23 de enero de 2016
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Hacer lo correcto de la forma correcta
Es necesario hacer el bien, con la mejor actitud y con excelencia.
Me encantan los deportes y con tanto tiempo de practicar algunos, es fácil descubrir que para ser un deportista profesional, además de técnica, necesitamos confianza y la actitud correcta, una actitud de ganador, porque nuestras habilidades se ponen a las órdenes de nuestra actitud. De nada sirve ser muy inteligente o poseer gran habilidad, si nuestra actitud es arrogante o si nos menospreciamos.
En la Biblia leemos sobre un hombre llamado Simón, quien practicaba magia y engañaba a toda la ciudad, al punto que todos lo consideraban alguien que merecía respeto y atención. De esta forma vemos un primer enfoque de la relación entre la habilidad y la actitud. Este hombre hacía algo incorrecto, pero lo hacía bien, de forma correcta. Era bueno en hacer lo malo, como los grandes estafadores que engañan a muchas personas porque saben venderse, mienten de tal forma que convencen, desarrollan toda una técnica para hacerlo.
Al continuar con la historia de Simón, vemos que luego hubo una transición. Cuando llegó Felipe a la ciudad, la gente comenzó a creer en él, incluso el mismo Simón. Tanto lo convenció con sus acciones que se unió al evangelista, sorprendido por las maravillas que hacía. Por lo tanto, vemos en Felipe a alguien que hacía lo correcto de forma correcta. Entonces, Simón le ofreció dinero a cambio de recibir los dones del Espíritu Santo para tener la misma capacidad de hacer maravillas. Así que él se convirtió al Señor, pero buscó hacer lo correcto de forma incorrecta[1].
¿Qué pasa con nosotros? Antes de entregarle nuestra vida al Señor, hacíamos cosas incorrectas, pero con la mejor actitud. Comprábamos el mejor licor, los mejores cigarros. Incluso éramos generosos con los compañeros de parranda. Luego, cuando Jesús nace en nuestro corazón, debemos hacer lo correcto de forma correcta, pero a veces nos cuesta, y terminamos haciéndolo de la forma incorrecta: vamos desganados a la iglesia, no asistimos a un grupo en casa, nos de vergüenza que nos vean alabar al Señor. ¿Por qué gastabas con gusto tu dinero en vicios y buscas tantas justificaciones para cumplir con el diezmo para el Señor? Cuando yo entregué mi vida a Dios, reflexioné en todo eso y decidí que sería tan disciplinado en mi nueva vida de servicio a Él, como antes lo hacía en mi vida de deportista, profesional y parrandero. No iba a dejar de alabar al Señor con mis manos levantadas, si antes, durante los entrenos de voleibol, las mantenía levantadas aunque me dolieran, porque el entrenador me exigía que lo hiciera. No iba a escatimar en comprar la mejor Biblia que pudiera, si antes no escatimaba en los mejores licores. ¡Debemos hacer lo correcto con la actitud correcta y de la forma correcta!
Con qué esfuerzo y buena actitud te desgastas por superarte, por estudiar, ¿por qué das excusas por invertir tu tiempo en el Señor? Cuando buscabas trabajo tenías buena actitud, presentabas tu currículum con entusiasmo, te preocupabas por arreglarte bien para las entrevistas; ahora que tienes trabajo, ¿te quejas y no te esfuerzas como es debido? Esas contradicciones terminan siendo naturales y aceptadas, si no las evitamos.
Si lo analizamos, nos daremos cuenta de que es posible realizar la misma actividad con diferente actitud y por diferentes razones. En la Palabra leemos que todos predicaban, pero unos lo hacían por envidia y otros por el correcto deseo de compartir las buenas noticias[2]. Si Jesús me perdonó y me da la oportunidad de hablar sobre Él, lo haré con excelencia y con el genuino deseo de bendecir a otros.
Los padres vemos que los niños hacen lo correcto, pero de mala gana. ¡Hay que amenazarlos hasta para que se bañen y se laven los dientes! Estudian de mala gana como si el beneficio no fuera para ellos. Si la mamá les pide algo, lo hacen a regañadientes, pero si piden algo, lo quieren rápido. Me parece que hemos confundido las cosas, porque todo lo que es bueno y nos ayuda, debemos hacerlo con buena actitud, agradecidos por tener oportunidades y bienes que muchos otros no tienen. Por lo tanto, la mejor actitud es de gratitud y entusiasmo para hacer lo correcto, no por vanagloria sino con humildad[3].
Por supuesto que tenemos derecho a buscar ganancias en nuestro negocio, pero de la forma correcta, no con sobornos. ¡Afina estos detalles en tu vida, porque debemos aprender a vivir bien! Todo debemos hacerlo de corazón, como para el Señor, es decir, con excelencia, porque para Dios no haríamos algo mal[4]. Un amigo me dijo hace cierto tiempo que no veía malo tomarse unas cervezas. Así que le dije: “Bueno, la próxima vez que vayas a tomarte una, ora por la cerveza y da gracias”. ¡Por supuesto que no pudo hacerlo! Como tampoco puedes dar un soborno en el nombre de Jesús, quien recompensa lo que hacemos bien y con la actitud correcta. Si hacías lo incorrecto con una actitud correcta, ahora debes hacer lo correcto con la mejor actitud. Esfuérzate y sé valiente para hacer lo correcto. Dios ha prometido, como a Josué, no desampararnos y prosperarnos en todo lo que hagamos conforme a Su Palabra[5]. No debemos tener una fe haragana, porque debemos creer en Dios y en Sus promesas, y también esforzarnos por alcanzarlas, porque la fe es acción. A veces nos cansamos de hacer el bien, nos desgastamos, pero Dios nos anima a que no desmayemos porque la cosecha será buena[6]. ¡Debemos recuperar la actitud correcta!
Demuestra tu buena actitud alabando al Señor y sirviéndole con un corazón agradecido[7]. Si cantabas y bailabas alegre en las parrandas, ¿cómo no bailarás y cantarás con ánimo delante del Señor? Si trabajas con la misma buena actitud con la que sales a divertirte, todo te saldrá mucho mejor.
Jesús nos dio vida en abundancia y debemos aprender a aprovecharla. Si Dios se tomó la molestia de hacer una creación con tantos detalles, si se tuvo la delicadeza de formarte en el vientre de tu madre, por supuesto que merece nuestra mejor actitud para dar fruto abundante con todos los dones que nos ha obsequiado. Cuando nos enfocamos más en lo que tenemos y damos gracias, nuestra actitud mejora. Dile al Señor, con la mejor disposición: “Muchas gracias, Padre, por Tus bendiciones. Gracias por enseñarme a disfrutar y aprovechar la vida que me has regalado. Estoy dispuesto a hacer lo correcto, con la actitud correcta.”
[1] Hechos 8:9-22 relata: Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;
[2] Filipenses 1:15-17 enseña: Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.
[3] Filipenses 2:3 enseña: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
[4] Colosenses 3:23-24: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
[5] Josué 1:5-9 asegura: Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
[6] Gálatas 6:9 motiva: No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
[7] Salmo 100:1-3 pide: Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.
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