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Jesús vino como maestro

Jesús vino como maestro

14 de marzo de 2021

Tiempo de lectura: 4 minutos

De niño, en la primaria, tuve la mala costumbre de escaparme de clases, hasta que un día mi mamá me cachó y me dio unos tremendos chancletazos que me quitaron las ganas de volver a escaparme. Desde entonces empecé a sacar buenas notas y poco a poco le empecé a sentir el gusto a estudiar. En la universidad me esforcé para ser sobresaliente. Por cuestiones de la vida tuve que dejarla por unos años, pero luego regresé siendo padre de familia y me gradué con honores. ¡Y todo inició con un chancletazo de mi mamá!

Pero ¿cómo somos como alumnos de Jesús? Nuestro aprendizaje como alumnos de Jesús a veces empieza con una mala experiencia: con un vicio que nos atrapa, con una quiebra económica, con un fracaso matrimonial… Hasta que un día Él nos diga: “muy bien, siervo fiel. No esperaba menos de ti”.

Pero para que esto suceda, no debemos dejar de buscar conocimiento. Hace poco leí un libro que incluía varias dedicatorias, pero una de ellas llamó mi atención: “Dedico este libro a aquellos que prefieren seguir aprendiendo antes que envejecer”. Y es que envejecemos no cuando salen las primeras arrugas, sino cuando dejamos de aprender. Por eso te pregunto: ¿Qué libros estás leyendo? ¿Cuántos libros has leído en este año? ¿Has leído la Biblia en sus diferentes versiones? Todo esto es importante, pues ¿quién puede ser economista sin estudiar libros de Economía? Y ¿quién puede ser cristiano sin estudiar las Escrituras? No solo estamos para que nuestros predicadores nos cuenten la Palabra de Dios, sino para estudiarla constantemente.

Para ser alumnos sobresalientes de Jesús, debemos entender Su metodología. Por ejemplo, una de ellas está basada en conversaciones como la que sostuvo con Nicodemo.[1] El fariseo fue quien se acercó, pero Jesús fue quien captó su atención. Además, debemos aprender a ser disciplinados ya que la cátedra no es nada si no se tiene disciplina. Como alumnos de Jesús mínimo debemos aprender a orar[2] además de ayunar, dar y leer Su Palabra. Si le damos prioridad a estudiarla, eso no significa que seamos fanáticos ni ignorantes, sino personas con prioridad de aprendizaje. Hay profesionales —médicos, economistas, arquitectos, etcétera— que son muy buenos en lo que hacen, pero no saben qué hacer con su propia vida porque no le dan prioridad al estudio de las Escrituras.

Más que teología, Jesús nos enseñó una filosofía de vida. Nos enseñó a vivir correctamente y esto muchas veces nos cambiará la percepción de lo que entendemos como lógico. Por ejemplo, en vez de decirnos que fuéramos vengativos y actuáramos “ojo por ojo, diente por diente”, nos mostró que había otras formas de justicia.[3] También nos enseñó prioridades y que no debemos afanarnos por qué habremos de comer o vestir, pues para que todo sea añadido primeramente debemos buscar el reino de Dios.[4]

A Jesús no le preocupa que tengamos mucho conocimiento científico, sino que nuestro corazón no sea capaz de tener las emociones correctas ante circunstancias concretas. Él vela porque no nos afanemos. ¿Qué otro maestro se preocupa por el afán de sus alumnos?

Además, nos enseñó por medio de parábolas (nada más y nada menos que 46 en tres años). Una de ellas fue la del sembrador,[5] la cual nos enseña a ser buena tierra para recibir y entender la Palabra. Esto implica saber controlar las emociones, pues el afán hace que la Palabra sea infructuosa. En vano nos habla Jesús si todavía andamos por la vida afanados.

Para terminar, quiero motivarte a que enseñes a tus hijos a estudiar para que puedan recibir el conocimiento académico que les ayudará a ser personas de provecho, pero también el conocimiento de las cosas de Dios que les enseñará a vivir siempre, en todo escenario, contexto o circunstancia. Pídele al Señor la sabiduría que necesitas para lograr este propósito.


[1] Juan 3:1-7: Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

[2] Lucas 11:1: Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.

[3] Mateo 5:1-12: Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

[4] Mateo 6:33: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

[5] Mateo 13:18-23: Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

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