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Jesús está buscando casas

Jesús está buscando casas

30 de marzo de 2022

Tiempo de lectura: 5 minutos

Recientemente compartí que Jesús puede estar en distintos tipos de casa y abordé tres en las que Él estuvo: en la casa de Marta (o de los afanados), en la de Simón, el fariseo (o de los religiosos) y en la de Zaqueo (o de los generosos); pero estas no fueron las únicas. Si hoy Jesús decidiera tomar vacaciones, ¿podría pasarlas en tu casa?

Jesús habla de la casa de Su Padre no como un sitio simbólico, sino como un lugar concreto con muchas moradas.[1] De hecho, a lo largo de los Evangelios podemos ver que Él seguía frecuentando casas. Además de las casas que ya mencioné antes, también estuvo en casa de Pedro, la cual podemos llamar casa de sanidad y servicio, pues allí Jesús sanó a la suegra del apóstol —de una enfermedad que la Biblia no nos revela— y ella, al ser sana, se levantó inmediatamente a servirles. De esta forma no solo se cumplió algo profetizado por Isaías,[2] sino que además se llevó a cabo un doble milagro: la sanidad de la dolencia física de la mujer y la sanidad de su espíritu de servicio.

Siempre he sostenido que Casa de Dios es una casa de sanidad y milagros, pero también una casa de servicio. De hecho, al que no sabe cómo servir le enseñamos: todos nacimos para servir. Un avivamiento milagroso solo se expande a través del servicio, pues de lo contrario se apaga. Un avivamiento no se mantiene porque el pastor esté ungido, sino por quienes sirven bajo esa unción: desde el que predica hasta el que le da ride o “jalón” a personas para que puedan llegar a la iglesia. El servicio no es opcional para quienes conocen a Jesús y quieren seguir Su ejemplo.

Otra casa que también visitó Jesús fue la de la burla y la resurrección. La Biblia habla de cuando estuvo en casa del principal de la sinagoga, donde una niña de doce años acababa de morir. Allí se burlaron de Él cuando les dijo a todos que no se preocuparan, que la niña solo dormía.[3] Quizá algunas veces te encuentres rodeado de personas que se burlan de tu fe, incluso dentro de tu propia casa; pero para provocar un avivamiento, además de servir también debes rodearte de personas que crean y no se avergüencen de la unción del Espíritu Santo.

Pero Jesús también estuvo en casa de fe y avivamiento. El Nuevo Testamento también nos habla de una casa en Capernaum en la que Él predicaba y a la que muchos fueron a escucharle hasta que la gente ya no cabía. Ante esta situación, cuatro personas tuvieron que subir al techo y desde allí bajaron a un paralítico para que Jesús lo sanara. El Señor al ver la fe de ellos lo sanó ante el asombro y admiración de todos, pero además perdonó sus pecados.[4] Un avivamiento también ocurre donde hay gente que se preocupa y se ocupa de otros. Para que Cristo obre un milagro a veces no basta la intervención de una sola persona. He ahí la importancia de los grupos de amistad.

Por último y no menos importante, Jesús también ha entrado en casa de los que le aman como la mujer que le vació un frasco de perfume sin importar que la criticaran.[5] Muchas veces seremos señalados por lo que hagamos con excelencia en favor de nuestra fe. Este ha sido nuestro caso en Casa de Dios, donde decidimos desafiar lo normal para construir un templo grande y digno del Creador. Todos podemos desafiar la normalidad desde donde nos corresponde. ¿Estás haciendo una obra que provoque la admiración de algunos y la murmuración de otros? Que tu casa sea una donde se ame a Dios a tal punto que todo lo que sea para Él lo des o lo hagas con excelencia. Un avivamiento que no provoca en las personas a dar lo mejor de sí, ¿qué avivamiento es? Nuestro Padre solo se merece lo mejor.

Provoca un avivamiento que se sienta en cada casa, grupo de amistad y discipulado. Te motivo a servir en tu comunidad y en tu iglesia para que eso te dé una satisfacción espiritual como ninguna otra experiencia te podrá dar. Hay una gran diferencia entre los que servimos y los que no lo hacen, por eso te desafío a que no solo te sirvas de Cristo, sino que además empieces a servirle. Nuestra vida jamás será plena si no servimos a Dios ya las personas.


[1] Juan 14:1-3: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 

[2] Mateo 8:14-17: Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de este postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

[3] Marcos 5:36-42: Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.

[4] Marcos 2:1-2: Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla este así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.

[5] Marcos 14:3-9: Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.

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