27 de diciembre de 2014
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Cuando leemos sobre el nacimiento de nuestro Señor, es irónico descubrir que la primera reacción de los pastores a quienes los ángeles anunciaron esa maravillosa noticia fue de temor[1]. ¿Es posible que la presencia del Señor o que las cosas buenas nos provoquen miedo? Por increíble que parezca, suele suceder, pero no le temas a lo que ha de venir, porque es bendición. Que los desafíos venideros no te paralicen sino que te motiven a avanzar. Prepárate para aceptar las oportunidades y a enfrentar tus temores, entonces, como esos pastorcitos, verás la gloria de Dios. Lo único que nos quita el temor a lo bueno y a tomar decisiones es la Palabra del Señor, así que toma la costumbre de leerla y ponerla en práctica. Si quieres bienestar para tu familia, pero tienes miedo a emprender, debes vencer los temores porque te paralizan. En la vida hay que hacer las cosas con todo y miedo, sobre la marcha se supera la ansiedad y se fortalece la fe. ¡Aplasta ese espíritu de temor con las promesas del Señor! Esa es una hermosa lección que aprendemos del nacimiento de Jesús.
La segunda enseñanza es que este tiempo de Navidad es bonito y alegre, además de una excelente oportunidad para imitar al Señor y realmente buscar la paz y la buena voluntad entre los hombres, ofreciendo nuestro cariño y buscando la reconciliación con quienes hemos tenido dificultades. Jesús vino a darnos ejemplo, pero no de nacer en un pesebre, ya que esa fue una circunstancia externa. Su enseñanza clara y real está en el Evangelio de amor que predicó con palabras y con acciones. ¡Lo que realmente debemos imitar es Su capacidad de perdón, su corazón humilde y obediente a los planes del Padre! No podemos morir en una cruz para salvar a la humanidad, pero sí podemos mantenernos en paz con todos y expresar nuestra buena voluntad con amor y paciencia.
Así que para celebrar como se debe el nacimiento de nuestro Salvador, honrémoslo haciendo vida Su ejemplo. Superemos el pasado como el superó la circunstancia de Su nacimiento. Dejemos atrás la amargura y las cicatrices, perdonemos y busquemos la paz. Esa es la mejor forma de celebrar la Navidad.
Te propongo que aproveches este tiempo para hacer esa llamada que traerá paz a tu vida y a tu corazón. Tú sabes a quién o a quiénes debes buscar. No tengas miedo de las reacciones, cumple tu parte, lo que te corresponde para sanar las relaciones. Da vuelta a la hoja, inicia un nuevo tiempo libre de rencor, enojo y frustración. Busca la paz, esa es la única forma de ser feliz y demostrar que eres cristiano de verdad, no solo de nombre. Deja de hacer la lista de las ofensas que has recibido, olvida y da gracias por lo que bueno que te han dado. Si permitimos que los pleitos nos afecten permanentemente, será difícil tener un futuro bien. Mostrar buena voluntad es imitar a Jesús. Abre tu corazón al amor y a la paz, gózate con tus seres queridos y promete que a partir de ahora, serás una mejor persona en todo sentido. ¡Ponte una moña, no los moños! Es decir, regala una buena actitud, atención y perdón, no arrogancia y orgullo. El mejor regalo que puedes ofrecer es tu amor, paz y buena voluntad. Celebra la Navidad agradando al festejado, a Jesús, quien desea nacer en tu corazón para regalarte un nuevo comienzo.
Versículos de Referencia:
[1] Lucas 2:8-15 relata: Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
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