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Gente extraordinaria

24 de julio de 2016

Tiempo de lectura: 5 minutos

Dios es experto en formar gente extraordinaria. La diferencia entre algo ordinario y algo extraordinario es ese “extra” que suma un beneficio. Los hijos de Dios siempre estamos en proceso de formación, porque Él continúa trabajando en nosotros, en nuestra mente, cuerpo y corazón. Cada situación adversa que enfrentamos es un aprendizaje, es el tiempo que nuestro Padre aprovecha para formar y edificarnos como personas extraordinarias. Yo puedo testificar de tres momentos clave en mi vida. El primero fue la época de escasez de mi familia, cuando abríamos el refrigerador y solo encontrábamos agua. El segundo acontecimiento fue en las playas de Champerico, cuando mi hermano y yo casi nos ahogamos. Y el tercer acontecimiento fue el día que mi hija mayor nació y la llevaron directo a cuidados intensivos. En medio de esas circunstancias difíciles, Dios me formó. Yo tuve que pelear, desafiar mi sistema de creencias, aferrarme a Sus promesas y declararlo con fe. En esos momentos, crecí como persona y como cristiano.

Un aspecto importante respecto a la formación de gente extraordinaria es que Dios utiliza tareas ordinarias y sencillas para lograrlo. David, por ejemplo, fue pastor de las ovejas de su padre en el proceso de ser formado como rey. Seguro él quería ir con sus hermanos para aprender sobre la guerra y estrategia, pero su tarea fue cuidar del rebaño de su familia. ¿Qué complicación tenía ese trabajo? Realmente ninguna, pero en ese tiempo, se fortaleció, tuvo íntima comunicación con Dios y se preparó al luchar contra leones y osos. Talvez su pensamiento fue: “Si soy fiel en lo poco, sobre mucho me pondrán.” David afinó su puntería para encontrar el punto vulnerable del enemigo que enfrentaba y ese entrenamiento le sirvió para vencer al gigante que amenazaba día y noche al ejército de Israel. Ahora, la gente no sabe lo que has tenido que enfrentar, no sabe lo que has tenido que arriesgar, los enemigos que has tenido que vencer, por eso, no escuches a las personas que tienen una percepción equivocada, porque desconocen cada episodio de tu vida, porque de todas esas dificultades, Dios te ha sacado y te respaldará en el futuro.

Dios forma grandes hombres a través de tareas sencillas. Él forma destrezas, valentía, carácter y confianza. ¿Confías de verdad en Dios? ¿Confías en que terminará en ti la buena obra que inició?, ¿confías en que tu vida es como la luz de la aurora que va en aumento?  ¡Confía en Él! Si se meten contigo, se meten con Dios, tal como sucedió con David, un pastor que venció a un soldado profesional. Dios te ha estado formando, ha estado poniendo pensamientos en tu mente y motivación en tu corazón. Dios tiene sistemas para construir personas extraordinarias con procesos extraordinarios que parecen sencillos. David parecía ser un pastor sencillo, pero Dios lo veía como el futuro rey de Su pueblo. Vencer a Goliat solo fue un paso en el proceso, porque su asignación y propósito era mayor. Cuando estés claro en tu identidad, estarás seguro de quién te acompaña, de quién te respalda, entonces, no habrá gigante que se levante en tu contra.

Cuanto te dejas formar, cuando permites que el Señor edifique tu vida, llegas a hacer lo que nadie más puede. Dios te escogió como parte de las generaciones del cambio, quien marcará el antes y el después en tu familia, quien romperá las cadenas de enfermedad, muerte, pobreza, divorcio y toda maldición. Por eso te escogió. ¿Quién estaba con David en el campo? Solo Dios, nadie más. A veces, esperamos que nos acompañen otros, pero hay momentos cuando estarás solo tú, Dios y tu problema. Si tu alma dirige tus pasos, retrocederás porque en el alma sentimos las ganas de huir, de no enfrentar, de visualizar más grande al gigante que la victoria que Dios nos da; si no sujetas tu alma bajo la voluntad del Señor, te sentirás derrotado, porque te dejarás influenciar por tus sentidos, pero si te dejas formar por Él, tu espíritu fortalecido te llevará a la victoria. Le dirás al Señor: “Padre, para esto me formaste, para este momento me enseñaste a luchar.” No temas, Dios te está construyendo y formando.

Es normal sentir temor, pensar: “Ya no aguanto”, esa es nuestra naturaleza, pero cuando vas al lugar secreto, donde te espera quien conformó cada célula de tu cuerpo, quien te conoce desde el vientre de tu madre, quien convierte un pastor de ovejas en el vencedor del gigante, te fortaleces y recargas. Tu valentía definirá hasta dónde Dios te llevará. Él es quien tiene un plan de bien para ti, es a quien debes escuchar, no al gigante, no a la enfermedad, a la pobreza o al divorcio que te gritan: “No lo lograrás”.

José es otro hombre extraordinario de quien podemos aprender sobre los procesos de formación para llegar a cumplir nuestro propósito. Su proceso incluyó que los hermanos lo vendieran, además de calumnia, esclavitud y cárcel. Dios lo estaba formando para ser el hombre más influyente de la nación más poderosa de la tierra[1], pero tomó años lograrlo. El Señor nunca se ha olvidado de ti, tiene bien claro hasta dónde te quiere llevar.

Job también enfrentó gran tribulación. Imagina que sus “amigos” o como sería ahora “sus hermanos de grupo”, lo condenaban al decirle que todas sus tragedias era consecuencia de su pecado y que debía arrepentirse. La percepción de la gente no debe ser válida en tu corazón, porque solo Dios sabe dónde te está posicionando. En la medida que le permitas trabajar en ti, Él podrá perfeccionarte y provocar que Su plan se cumpla. Estás destinado para la grandeza, para ser cabeza y no cola, lo que vives es circunstancial. A veces, el enemigo está dentro y se llama temor, comodidad, miedo, pero puedes vencerlo. Si te está yendo mal, ten claro que solo es una etapa y que todo será para bien, pero no te menosprecies, no declares derrota sobre tu vida.

Muchos hubiéramos desacreditado a Job desde el comienzo, pero Dios lo construyó como un hombre único y extraordinario. Hay un capítulo en blanco esperando para relatar tu historia, para que se escriba cómo lograste alcanzar un futuro glorioso a partir de terribles circunstancias. Tu presente puede ser duro, pero Dios se encargará de protegerte y cuidarte porque le costaste la vida de Su Hijo. Hay sangre de por medio, la de Jesús, quien se sacrificó por verte salvo y bendecido en todo. No pretendas batallar sin antes ir delante de Dios, quien te dará las estrategias. No luches en tus fuerzas, porque te cansarás y te desanimarás. Todo enemigo tiene un punto vulnerable y tu Padre te enseñará cuál es para que lo derrotes. Muchos están esperando que te dejes construir y formar, tus próximas generaciones te recordarán como una persona íntegra, fuerte, que supo luchar y que confió en el Señor. ¡Así es como Dios forma a personas extraordinarias!

Si estás pasando un momento duro, si sientes que ya no aguantas la presión y la angustia, si hay personas que te lastimaron, si aceptas lo que otros dicen de ti, ahora es el momento de dejar todo eso y levantarte como alguien a quien Dios escogió. Todavía no ha concluido tu historia, esta leve y momentánea tribulación producirá un excelente y eterno peso de Su gloria. Él te fortalecerá en tu debilidad, estará contigo todos los días de tu vida, y hará que todo funcione para bendición porque lo amas y te ama. Búscalo, es momento de darle la oportunidad de levantarse a tu favor, tal como se levantó por José, David y Job.

Piensa en aquello que deseas que Dios haga, dónde quieres que intervenga, qué esperas que Él provoque. Pídele, creyendo que sucederá: “Padre, escucha el anhelo de mi corazón. Gracias por formarme, por instruirme para dar la batalla y obtener la victoria en medio de mi circunstancia. Sé que estás conmigo, soy Tu hijo. Lo que vivo ahora y durante mis próximos días es un desafío para confiar en ti, para ver cómo te manifestarás sobre mi vida”. Él te escucha, te lo aseguro. Que tu alma no se turbe, porque Dios es tu salvación, tu fuerza, tu confianza, tu refugio, siempre.


[1] Génesis 45: 5-8: Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.

 

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