01 de junio de 2007
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¿Cuántos desean ser más productivos y más fructíferos en la vida?
Cuando uno es productivo, se siente más motivado que cuando no lo es. El fruto que das, aunque no comas tú de él como tal, lo estás dando para alguien más.
Marcos 11:12-13
Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez había en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
No era tiempo de higos ni tiempo de hojas. La gente que tiene un montón de hojas, pero no tiene nada de fruto es un problema. Esas higueras a Jesús no le agradan. Si vamos a dar hojas, tenemos que dar fruto.
La higuera mide de 4 a 7 metros de altura, tiene hojas poco duraderas, ramas torcidas y encorvadas. La escogen por dos cosas: por su sombra y por su fruto. En otras palabras, se escoge por su servicio. Tenemos que aprender que la belleza no es el fruto que da esa persona, sino que tiene que ser algo que se pueda comer. Hay un proverbio que dice: “La mujer hermosa y sin razón es como un cerdo con un anillo en la nariz”. La verdad, hay mujeres que son hermosas, parecen modelos, pero cuando busca la razón, se nota que tiene un anillo en la nariz.
La razón es la que en parte vivimos en una casa, en una iglesia, y con eso es con lo que tenemos que aprender a vivir, porque toda la belleza se termina.
Marcos 11:14, 20-21
La higuera ahora está seca, no va a tener higos desde la raíz. Todo el mundo piensa que la maldición fue que se había secado, pero esa fue la consecuencia. La gente piensa que cuando quiebra un negocio fue una maldición, pero la quiebra sólo fue una consecuencia. La maldición fue lo que Jesús le dijo a la higuera, ésta escucha, aun los mares lo escucharon. Pero cuando Jesús le dijo: “Jamás nunca nadie coma de ti”, esa fue la maldición y ahí fue donde se secó. La maldición es no tener a quién servir, pero mientras los mismos hijos de Dios no distingan qué es una maldición y una bendición, no podrán dar fruto.
El único que hacía alarde de conocer a Dios fue el que no produjo y fue el que mandaron a las tinieblas. Tenemos que ser más personas de frutos y no de palabras. Los otros no tenían alarde de conocimiento ni hablan en lenguas, pero actuaban.
Que nunca nadie te vuelva a sacar el jugo, que nunca nadie consuma de tu tiempo, que nunca nadie te pida ayuda, que nunca nadie te llame a media noche, eso es una maldición: no tener nada que aportar.
Esa gente que se vive quejando que sólo a ellos los llaman, no comprenden que eso es una bendición y no una maldición.
Cuando menos sientes, las personas crecen y dan fruto. Y damos gracias a Dios porque ha escuchado esa Palabra y ha dado fruto.
Cuando estás dando fruto, paz, amor, benignidad, lo estás haciendo para alguien más. Cuando se habla de fructificad es para alguien más. Lo acepte o no, Dios me ha dado la vida para alguien más, debo vivir para alguien más y dar fruto para alguien más.
La higuera la maldijo Jesús, no con decirle “sécate”. Sino porque ya no daba fruto, se secó por tristeza, por ser útil.
La maldición no consiste en que te seques, sino en nadie más coma de ti.
Entre más dispuesto estés, duele menos cuando te dicen “quédate”. Pero si no quieres, te pones tan mal y hasta tenso, porque no querías quedarte.
Juan 15:1-2
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto lo limpiará, para que lleve más fruto.
Si te das cuenta, al que le dieron el talento se lo quitó y lo mandaron a las tinieblas.
No hay necesidad de llegar hasta ese punto. En la misma tierra, cuando eres negligente, te despiden y ahí es donde se mira mal todo, porque hay que pagar las cuentas.
La primera orden que el Señor dio es de dar fruto, y la segunda fue de multiplicarse.
Lo primero que el Señor dijo fue: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.
Di: “Yo soy hecho a imagen y semejanza de Dios”. Lo primero que Dios le habló al hombre fue de su imagen. La Biblia dice que Dios tiene cuidado de todos los cabellos de nuestra cabeza.
Creerte semejante a Dios, no es pecado, es reconocer cómo fuimos creados.
Di “Yo soy semejante a Dios, no soy menos que eso”.
Di “Yo llevaré fruto y luego más fruto”. ¿Cómo paso del fruto a más fruto? Cuando tú das fruto, haces lo que la Palabra dice, pero hay otra Palabra que dice lo que tengo que dejar de hacer. La Palabra te poda.
Para pasar de dar fruto a dar más fruto; lo que hay en medio es quitar esas cosas que a Dios no le agradan, que tienes que cambiar.
Puedes crecer dando fruto y dejar que recorte la rama. Te tienes que dejar que Dios te pode, que te limpie, y quite lo que no le agrade.
Si no cortas lo que no deja que des fruto, entonces no vas a seguir dando fruto. Termina con lo que no es de Dios, para que puedas dar más fruto.
Juan 15:3-6
Di: “Yo voy a dar fruto, más fruto, mucho fruto; recibiré su Palabra para dar fruto, seré recortado para dar más fruto y voy a permanecer para llevar mucho fruto”.
Juan 15:7
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
Cuando tú recibes una Palabra y dices: “No importa si estoy bien, o estoy en crisis, pues esta Palabra permanecerá en mí sin importar lo que esté pasando”. Cuando permanece esa Palabra, tú llevas mucho fruto. Entonces dice el Señor: “Pedid todo lo que queráis y se os será hecho”.
Pedir no es malo, si esto es lo último de la cadena de dar fruto. Pero hay personas que no quieren dar fruto; sin embargo, sí se acercan a los que tienen fruto para que Dios les responda.
Uno no puede llevar fruto si no está lleno de la Palabra.
Juan 15:8
En esto es glorificado mi Padre, en que lleves mucho fruto y seáis si mis discípulos.
Di: “Los discípulos no llevan fruto, ni más fruto, sino que mucho fruto”.
El Padre es glorificado en lo que pides, porque es una evidencia más que has dado fruto.
Si El no quisiera darte todo, por qué te dice: “Este es el premio de dar fruto: que pidas todo lo que tú quieras”, porque lo has glorificado.
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