11 de junio de 2017
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Necesitamos aprender y heredar valores y principios para servir al Señor. Cuando el pueblo de Israel entró a la tierra prometida, tierra de abundancia, luego de siglos de esclavitud, Josué les habló sobre la bendición generacional. Fue uno de los momentos más emocionantes en su vida. Es hermoso ver generaciones bendecidas y es triste ver familias en dificultades porque algún hijo, nieto o bisnieto está pasando penas.
Sabemos que Josué creció a la sombra de Moisés, ¡fue su servidor número uno! Él fue uno de los espías enviados a reconocer la tierra y, con Caleb, fue uno de los que regresó entusiasmado, dispuesto a conquistar. También vivió todo el proceso con el pueblo en el desierto. Al final, lograron entrar a la tierra de la promesa y Josué la repartió. Entonces, les dijo que escogieran a quién servir, si a Jehová o a otros dioses[1]. Al leer esto, me preguntaba: “¿Tenían otra opción?” No puede ser que Dios les diera maná, agua de la peña, columna de fuego, nube de protección y que ¡no quisieran servirle! Pero sucede también ahora que a veces, las personas se alejan del Señor cuando ya están bendecidos. Josué hizo evidente un doble liderazgo, el que ejercía sobre el pueblo y el que ejercía en su casa. A la nación no le podía imponer nada, pero en su casa, con quienes llevaban su sangre, sí podía imponerse. Aseguremos también: “Yo y mi casa serviremos a Jesús”.
El problema ahora es que confundimos nuestro papel de liderazgo. Todos somos líderes en algún espacio, pero en casa, dejamos la opción para que la familia escoja a quién servir. Hacemos lo contrario que Josué, intentamos convencer a la sociedad, pero en el hogar somos permisivos: “Lo que tú quieras, decide tú”. Si quieres a tus hijos bendecidos y educados debes guiarlos correctamente. Hay diferencia entre ser bendecido y educado. Tus hijos son una bendición de Dios, pero eres tú quien debe educarlos. ¿Por qué los pones a escoger si quieren ir a la iglesia si no les dejas opción para ir al colegio? Le damos más importancia a vivir en el sistema de este mundo, el de Adán, que a ir a la iglesia y aprender a vivir según el sistema del reino de Dios, que funciona por fe.
¿Qué pasó con el pueblo de Israel después de que Josué murió? Mientras Josué estuvo al frente, buscaban a Jehová, pero cuando faltó, se levantó la tercera generación que no vivió de cerca los milagros de liberación y se apartaron del Señor[2]. La secuencia de enseñanza falló, los padres no supieron transmitir a sus hijos lo correcto. Algunos dirían que Josué falló, pero también las familias. ¿Quién educa a tus hijos, tú o el pastor de tu iglesia? Claro que tú, más aún si no los llevas a la iglesia. Imagina ese pueblo que sufrió tanto para que la siguiente generación se alejara del Señor. Estaban tan entretenidos con su negocio, su empresa, su bendición, que se olvidaron del Dios que les dio todo. Puedes perder lo que sea, pero mientras no pierdas la conexión con el Dios que bendice, no importa qué suceda, Él te puede levantar otra vez. Mientras Josué estaba, él guiaba al pueblo, los motivaba, como nosotros con todo lo que buscamos hacer en el ministerio para que crezcas en el Señor, pero cuando tú ya no estés, ¿qué sucederá con tus generaciones? ¿Habrá quién busque a Dios? ¡Cuéntale tu testimonio a tus hijos e hijas! Cuéntales cómo te encontró Jesús, de dónde te sacó. ¿Ya se te olvidó? La sociedad, si bien le parece, buscará a Dios, pero ¡tú y tu casa deben servir a Jesús!
En las Escrituras, leemos sobre la primera generación del mundo: de Adán nacieron dos hijos y Caín mató a su hermano Abel. Luego nació Set, pero no es sino hasta con su hijo, Enós, que se invocó el nombre del Señor[3]. Si eres la persona por quien Dios vuelve a ser el centro de la familia, declaro que tus generaciones serán benditas de aquí en adelante, y no faltará en tu descendencia quién busque a Dios de todo corazón. Esos primeros hombres, descendencia de Adán se tardaron en buscar al Señor. ¡A veces nos cuesta trabajo orientar a nuestra familia! No te pido un devocional diario o que repitan versos, pero hay que inspirar a tus seres queridos a buscar al Señor de todo corazón. Es impresionante, pero Guatemala era mejor cuando todo el mundo iba a la iglesia el domingo. Luego, comenzamos a ser permisivos, como Josué, y todo cambió. Muchas veces nos damos por vencidos con los hijos, decimos: “Haz lo que quieras”, pero si tú tienes el bien y sabes que eres la luz, ¡no te des por vencido!
Pablo le decía a Timoteo que en él había una fe no fingida, la misma que tuvo su abuelita y su mamá[4]. Le habló sobre tres generaciones, además de pedirle que no se dejara invadir por un espíritu de temor, que fuera valiente, que no se avergonzara de su fe, ni de él, de Pablo, que estaba en la cárcel por la causa de Cristo. Es como si le dijera: “Eres la tercera generación, no pongas el riesgo a la cuarta por miedo”. ¡Que el miedo no apague tu avivamiento! Si recibiste al Espíritu Santo, mantener vivo el fuego por el amor a Dios es tu responsabilidad. ¿Cómo lograrás que tus hijos crean en el Señor si tu amor por Él está muriendo? Debes avivar el fuego porque las tinieblas cubrirán el planeta. A mi criterio, no ha habido una generación que haya visto tantas tinieblas como las que enfrentan nuestros hijos y nietos, sin embargo, la promesa dice: “Pero sobre ti nacerá Mi luz”. No importa cuánta tiniebla haya sobre tus hijos, declaro que habrá luz para lo gloria de Dios. Declara proféticamente: “Aunque las tinieblas cubran la tierra, sobre mi familia nacerá Su luz”.
Pablo también le habló a Timoteo sobre ser intencionales en formar a las futuras generaciones, ya que fue claro al explicar que él enseñaba para que otros, como Timoteo, lo escucharan y enseñaran a hombres idóneos, quienes también compartirían el mensaje con otros[5]. En Casa de Dios somos una iglesia multi generacional y buscamos servir al prójimo en familia. Los niños de ahora son la generación que más leerá la Biblia y la que experimentará el mayor avivamiento. Verán señales, prodigios y promesas cumplirse. ¡Vamos a ver generaciones venir a Cristo Jesús!
Sabemos que hay bendiciones y maldiciones generacionales. Hay algo espiritual, fuerte y poderoso que puede ser trasladado por lo menos por cuatro generaciones[6]. Esforcémonos por ser quienes bendicen a sus próximas generaciones, quienes rompen con cadenas de maldición, porque sabemos que los menores son bendecidos por los mayores. Tal como le sucedió a Leví, quien recibió bendición cuando ni siquiera había nacido su padre, Jacob, ni su abuelo, Isaac. Dice la Palabra que cuando Abraham, su bisabuelo, cumplió con los diezmos, el mismo Leví estaba cumpliendo[7]. Él, como bisnieto de Abraham, estaba “en los lomos” de él, es decir que era parte de esa semilla en el interior de Abraham. Imagina que Dios ya pensaba en Leví y lo bendijo cuando no existía la remota posibilidad de que naciera. Si una maldición puede visitar hasta a tus bisnietos, una bendición mucho más, porque la bendición siempre es más poderosa que toda maldición. Te aseguro que aún no tienes hijos, menos nietos, y ya están bendecidos por Dios. No dudes, si tus hijos están extraviados, fríos en el Señor, no confieses esa realidad, sino que confiesa lo que son realmente, hombres y mujeres benditos. Aunque en este momento no se vea, la bendición pronto se revelará. Sé igual que un amigo a quien su madre siempre lo llamó profeta, a pesar de que llegaba drogado a su casa. Incluso en las peores condiciones, ella le servía su comida: “Para mi profeta, aquí está la sopa”. Ella lo veía como realmente era y como llegó a ser.
A veces, mi esposa se preocupaba por el futuro de nuestros hijos, pero yo le decía que no se afligiera, porque si Dios tuvo misericordia de mí, ¿cómo no tendrá misericordia de los hijos de los justos? Solo debemos orientarlos correctamente. Si educas a tus hijos pidiendo perfección, será un martirio para todos. Es mejor tener hijos bien orientados que perfectos, bien educados, con el panorama claro y correcto de hacia dónde van. Todos estamos en construcción, tenemos defectos, pero no quiere decir que le fallemos a Dios en la fe. Deja la carga de tu familia, ¡tu descendencia está bendita! Yo me voy a morir con las botas puestas, creyendo que las próximas generaciones servirán a Dios. ¡Hagamos brecha por las familias! Dile al Señor: “Yo y mi casa te serviremos por generaciones, hasta que vuelvas. Gracias por Tu amor, Tu misericordia y Tu perdón”.
[1] Josué 24:14-16: Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses;
[2] Jueces 2: 6-11: Porque ya Josué había despedido al pueblo, y los hijos de Israel se habían ido cada uno a su heredad para poseerla. Y el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel. Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales.
[3] Génesis 4:25-26: Y conoció de nuevo Adán a su mujer, la cual dio a luz un hijo, y llamó su nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín. Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová.
[4] 2 Timoteo 1:5-8: Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios.
[5] 2 Timoteo 2:2: Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.
[6] Éxodo 20:3-6: No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
[7] Hebreos 7:6-10: Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
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