22 de abril de 2018
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Cuando tienes hijos, es un hecho que te pedirán: desde comida, vestido y estudios hasta dulces, caprichos… ¡de todo! Y aunque no puedas exigirles que no te pidan ―pues esa es su condición y es parte de su identidad―, como padre sabes en cuáles momentos puedes darles lo que te piden y en cuáles no. Nosotros, como hijos de Dios, le pedimos pensando muchas veces que él no nos responde cuando en realidad solo está esperando el tiempo correcto para decirnos que sí. Si no obtenemos respuesta inmediata muchas veces pensamos que debemos dejar de pedir pero nada más falso que esto porque somos Sus hijos y pedirle a nuestro Padre es parte de nuestra identidad.
Todos reaccionamos con base a la identidad que tenemos, no solo como hijos sino como discípulos. Como discípulos de Dios debemos buscar Su Palabra y guardarla en el corazón.[1] Un buen pastor siempre tiene una Palabra apropiada para las ovejas en el tiempo correcto; pero si no vamos a la iglesia ni escudriñamos las Escrituras, ¿cómo podemos estar atentos a ella? La vida nos da muchas lecciones que nos salen caras por no sentarnos un rato a leer información importante como un mensaje de chat o un correo electrónico cuya lectura postergamos y/o olvidamos. Igual pasa cuando no leemos la Biblia o no llegamos los domingos a la iglesia: corremos el riesgo de perder Palabra valiosa. Como discípulos debemos estar pendientes de las Escrituras y de lo que Dios quiere decirnos.
No permitamos que nuestra identidad se vea afectada por circunstancias externas. Jesús se adelantó a Judas diciéndole que lo que tuviera que hacer, lo hiciera de una vez por todas; y luego, a Sus demás discípulos les dio un nuevo mandamiento: amarse los unos a los otros,[2] acaso previniendo que la traición de Judas hiciera que se odiaran entre ellos y esto hiciera tambalear su identidad de discípulos basada principalmente en el amor al prójimo.
De igual forma, muchas veces las situaciones externas a nosotros amenazarán con derrumbar nuestra identidad como discípulos de Dios, pero cuando estamos conscientes y enfocados en nuestro rol y somos discípulos dispuestos a amar y perdonar, nada nos hará caer. Sé que tratar con gente es difícil y que muchas veces incluso resultamos lastimados, pero nuestro deber como discípulos de Cristo es perdonar y amar, ya que eso será lo que sane nuestras heridas.
Un buen discípulo se somete al cuidado de Dios y a permanecer en Él,[3] así, cuando aprendemos a caminar con identidad de discípulos, el fruto llega. Deposita tu confianza en Dios, confía en Sus procesos y en lo que Él tiene para ti. Adquiere tu identidad como discípulo de Dios y sé como árbol fructífero plantado a la orilla del río.[4]
[1] Juan 8:31-34: Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
[2] Juan 13:27-35: Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto. Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres. Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche. Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará. Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir. Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
[3] Juan 15:1-8: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
[4] Jeremías 17:7-8: Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
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