada, no cuando alguien te lo pide y mucho menos cuando te lo ruegan. Seamos una iglesia que se ofrece, ya que, si alguien nos tuviera que pedir que amemos a otros, entonces ¿qué tipo de cristianos somos?
Todos, sin excepción, tenemos dones que recibimos de Dios y con ellos podemos honrarle a través del servicio a nuestro prójimo, así que todos tenemos algo que dar. Más que una cuestión de recursos es una cuestión de voluntad. ¡Conviértete en un voluntario que entrega todo con excelencia!
[1] Juan 10:17-18: Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
[2] Juan 10:11-12: Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
[3] Éxodo 35:21-35: Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras. Vinieron así hombres como mujeres, todos los voluntarios de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrenda de oro a Jehová.
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