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La batalla de las palabras

28 de septiembre de 2016

Tiempo de lectura: 8 minutos

Me encanta la historia de David porque es uno de los héroes de la Biblia que nos enseña sobre la fe, el valor y el poder de las palabras. Sabemos que David era un pastor valiente y que también poseía otras virtudes porque era un gran salmista. Pero el rey Saúl no lo veía de la misma forma, lo consideraba muy joven e inexperto en cuestiones de batalla[1]. Se le olvidó una parte de lo que David era, como a nosotros se nos olvida lo que llevamos dentro, cuando debemos estar convencidos de que todo lo podemos porque mayor es quien está en nosotros. Recordemos que si Dios está con nosotros, nadie podrá hacer algo contra nosotros; Él acampa alrededor de los que le temen como poderoso gigante, por lo que a nuestro lado caerán mil y diez mil, pero no podrán hacernos daño. El Espíritu de Dios vive dentro de nosotros y se levanta como un río poderoso en contra de nuestros enemigos.

Es gracioso porque Saúl le decía a David que no fuera a la batalla como si tuviera más valientes para escoger, ¡pero no tenía otra opción! No tienes opción, eres tú quien debe salir a pelear la batalla y superar ese reto que tienes delante. Aprende a verte como un valiente guerrero respaldado por Dios. David dijo de sí mismo: “Yo era pastor de las ovejas de mi padre”, lo dijo en pasado porque en ese momento se veía como un guerrero convencido de que estaba justo frente a la batalla que cambiaría su vida. Tú también te encuentras en esa situación, enfrenta los retos porque esta es la batalla de tu vida, la que ganarás para dejar de ser lo que eras y convertirte en lo que Dios quiere que seas. En la batalla ganada está nuestra promoción. A pesar de que sentimos miedo, hay que darle la cara a la situación. ¿Quieres una promoción, pelea tu batalla? Nunca pidas un aumento de salario, ¡gánatelo incrementando tu productividad, presentando nuevos proyectos! La vida es un reto que vale la pena enfrentar.

Entonces, cuando David finalmente convenció a Saúl de que lo dejara pelear, el rey buscó darle su armadora y sus armas, pero eran enormes. Saúl medía 1.90m y David 1.60m, así que obviamente todo eso no le quedaría bien. Hay cosas que no te quedan; ¿por qué deseamos lo que otros tienen si Dios tiene algo especial para cada uno? Si te enfocas en lo que otros tienen, pierdes tu visión personal, lo que el Señor es capaz de darte. Debemos luchar con lo que tenemos, con nuestras armas, no con las de otros. Luego, en el campo de batalla, la diferencia entre David y Goliat también era enorme. La armadura del gigante era asombrosa, pesada y fuerte, mientras David iba con su ropa de siempre, y solo llevaba un cayado, cinco piedras y una onda. Ambos confiaban en sus armas, además, cuando Goliat vio a David, lo menospreció porque se dejó llevar por las apariencias, pero eso cambió muy rápido, en cuanto comenzó la batalla de palabras.

De hecho, vale la pena preguntarse por qué Goliat llevaba tantas armas en contra de un muchacho tan pequeño. La verdad es que seguramente le temía porque alguna razón tendría el ejército enemigo para enviarlo a pelear. ¿No? Cuando el diablo se asoma con su séquito buscando enfermarte, acabar con tu economía y con tu familia, lo que quiere es asustarte, grita amenazas porque realmente es él quien tiene miedo. ¡Sabe que ya fue derrotado en la cruz del Calvario! Si tú eres tan débil como él dice, ¿por qué se muestra tan fuerte? ¿Quién le tiene miedo a quién? Demuéstrale que tiene razón y que no puede meterse contigo.

En la batalla de palabras, Goliat pierde al llamarse perro. En ese momento, David sabía que había vencido, aunque no había lanzado la piedra, porque el enemigo se minimizó. ¡Las percepciones cambiaron, Goliat se veía como perro y David era el gigante! Dilo: “¡El gigante soy yo!” Algunos dicen que David llevaba cinco piedras por si fallaba alguna, pero no lo creo. ¿Cómo pensaría en fallar alguien que salió a pelear con tanta confianza?  Seguramente, llevaba cinco piedras por si aparecían otros cuatro enemigos. En tu corazón debes tener más fe de la que puedes necesitar por si aparecen otros gigantes. El nivel de fe debe ser mayor a los desafíos de la vida. ¡Camina con más fe de la que crees necesitar!

No puedes perder tu fe porque es tu arma más valiosa. Los recursos del mundo no son nada frente al poder de Dios en tu vida, así que no permitas que se conviertan en tropiezos. Lo que tengas, sea mucho o poco, no determina tu victoria; lo que realmente cambia el panorama es tu fe y que utilices lo que tienes de acuerdo a la estrategia que Dios te da. Jesús decía que no somos como los demás gentiles porque tenemos lo que otros no tienen, tenemos a Dios de nuestro lado. David lo sabía, por eso le dijo a Goliat que tenía la batalla perdida, ya que él, siendo más pequeño, peleaba en nombre de Dios. ¡Cualquier fuerza que se mete contigo, se mete con tu Padre y no hay nada en el mundo que pueda vencer al Todopoderoso! Así que no tengas miedo, ¿acaso antes de conocer al Señor no eras desafiante y hasta “malcriadote”, reaccionabas agresivo a la menor provocación? ¿Dónde está ese valor? Ahora más que nunca debes demostrar tu valentía y creer que todo es posible.

La batalla de David contra Goliat se ganó con palabras de fe. David nunca se dejó intimidar, o por lo menos, no demostró miedo, al contrario, respondía a las amenazas con unas peores: “Dios te entregará en mis manos y no solo tú, sino la carne de todos los filisteos será comida para los animales”[2]. Pero ¿qué sucede contigo? Si te dicen que tienes cáncer, te dejas morir cuando deberías pelear con las promesas que Dios te ha dado y decir: “Reprendo la enfermedad, voy a vivir con mi familia, veré a mis nietos, seré feliz”. Debes responder al diablo de forma correcta. Si la economía está mal, di: “Dios no me ha dejado, no me ha desamparado, mi negocio no cerrará, al contrario, abriré siete más, porque mi Señor lo ha prometido”. Escuchas la voz del diablo y la repites cuando debes responderle con palabras llenas de fe: “Aquí el que manda soy yo, te largas ahora”. Declara sobre los documentos de tus negocios que habrá recursos para realizarlos y para mucho más. David respondió con valentía, el pastorcito dejó de cantar y se convirtió en un feroz guerrero que amenazaba con valor a su adversario. Me gusta pensar que incluso le dijo: “Yo sé cantar, ¿te digo o te canto lo que te sucederá, gigante incircunciso?

Nada de reunirte con quienes tienen solo pesimismo en sus palabras. Busca quienes crean como tú, no seas necio en creer las malas noticias que otros te dicen. El problema es que piensas que el diablo es tu enemigo, cuando él cree lo mismo sobre ti y tiene miedo. El enemigo no viene contra ti, sino que tú vas contra el enemigo. David se dio prisa y corrió en contra de Goliat. Cuando tienes fe, no te deprimes en tu casa, te levantas y sales a buscar tu victoria. La batalla es espiritual, así que la tenemos ganada. ¿Quién es tu Goliat y en qué armas confías? ¡Confía en Dios y en las estrategias que te dará!

David venció a Goliat sin tener espada en su mano. Ganarás tu batalla con lo que tienes, porque es mejor lo poco bendecido por Dios que lo mucho sin bendición[3]. Luego de la batalla de palabras, una pequeña piedra remató al gigante, así como una vara abrió el mar, la marcha del ejército de Israel derribó las murallas de Jericó, cinco panes y dos peces saciaron el hambre de cinco mil. Entonces, no dudes, una oración con fe delante de Dios vale más y puede más que todos los recursos del mundo.

La Palabra dice que cuando se ata fuerte al hombre, se puede saquear su reino, así que la estrategia es lo importante. Recordemos que nuestra lucha no es contra carne o sangre, sino contra principados, potestades, gobernadores de la tinieblas que ya fueron vencidos en la cruz y exhibidos públicamente por nuestro Señor. Morirá cualquier espíritu enviado a perjudicar a tu familia, tu economía y salud. Libérate de la aflicción y del temor! Es cierto que se siente miedo cuando obedecemos a Dios porque hacerlo significa avanzar y ver a los gigantes de frente, tal como lo hizo David y como también sucedió con José y Caleb, quienes fueron a la Tierra Prometida como espías a ver lo que tendrían que enfrentar. Josué avanzó hacia Jericó, no fue la ciudad la que avanzó hacia él. Moisés llegó delante de faraón, fue delante del opresor, así que no se vale quedarnos sentados esperando, porque las promesas se cumplen cuando asumimos nuestro protagonismo con fe y provocamos que las bendiciones se cumplan. No huyas, dile a temor que se vaya. ¿Tienes miedo del futuro? ¡Cree, porque no tienes idea a dónde te llevará Dios si le confías tu vida! Tu batalla tiene tu promoción.

Tiempo después de vencer a Goliat, vemos a David en la cueva de Adulam, donde había endeudados y amargados, eran unas joyas de los que salieron los primeros treinta y siete valientes. Uno de ellos peleó contra todo un ejército, al punto que la espada se fundió en su mano. Pero en la cueva tenían miedo de enfrentar lo que había afuera, entonces, la estrategia de David fue sacarlos a conquistar. Si le tienes miedo a la deuda, no le tengas miedo al trabajo para obtener recursos y pagar. ¡El temor se te quita peleando! Nadie puede pelear tus batallas, porque eres tú quien recibirá la corona. Debemos tener valor para lograr las proezas. La batalla se gana orando, ayunando, esforzándose.

Que la voz del enemigo no se convierta en un grito en tu mente porque te deprimirá y derrotará. Amplifica la voz de Dios en tu corazón, no la del enemigo. Dios te levantará como valiente, sal de esa cueva, como lo hizo Urías, quien salió y ganó batallas junto a David y en el nombre del Señor. Vive con saludable y santo coraje. Dale gracias al Señor por tus batallas, cumple tu misión como soldado. Cuando sientas miedo, busca una sobredosis de la Palabra de Dios para que se amplifique más que el temor, porque el enemigo no se callará, continuará amenazándote, así que necesitas más piedras para tenerlas listas y derribar a los gigantes que buscarán derrotarte. Asegura con fe: “Señor Jesús, gracias por la victoria obtenida en el Calvario. ¡Es mía también! Declaro que soy superior a todo Goliat. En Tu nombre, derroto a los gigantes, les exigiré que me devuelvan lo que me pertenece: mi familia, mi matrimonio, trabajo y salud. Echo fuera todo espíritu de temor, declaro que mi fe crecerá y se fortalecerá. Amén”.


[1] 1 Samuel 17:33-34: Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada.

 

[2] 1 Samuel 17:38-46: Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo. Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.

 

[3] 1 Samuel 17:49-51: Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano. Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.

 

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