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Evidencialista

23 de abril de 2016

Tiempo de lectura: 5 minutos

En la Palabra leemos que el pueblo constantemente cuestionaba el propósito de Moisés y Aarón. Entonces, Dios le dio la solución. Cada una de las doce casas de Israel debía darle una vara a Moisés con su nombre. Dejarían las varas delante de Él y la que floreciera sería la del escogido por el Señor, que resultó, por supuesto, ser la de Aarón[1]. Muchas veces, sucede que estás rodeado de gente que te cuestiona y murmura sobre lo que Dios te ha llamado a hacer. Los cristianos pensamos que con buenos argumentos vamos a defendernos, que con un verso de la Biblia combatiremos a quienes murmuran, pero Dios no quiere eso, quiere que demos evidencia, que nuestros frutos hablen de Él.

 

Debes comenzar a florecer, a frutificar, para que cuando la gente vea tu bendición, entienda que no fuiste tú quien lo logró, sino Dios. Tu fruto será la evidencia de la realidad de Dios en tu vida. No tendrás que discutir con todos los que busquen confrontarte, no tendrás que explicar la doctrina, no, ya que es tu fruto, tu negocio, tu familia lo que hablará de lo que Dios hace en tu vida. Con el fruto cesarán las murmuraciones. La gente tendrá que callarse la boca cuando comience a ver cómo Dios te levanta, te restaura y te prospera. La Biblia dice claramente que el árbol se conoce por el fruto. Si ves un mango en un árbol, ¡sabes que ese es un árbol de mango!; cuando ves gente transformada y bendecida, llena de luz, comprendes que es una persona del Señor, levantada y ungida por Él. Puede que yo no le caiga bien a muchos, yo mismo no me caigo bien a veces, pero no se puede negar que mi vida tiene fruto y eso es suficiente. El Señor hará cesar las murmuraciones, como lo hizo con el pueblo de Israel.

 

¿Qué podemos hacer para ser más fructíferos? Sabemos que la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento, es decir que el fruto y la bendición se van incrementando. Tu vida cada vez debe verse más bendecida para que todos crean en el Señor.

 

La primera instrucción para dar fruto es la revelación. Una cosa es la identidad de tus padres y tu nación, y otra cosa es la identidad que te da Dios, porque al nacer de nuevo y dar fruto, debes saber quién eres en Cristo Jesús. Eres ciudadano del cielo, lavado en la sangre del Cordero, ungido por el poder del Espíritu Santo. Eres una criatura nueva. Necesitas asumir la identidad que te da tu Padre celestial. Sabemos que genéticamente tenemos el tipo de sangre del padre, por eso, la sangre de Jesús es la única que puede dar perdón de pecados. Ese mismo Espíritu que visitó a María para que concibiera a Jesús, es el que viene sobre ti cuando naces de nuevo, así que tienes nueva identidad.

 

Los cristianos siempre queremos más y más, esa es la naturaleza del Señor, de abundancia, no de escasez y duda. Los que critican tu identidad como hijo de Dios tienen un gran problema, porque tú seguirás avanzando, pero ellos quedarán estancados por esa amargura. Así que debemos pensar en grandes frutos, sin importar las críticas, ya que tu fe se debe revelar en obras. ¡Esa es nuestra identidad! Si Dios es tu Padre, no hay recurso que no pueda proveerte para realizar Su obra. Moisés era tartamudo, Gedeón era  miedoso, pero Dios los envió a realizar Su obra. Debes creer en Dios y quién es Él en ti.

 

La segunda instrucción para fructificar y florecer es tolerancia al dolor. ¡Sí! Quien no aguanta dolor nunca llega a tener frutos. Para que haya un alumbramiento debe haber dolor, de lo contrario nada puede nacer. Los israelitas debían tomar la vara y grabar con cuchillo el nombre que Dios les dio. Tus cicatrices son las que determinan la cantidad de fruto que producirás. La mayor unción nace del dolor. Debes tener tolerancia al dolor, porque después del desierto, viene la conquista de la tierra prometida. Después del valle de sombra y de muerte, vienen las mayores bendiciones. ¡El fruto viene, la multiplicación viene, pero debes seguir adelante! Levántate, lo que no te mató, te hace más fuerte.

 

La tercer instrucción es la centralización o localización. El Señor les dijo que debían colocar la vara en un lugar específico. No debemos ser nómadas; si Dios te trae a una iglesia, no te lleva a otra la siguiente semana. Debes echar raíces, de lo contrario, no habrá frutos. Si tomas una lupa, debes centralizarla en un lugar para que pueda comenzar un fuego. Si la mueves, no funcionará. Debes centralizarte, enfocarte, concentrarte. Claro que no es divertido, requiere compromiso, pero la permanencia es vital para la fructificación. Si tomas una flor y la trasplantas 25 veces, se muere. Debes echar raíces en un lugar. ¡Cuando permaneces donde Dios te ha plantado, el fruto se produce!

 

La cuarta instrucción que se necesita para fructificar es paciencia. El Señor dijo que la vara estaría en el templo toda una noche. ¿Por qué no algo rápido? Porque Dios es Señor de procesos. Lo hizo todo en seis días, no en uno. ¡Noé hizo el arca en 120 años! Ese tiempo le sirvió para transformarse. Algo pasa en ti cuando inviertes tiempo en el Señor. Los frutos se obtienen con paciencia. Dios podría enviar del cielo niños formados, pero estableció un proceso de gestación de nueve meses. ¡Se requiere paciencia para ver frutos!

 

La quinta instrucción para fructificar es la mentoría. Debes tener un maestro. El Señor le habló a Moisés y a él le dijo qué hacer con la vara de Aarón. Dios es Señor de jerarquías. El manto de Eliseo era de Elías, quien se lo dejó. Está bien imitar, debemos ser imitadores de quienes obtienen las promesas. No es imitar la apariencia, sino la fe. Debes caminar en esa línea de unción. Con certeza puedo decir que mucha gente no llega a obtener todo lo que Dios espera porque ha decidido ser un llanero solitario sin cobertura espiritual que lo forme. En la Palabra vemos que la viuda fue donde Eliseo porque ella sabía que la unción le había sido transmitida. Debes meterte bajo la sombra de hombres de Dios que te enseñen y te guíen. El aceite de la viuda provenía de una vasija, no de muchas. Alguien es portador de unción que puede compartir. ¡Si Moisés no recibe la indicación de cómo Aarón iba a fructificar, no hubiera sucedido el milagro!

 

La vara de Aarón estaba muerta, seca, sin vida, sin fruto. Era imposible que floreciera, pero en la presencia del Señor, a Su servicio y bajo un liderazgo, la vara dio frutos. ¡Aunque tu ánimo esté muerto, aunque no haya fruto en tu hogar y tu trabajo, en el nombre de Jesús, Dios te hará abundar en frutos!  Más allá del dolor, de los errores, de los tropiezos, Dios tiene un plan para tu vida. Talvez Aarón no sabía lo que sucedería, ni Moisés, pero Dios lo tenía todo fríamente calculado. El Señor tiene un plan de grandes frutos, grandes logros para ti. Vienen días de abundancia de fruto sobre tu vida.

 

No permitas que las murmuraciones te detengan. En el caso de Aarón, no detuvieron el milagro, pero cuando el milagro sucedió, las murmuraciones se detuvieron. ¡Dios te dará multiplicado lo que crees que has perdido en el proceso de fructificar, en el nombre de Jesús! Tu vida está a punto de entrar en un tiempo de abundante fruto.

[1] Números 17:2-8 relata: Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara por cada casa de los padres, de todos los príncipes de ellos, doce varas conforme a las casas de sus padres; y escribirás el nombre de cada uno sobre su vara. Y escribirás el nombre de Aarón sobre la vara de Leví; porque cada jefe de familia de sus padres tendrá una vara. Y las pondrás en el tabernáculo de reunión delante del testimonio, donde yo me manifestaré a vosotros. Y florecerá la vara del varón que yo escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra vosotros. Y Moisés habló a los hijos de Israel, y todos los príncipes de ellos le dieron varas; cada príncipe por las casas de sus padres una vara, en total doce varas; y la vara de Aarón estaba entre las varas de ellos. Y Moisés puso las varas delante de Jehová en el tabernáculo del testimonio. Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras.

 

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