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Jesús está en casa

Jesús está en casa

23 de marzo de 2022

Tiempo de lectura: 5 minutos

Alguien para mi cumpleaños me regaló un cuadro de madera con la siguiente leyenda: “En esta casa amamos a Dios, cometemos errores, decimos ‘lo siento’, disfrutamos la vida, abrazamos, perdonamos, soñamos, no nos rendimos. Somos los Luna”. Este tipo de cuadros son comunes en las entradas de las casas y seguramente todos habremos visto aquel típico cuadro con la leyenda: “Dios bendiga este hogar”; sin embargo, ¿qué tal si también colgáramos uno que diga “En este hogar se bendice a Dios”? Quise usar esto de introducción para abordar tres casas a las que puede llegar Jesús. ¿De qué forma lo recibirías si supieras que hoy se presentará en la tuya?

La primera es la casa de los afanados y los preocupados. Jesús estuvo de visita en casa de Marta y María, pero mientras María escuchaba Su Palabra con atención, Marta nunca dejó de estar afanada por los quehaceres.[1] Entre escuchar la Palabra y servir deberíamos encontrar tiempo para ambas actividades. Marta, por estar afanada, se olvidó del privilegio de tener a Cristo en casa y actuó mal en tres aspectos: en juzgar a su hermana, en pedirle a Jesús que tomara partido y en no darle prioridad a lo verdaderamente importante. ¿Cómo atendemos a Jesús todos los días? ¿Nos da tiempo para orar, leer Su Palabra y conectarnos con nuestros grupos de amistad y discipulados? ¿Ocupa Jesús un lugar importante en nuestra vida?

Pero Jesús también podría llegar a la casa de los religiosos. Simón, el fariseo, le rogó al Mesías para que comiese con él en su casa, pero cuando Él aceptó la invitación lo primero que hizo el anfitrión fue criticarlo por dejarse ungir por una mujer pecadora.[2] ¿Quién acepta una invitación para ser juzgado? Hoy podríamos recibir a Jesús en nuestra casa y asegurar que lo trataremos bien, pero si usamos la Palabra de Dios solo para juzgar a otros como lo hizo Simón el fariseo, eso sería lo mismo que ofender a Cristo. Nunca levantes un dedo para señalar a alguien porque tres te estarán señalando a ti.

Otra casa a donde llega Jesús es en la de los generosos. Podemos ver o intuir que Marta y Simón invitaron a Jesús, pero no lo recibieron de la mejor manera. Zaqueo, sin embargo, lo recibió con mucho gozo sin importar que el Mesías se haya “autoinvitado”.[3] Tan afortunado se sintió el líder de los publicanos de la visita de Cristo que, en agradecimiento, entregó la mitad de sus bienes a los pobres.

Luego de analizar estos tres ejemplos podemos ver que Marta estaba afanada, Simón juzgó injustamente y Zaqueo, a diferencia de aquellos, recibió a Jesús con gozo y esto provocó que fuera generoso con las personas. Podemos ver, además, que Jesús nos dejó Palabra para cada una de esas situaciones: cada día trae su propio afán,[4] no debemos juzgar a nadie para no ser juzgados[5] y, en cambio, debemos ser con las personas como quisiéramos que ellas fueran con nosotros.[6]

Por eso te invito a reflexionar: ¿cuál es el recibimiento que quisieras darle a Jesús en tu casa? ¿Cómo quisieras que encontrara tu ánimo? ¿Tu casa es un lugar para juzgar a las personas o para bendecir el nombre de Cristo? Desde hoy que tu casa sea un hogar donde rebose la bendición de Dios para ti, pero también de ti para Él y para tu prójimo.


[1] Lucas 10:38-42: Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

[2] Lucas 7:36-46: Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas esta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas esta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas esta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

[3] Lucas 19:1-10: Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

[4] Mateo 6:31-34: No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

[5] Mateo 7:1-5: No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

[6] Mateo 7:7-2: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

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