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Familias construidas, familias destruidas

23 de julio de 2017

Tiempo de lectura: 6 minutos

Cuando el pueblo de Israel finalmente conquistó la tierra prometida, Dios les dio los lineamientos que esperaba que siguieran. Les pidió que compartieran la historia y la Palabra con sus hijos. Dios esperaba que no se perdiera ese legado que tanto esfuerzo costó[1]. Les pedía: “Hablen con sus hijos, cuénteles los que Yo hice. Cómo lograron entrar a la tierra prometida”. Dios esperaba que todo eso nunca se perdiera, que fuera perpetuo[2].

¿Te imaginas? ¡Lo que costó sacarlos de la esclavitud, para que la tercera generación se olvidara de lo que el Señor había hecho por ellos![3] Tanto así, que comenzaron a servir a otros dioses. Fue tal la maldad de las siguientes generaciones que volvieron a esclavitud. Ahora sucede lo mismo. Corremos el peligro de “humanizarnos” tanto que nuestros hijos y nietos ni siquiera les interese saber qué significa y ha significado Dios para nosotros.

Con la primera familia sobre la tierra, la que formó Adán y Eva, sucedió que la segunda generación pecó cuando Caín mató a su hermano Abel, pero el nieto que nació del tercer hijo de Eva, Enós, comenzó a invocar el nombre del Jehová y de esa forma, podríamos decir que inició un buen legado[4]. Como vemos, es fácil perder la herencia de bendición, porque es un reto ser constantes en el camino del Señor. Por eso, debemos ser intencionales en buscar tiempo para compartir con nuestros hijos sobre lo que Dios ha hecho en nosotros y en nuestra familia.

En la Biblia también leemos sobre la familia de David, quien heredó su legado de relación con Dios a su hijo, Salomón. Este rey fue sabio y honraba al Señor, tanto que construyó el magnífico templo que fue por mucho tiempo la casa donde Dios habitaba, pero luego, al morir Salomón, se terminó la sucesión. Nosotros tenemos la responsabilidad de construir un legado de bien para nuestras generaciones, porque es muy fácil que venga la tentación y los seduzca para que se alejen de Dios. Qué triste sería perder el corazón de nuestra familia cuando ya le pertenecía al Señor. ¡Debemos perpetuar la bendición que tanto costó alcanzar! A los 19 años de edad, lo menos que yo pensaba era ir a la iglesia, pero Dios tenía otros planes.

La familia de Job es otro interesante ejemplo, porque era un hombre justo que no pecó en medio de la adversidad. Aunque parece que su esposa no era tan buena y piadosa como él porque cuando llegaron los problemas, lo condenó diciéndole que maldijera a Dios y se muriera. Y al parecer, sus hijos seguían el ejemplo de la mamá, ya que la muerte los sorprendió en una gran fiesta. Los hijos siempre buscan un patrón de vida que les dé comodidad y placer, por eso, ambos padres debemos ponernos de acuerdo en los valores y convicciones que enseñaremos en la familia. ¿Cómo podemos lograr que Dios sea trascendental en la vida de nuestros hijos? ¿Cómo podemos perpetuar esa bendición que costó tanto obtener? Hay que esforzarnos porque nuestros hijos están rodeados de personas que atacan esas convicciones. El mundo tiene suficientes herramientas para seducirlos y robarles su fe. ¿Qué estamos haciendo para que les vaya bien, mejor que a nosotros? No queremos que ellos atraviesen ese desierto que nosotros enfrentamos para conocer la verdad de Dios. No queremos que les vaya mal, que aprendan a través del sufrimiento. ¿Cómo podemos librarlos de esas luchas? Son nuestra sangre, llevan nuestra genética y deseamos lo mejor para ellos.

Personalmente, te sugiero apartar un día de la semana para compartir con tus hijos lo que Dios ha hecho por ustedes. Reserva un tiempo para que dialoguen sobre las razones por las que decidieron amar, respetar y servir al Señor. Comparte tu testimonio, lo que era tu vida y cómo tu Padre la ha transformado. Él nos saca de la esclavitud del pecado para adorar y servir, para vivir plenamente y dar de gracia lo que de gracia hemos recibido. Debemos construir un legado. Los hijos de Elí, por ejemplo, no fueron capaces de preservar y extender el legado que recibieron, así que Samuel lo tomó.

¿Cómo se construye un legado? Padre de familia, ¿qué estás dispuesto a entregar, qué estás dispuesto a sacrificar? A veces, puedes tener una reunión o algo, pero lo más importante es tu familia, tus hijos. ¿Cuánto estás dispuesto a invertir? A tus hijos debes formarlos, ellos no lo logran solos. Hay que tener iniciativa para enfocarse en el proceso de formación. Cada uno de tus hijos es diferente, tiene algo que decir y necesita un tiempo especial. Instrúyelos para la vida, cuéntales anécdotas sobre lo que ha enfrentado tu familia.

Debemos enseñar resiliencia que es la capacidad de sobreponernos a la adversidad. Necesitamos desarrollar esa característica de las personas exitosas y felices. ¿Cómo construir una familia resiliente? Con amor y valores. Cuando aparece la adversidad, comenzamos a dañar a quienes tenemos cerca y complicamos más las cosas. En una dificultad económica, los esposos pelean. Si los hijos se portan rebeldes, hay peleas entre ellos y los padres. ¿Por qué actuamos así si la adversidad se enfrenta mejor unidos, no solos? Tus hijos necesitan escucharte, cuáles son tus pensamientos y emociones. Si te dicen que la enfermedad es incurable, tu resiliencia te motiva a luchar con fe. El futuro no concuerda con una enfermedad que busca determinarla. Una familia resiliente permanece unida frente a la adversidad, porque son los mejores aliados, no enemigos.

El 31 de enero de este año, a las 4 pm, murió mi mamá. Yo estaba muy unido a ella, así que su muerte me desmoronó, me trajo al piso. Sé que está junto al Señor, pero me pegó muy duro. Mi humanidad sufrió. Había que enfrentarlo y salir adelante. Descubrí que las herramientas estaban en mí, pero comencé comportarme irritado, molesto y lastimar el corazón de mis hijos. Todo me molestaba, me la pasaba regañando por el desorden, por los errores. Comencé a ser rudo, no era resiliente sino áspero con ellos y con mi esposa. Entonces, ella les dijo: “Tranquilos, su papá está viviendo un momento difícil que ya pasará”. Viví mi proceso, pero daba pasos por el camino equivocado. El corazón de un hijo golpeado difícilmente buscará seguir tus pasos y recibir el legado que quisieras darle. No querrá escucharte si lo dañas, así que ve con cuidado. Gracias a Dios, reaccioné. Aparté un día, les pedí perdón y paciencia.

Para construir una familia de sucesores de bendición, para construir un legado que permanezca y se perpetúe, debemos ser intencionales en compartir valores. Tus hijos deben escucharte afirmar su identidad, que sepan quiénes son para poder enfrentar las tentaciones; de esa forma, la bendición se potencializará, porque si Dios ha sido bueno contigo, ¡cuánto más lo será con tus hijos! Ellos necesitan ver a un padre que dobla sus rodillas y clama a Dios.

Tu desafío es construir una familia resiliente que perpetúe la bendición, la protección y la obra del Señor. Debes convencer a tus hijos del cuidado amoroso de nuestro Padre. La vida es corta y rápida, el tiempo pasa, por eso, debemos esforzarnos por construir un legado que trascienda. La vida tiene un límite, el legado no. Busquemos que nos recuerden por el sello de bendición que dejamos en nuestros hijos, porque ellos son nuestra inspiración. Construye a tu familia, edifícala, diles cuánto los amas, bendícelos, regálales palabras de afirmación, declara la gracia del Señor sobre la vida de cada uno. Ellos son tus mejores aliados. Junto a tu esposa y tus hijos, vencerás los obstáculos. El futuro está en tu boca, el milagro está en tus palabras y la respuesta está en tu fe. Si te has equivocado, reconoce tus errores y pide perdón, demuéstrales tu amor. A partir de ahora, dedica tu vida a transmitir a tus hijos el amor, la honra y el servicio al Señor, quien desea perpetuar Su bendición sobre tus generaciones.


[1] Deuteronomio 6:4-9: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos;  y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

[2] Deuteronomio 6: 17-21: Guardad cuidadosamente los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y sus testimonios y sus estatutos que te ha mandado. Y haz lo recto y bueno ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que Jehová juró a tus padres; para que él arroje a tus enemigos de delante de ti, como Jehová ha dicho.  Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa.

[3] Jueces 2:8: Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales.

[4] Génesis 4:25-26: Y conoció de nuevo Adán a su mujer, la cual dio a luz un hijo, y llamó su nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín. Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová.

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