22 de junio de 2015
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Una de las cosas que más desea el ser humano es formar una familia. Por eso dice la Biblia que el que encuentra mujer, halla la benevolencia de Jehová porque formamos una familia y encontramos la bondad del Señor. Así que debemos aprender a vivir en familia y ser buena influencia para nuestras generaciones, porque la vida es un regalo de Dios, pero la buena vida es Su recompensa. No podemos vivir solo de Sus regalos, sino que debemos aprender a ganarnos Sus recompensas. Por ejemplo, los hijos son regalos, pero tú debes educar a un buen hijo que asegure paz en la siguiente generación.
Aprende a ser buena influencia, comenzando por tu casa. Un hombre que lo logró fue Josué, quien siempre buscó hacer la voluntad de Dios. Su determinación por servirle es ejemplo para todos. En la Escritura leemos que se dirigió al pueblo y les dijo que escogieran a quién servirían, porque era un pueblo duro, pero que él y su casa servirían al Señor[1].
Una de las cosas que me impresiona de este hombre es su gran capacidad para trabajar. Era un hombre trabajador que superó difíciles etapas, cruzó el desierto, luchó por la tierra y la repartió. ¡Vaya si no tenía trabajo! Sin embargo, eso no fue excusa para desatender a su familia. Ahora se dice que por el trabajo se pierde a la familia, cuando ahora trabajamos bajo un código de cuarenta horas semanales, lo que no se parece en nada al código bíblico de trabajo que habla de doce horas diarias, durante seis días, es decir, setenta y dos horas a la semana, que se convierten en treinta y dos horas más que ahora. Así que se puede trabajar, atender a Dios y a la familia, porque la clave está en heredar a nuestros hijos la pasión por servir al Señor y hacerlo juntos. Los testimonios que he escuchado de buenos padres son: “Mi papá fue un hombre que se fajó trabajando; nos enseñó el valor y la dignidad del trabajo, nos enseñó a ser productivos, a servir, a ser honestos y rectos”. Por lo tanto, cada quien en el hogar tiene una responsabilidad, debido a ello, se necesita una mamá y un papá, así que debemos darle a cada uno el reconocimiento que merece. Papá nos influencia de una forma, mamá lo hace de otra forma, y ambos se complementan.
Cumple tu papel en la familia y entrégale al Señor la dirección de tu hogar para que obre conforme a Su voluntad. De hecho, no hay mejor cosa que entregar los hijos a Dios. Él me dijo en oración: “Dile a mi iglesia que quiero a sus hijos, porque Yo di al mío para salvarlos, así que sus hijos serán la cosecha, diles que les enseñen a servirme, Yo salvé a la humanidad entregando a Mi familia y como cosecha quiero a las familias”. De esa forma, nuestro Padre reclama Su derecho de ser uno con nosotros, porque nos ama.
Hay una Palabra que le habla a las mujeres y a los aspirantes a diáconos, pero es una enseñanza para todos porque pide que seamos honestos y buenos gobernantes de nuestra casa[2], ya que solo de esa forma es posible pensar que se puede gobernar algo más allá. Si quieres ser buen servidor, primero sirve en tu casa; si quieres ser buen líder, primero demuestra que eres líder de tu hogar. Cuando cuidas tu casa te conviertes en una persona digna de posiciones de honor; ahí está la clave, si quieres ser de influencia, aprende a llevar bien tu hogar.
Y al hablar de buena influencia generacional, vemos que Pablo le dice a Timoteo que ve una fe no fingida en él, la misma fe que demostraron su abuela y su mamá. Pero Pablo tenía miedo de que Timoteo tambaleara, por lo que lo anima para que eche fuera el espíritu de temor[3], de lo contrario, no podría transmitir esa fe a una cuarta generación, la cual es la clave en todo proceso de sucesión. ¡Debes velar porque tus hijos, tus nietos y tus bisnietos hereden tu fe y tu deseo de servir al Señor!
Otro ejemplo de la importancia de la cuarta generación es Abraham, quien dice la Biblia que pagó los diezmos a Melquisedec, y al hacerlo también pagó Leví, lo cual es una proyección hacia el futuro, porque ¡Leví ni siquiera pensaba en nacer! Así que en ese momento se habla de las cuatro generaciones de Abraham que son Isaac, Jacob y Leví. En otras palabras, Dios veía que cuando Abraham adoraba, genéticamente su bisnieto también lo hacía. Quizá todavía no piensas en casarte, pero te anticipo que Dios bendice a tus futuras generaciones.
Pablo también le habla a Timoteo de cuatro generaciones de fieles que deben formarse. Él es la primera generación, Timoteo es la segunda generación que debe impactar a hombres fieles que luego enseñen a otros[4]. Si comprendiéramos que nuestro trabajo es formar generaciones que trasciendan, tendríamos una mejor familia, iglesia y nación. Pero es al contrario, porque todo se va relajando y degenerando; lo que antes era visto claramente como algo malo, ahora es permitido. Las costumbres sencillas que fortalecen la familia y la sociedad se están perdiendo. Cuando yo era novio de Sonia, a las nueve de la noche me sacaban de su casa, y ahora las jovencitas salen con el novio y tienen permiso para regresar a la hora que quieran; luego nos quejamos de que son rebeldes, quedan embarazadas y echan a perder su futuro. Ahora tenemos temor para educar, no queremos pasar momentos incómodos con los hijos, pero a veces es necesario hacerlo, con tal de enseñar los valores correctos. Hay que educar en disciplina, enseñando qué cosas son correctas e incorrectas. ¡Busca la luz, no las tinieblas para tu casa!
La Biblia menciona en el libro de Proverbios la profecía con la que el rey Lemuel fue enseñado por su madre[5]. La influencia de las mujeres es determinante sobre la conducta de una familia. Madre, la enseñanza que le das a tu hijo debe ser profética, es decir que debe garantizarle un bueno futuro. Deja las palabras groseras y abusivas, llena tu boca de buenas palabras para ellos: “Serás de larga vida, Dios te dará favor, no tengas miedo, el Señor te abrirá puertas…”, ¡así se influencia la vida de un hijo!
En las bodas de Caná, vemos que María, la madre de Jesús lo ayudó a discernir si Su tiempo había llegado, porque vio una necesidad que Él podía suplir, así que dispuso todo para que los sirvientes obedecieran al Señor[6]. Las madres y los padres debemos ayudar a discernir los tiempos para los hijos, a qué edad es correcto tener novio, a qué edad está bien que se queden en casa, y también cuándo ya es correcto que se independicen. Tus hijos deben saber que nunca le diste cobertura a lo incorrecto. Cuando crezcan y reconozca lo bueno de lo malo, verán que tus valores fueron firmes y te imitarán. De esa forma habrás cumplido tu papel de influenciador generacional.
Compártele a tus hijos la Palabra de Dios que es lámpara de sabiduría que ilumina nuestro camino[7], además, edúcalos con mandamientos, enseñanzas y reprensiones[8] para que formen su carácter. En tu casa debe haber reglas que se deben cumplir. Para que la educación sea efectiva se requieren reglas, enseñanzas y reprensiones compartidas con sabiduría y amor. Como padres determinamos a quién se sirve en la casa, ¿a Dios o al mundo? De nosotros depende, ya que nuestras palabras, mandatos y enseñanzas, unidas a la de Dios, son lámpara y luz para nuestras generaciones, así que ¡úsalas para bien! Lo que tú no le enseñes con amor a tus hijos, la vida se los enseñará con dolor, así que no tengas miedo a educarlos, haz bien tu papel y entrégale al Señor lo demás, porque Él se mete donde ve que hay interés por educar en lo correcto. Talvez tus hijos no comprenden en el momento, pero lo que buscamos es que recapaciten hacia el futuro. Los padre no tendremos recompensas inmediatas, pero si sembramos lo correcto, la ley dice que eso cosecharemos. Di con seguridad: “Yo y mi casa serviremos al Señor y creo que mis generaciones futuras serán llenas de la bendición de Dios”. Declaremos luz, honra y amor en los hogares. Toda maldición se cancela. Pídele al Señor que te ayude a educar a tus hijos, declara que tu familia le servirá durante generaciones.
[1] Josué 24:14-15 dice: Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.
[2] 1 Timoteo 3:11-13 explica: Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
[3] 2 Timoteo 1:5-7 enseña: Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
[4] 2 Timoteo 2:2 enseña: Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.
[5] Proverbios 31:1 comparte: Palabras del rey Lemuel; la profecía con que le enseñó su madre.
[6] Juan 2:3 relata: Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.
[7] Salmo 119:105 enseña: Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.
[8] Proverbios 6:20-23 recuerda: Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre; átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello. Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; Hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen.
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