06 de noviembre de 2016
Tiempo de lectura: 7 minutos
Cuando Abram y Lot tuvieron problemas porque ambos habían prosperado y la tierra no era suficiente, decidieron separarse. Abram dejó que Lot escogiera qué tierra tomaría ya que tenía la promesa de bendición de Dios, así que pensaba como un bendito[1]. Lo mismo sucede ahora, tenemos la promesa de bendición de Dios, es decir que ya somos benditos. De los treinta y cuatro años que tengo de ser cristiano, solo dos meses me he quedado sin trabajo, cuando era muy joven, y nunca me faltó la bendición de Dios, porque tomé para mí esa promesa y siempre se ha cumplido. Si estamos seguros de que nuestro Señor anhela bendecirnos, deberíamos dormir tranquilos, sin angustia, sin esa depresión que también genera problemas personales, porque más que el puesto de trabajo, la bendición viene de nuestro Padre.
En dicho tiempo sin trabajo, una señora dijo: “Pobrecito, está desempleado”. Claro que no lo dijo con mala intención, pero me negué a aceptar esa afirmación, porque Dios no nos ha enseñado a sentir lástima de nosotros o asumir una identidad equivocada, producto de una situación. Somos Sus hijos, no somos pobrecitos. Esa es una mentira del enemigo porque sabemos que Dios no dirá: “Pobrecito, ven, te voy a consolar, estás bien fregado”. Cuando Gedeón comenzó a lamentarse, Dios no le dijo: “Tienes razón, eres débil, eres pobre y el más pequeño”, al contrario, lo empoderó, le quitó los lamentos de la boca: “Ve con esa tu fuerza y derrota a los madianitas”. Dios no habla el lenguaje de lástima y derrota. ¿Has intentado hablar con alguien que no habla tu lenguaje? Si te dicen: “Qué pex, bato, qué chileros tus rieles”, te cuesta comprender que están elogiando tus zapatos. Así sucede con el Señor cuando hablas el lenguaje de la duda que Él no entiende. Si le dices: “La situación está mal, pero yo te creo, sé que cuidarás de nosotros”, entonces llamas Su atención, te escucha y te entiende.
Tal como Abram, Nosotros también debemos tener la certeza de la bendición de Dios, por lo que debemos pensar, decidir, hablar, reaccionar y actuar como hijos bendecidos. Si te quitan un contrato, el más grande que tenías, por difícil que parezca, tu fe debe motivar una actitud optimista: “No hay pena, yo levanto mis manos a Jehová, Él me bendice, no pasa nada”. Y si te preguntan por qué reaccionas así, diles que así reaccionan los hijos benditos de Dios. ¡Nada de berrinches! Si te quitaron el novio, si se fue con otra, pues alégrate porque no valía la pena para ti. ¡Somos bendecidos y lo mejor viene!
Abram sabía que era un bendito; de hecho, lo bendijo Melquisedec, sacerdote del Dios altísimo, rey de Salem. Este sacerdote del Antiguo Testamento es figura de Cristo que vino a darnos la bendición del Padre. Sabemos que un sacerdote es quien presenta las ofrendas a Dios y también quien nos presenta Sus bendiciones, es un puente, una conexión. Y para nosotros, Jesús es el Sumo Sacerdote, el único camino hacia el Padre.
La bendición de Dios a Abram fue confirmada por Melquisedec, quien le sirvió el pan y el vino. Ahora, esa bendición es nuestra porque fue trasladada a la humanidad, al resto de las naciones, a través de Cristo Jesús. Él nos quitó la maldición y nos dio la bendición de la fe y de la gracia, sin quebrantar la ley[2]. Ahora, esa misma bendición provoca que, confiados, permitamos que otros escojan porque no nos enfocamos en algo como una tierra fértil sino que nos enfocamos en el Creador de dicha tierra, quien puede darnos todo. ¡Que los demás se queden con lo que deseen porque nosotros tenemos la garantía de bendición de nuestro Padre todopoderoso! Que la bendición no te entre por los ojos sino por la convicción en la Palabra de Dios; si Él lo prometió, lo cumplirá. Deja que los demás escojan por vista, lo que te dejen se multiplicará en abundancia. De hecho, hay una gran sorpresa porque en Cristo tenemos la bendición de Abram y mucho más, ya que la Palabra dice que además, recibiremos al Espíritu Santo. ¡Cristo no te podría traer igual o menos, sino más! La Escritura dice que las flores del campo se visten mejor que Salomón y pregunta: ¿No hará Dios más por nosotros? Es decir que un cristiano ahora puede tener más bendición que cualquiera de los grandes hombres del Antiguo Testamento. ¡Ninguno de ellos tuvo más bendición que la nuestra en Cristo Jesús! No te lamentes, no busques venganza porque así no reacciona un bendecido. Podríamos decir que tienes “la bendición plus”, recargada y mejorada.
Esa bendición está asegurada y tiene continuidad. Luego de Abram, la bendición de Dios estuvo sobre su hijo, Isaac. Pero su prosperidad provocó la envidia de los filisteos, quienes taparon sus pozos. Así sucederá. Las personas que ven tu bendición seguramente criticarán. Conozco a un joven repartidor de gas que para venir a la iglesia con su esposa debía pegar la suela de su zapato porque estaba muy gastada y no tenía para comprar otro par. Pero le creyeron al Señor y prosperaron al extremo de tener su casa, su camioneta, y su negocio. Entonces, las personas comenzaron a criticarlos y envidiarlos, así que era tiempo de cambiar de ambiente. Para muchos todo irá bien mientras te vaya mal, y cuando te levantes, tendrás que perdonar a quienes te envidien. En el caso de Isaac, la envidia de los filisteos provocó que lo boicotearan cuando cosechó en un año al ciento por uno. Ese lapso de tiempo tiene algo especial, te aseguro que en un año estarás en una situación diferente. ¡Créele a Dios por el mejor año de tu vida!
Abimelec le pidió a Isaac que se apartara y él lo hizo. Cavó nuevos pozos y encontraron agua, figura del Espíritu Santo. ¡Ríos de agua viva fluirán de ti porque el Espíritu Santo te inundará! Además, cada vez que abras pozos encontrarás agua, lo que hagas prosperará, así que no pelees, que se queden con la bendición que tú has provocado. Isaac hizo lo mismo que Abram, dejó los pozos que le quitaron y abrió otros. Seguramente su padre le enseñó que debía actuar y reaccionar como un bendecido. Y esto aplica también para ti y para tus generaciones. Al tercer pozo que cavó lo llamó Rehobot que significa lugar amplio y espacioso[3], Dios abrirá camino donde no hay. Ciertamente el bien y la misericordia te seguirán. Tu medida es el ciento por uno, no vuelvas a las medidas limitadas de antes, porque Dios tiene algo más grande para ti y te dará evidencias de Su bendición.
Nuestro Señor no habla el lenguaje de la contienda, de la riña y la amargura. Cuando Isaac declaró la bendición, Dios se hizo presente y le confirmó Su promesa. Si esperas que el Señor te respalde, si quieres que algo bueno suceda, cambia tus declaraciones. No puedes seguir hablando pesimismo y esperar resultados diferentes. Debes estar convencido de la bendición que afirmas. Entonces, Dios te dirá que no temas, que te bendecirá y multiplicará. ¡No importa cuántos pozos te cierren, abrirás otros!
Isaac se extrañó porque aquellos que lo habían echado, después se le acercaron al ver que salía agua donde él ponía la vara, por lo que declararon que era bendito de Jehová[4]. Lo mismo sucedió con José, el nieto de Isaac, hijo de Jacob, quien prosperaba en todo lo que hacía, incluso en la cárcel, porque Dios estaba con él. ¡Ni pienses por un momento que no triunfarás ya que Dios está contigo! Algunos tienen el trabajo equivocado porque en su desesperación tomaron lo primero que encontraron. Has decidido como alguien que no cree en las promesas de su Padre. Eres bendito de Jehová, repítelo, piénsalo, acéptalo de verdad, que se note que realmente lo crees. Cuanto te pregunten: “Qué te crees”, piensa que vas por buen camino. Dios nos dio una medida de fe para que pensemos lo correcto de nosotros[5], no con arrogancia ni con menosprecio. Abram no dijo: “Soy viejo”, dijo: “Soy bendecido”; Isaac no dijo: “No tengo pozos”, dijo: “Abran otros”. Así decide un bendecido, deja de tomar decisiones en temor y aflicción. En Cristo Jesús, la bendición de Abram alcanzó a los gentiles. Deja de sentir lástima por ti, Dios no te mira como “pobrecito” y promete castigar a los que te hacen daño; Él dice: “Perdona a tus enemigos. Te abriré un pozo en el lugar amplio, pero primero deja los pozos de la riña y del desánimo”. Si volteas a ver a tu alrededor, el mundo puede decirte que todo va mal, sin embargo, la situación puede cambiar si aceptas que eres bendecido.
Transmite ese pensamiento a tus nuevas generaciones porque la mejor herencia es la fe. Declara sobre tus hijos la bendición de Abram, aunque en este momento no hagan precisamente lo que quisieras. Cree que Dios los levantará. Jamás hables lo contrario ya que el poder de la bendición del Señor quebranta todo yugo y maldición en nuestra casa. ¡Nuestros hijos son benditos, decláralo sobre ellos, enséñaselos! Toma decisiones con seguridad en tu bendición y todo lo que hagas prosperará. ¡No hay algo más grande que la bendición de Dios!
[1] Génesis 13:7-9: Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra. Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda.
[2] Gálatas 3:13-14: Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
[3] Génesis 26:15-22: Y todos los pozos que habían abierto los criados de Abraham su padre en sus días, los filisteos los habían cegado y llenado de tierra. Entonces dijo Abimelec a Isaac: Apártate de nosotros, porque mucho más poderoso que nosotros te has hecho. E Isaac se fue de allí, y acampó en el valle de Gerar, y habitó allí. Y volvió a abrir Isaac los pozos de agua que habían abierto en los días de Abraham su padre, y que los filisteos habían cegado después de la muerte de Abraham; y los llamó por los nombres que su padre los había llamado. Pero cuando los siervos de Isaac cavaron en el valle, y hallaron allí un pozo de aguas vivas, los pastores de Gerar riñeron con los pastores de Isaac, diciendo: El agua es nuestra. Por eso llamó el nombre del pozo Esek, porque habían altercado con él. Y abrieron otro pozo, y también riñeron sobre él; y llamó su nombre Sitna. Y se apartó de allí, y abrió otro pozo, y no riñeron sobre él; y llamó su nombre Rehobot, y dijo: Porque ahora Jehová nos ha prosperado, y fructificaremos en la tierra.
[4] Génesis 26: 24-29: Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo. Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo. Y Abimelec vino a él desde Gerar, y Ahuzat, amigo suyo, y Ficol, capitán de su ejército. Y les dijo Isaac: ¿Por qué venís a mí, pues que me habéis aborrecido, y me echasteis de entre vosotros? Y ellos respondieron: Hemos visto que Jehová está contigo; y dijimos: Haya ahora juramento entre nosotros, entre tú y nosotros, y haremos pacto contigo, que no nos hagas mal, como nosotros no te hemos tocado, y como solamente te hemos hecho bien, y te enviamos en paz; tú eres ahora bendito de Jehová.
[5] Romanos 12:3: Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Temas relacionados:
Bendiciones | Oración | Promesas de Dios
La felicidad es un estado deseable que se aprende, se comparte y se cuida para que siga creciendo. ¿Cómo se puede evitar la infelicidad y abrazar la dicha de la alegría y el gozo en medio de los pesares de la vida?
El balance entre ser beneficiado o benefactor tiene que ver con establecer la prioridad para dar un bien o recibirlo, lo cual devela magistralmente el inicio de esta nueva serie.
La paternidad se comprueba mediante evaluaciones científicas que proporcionan certeza y confianza a los resultados. La seguridad de la confianza en Dios como Padre es una conquista para los hijos de Dios.