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La doble dignidad

10 de octubre de 2006

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Todos venimos  de lo material a lo espiritual. Todos nacimos de nuestros padres y la paga del pecado es muerte, pero cuando nacemos de nuevo, empezamos a hacer un traslado de lo material a lo espiritual. La fe es igual, se traslada de tenerla en las cosas materiales a las cosas espirituales.  En Lucas 11:13: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”

Diga: «El Padre me dará el Espíritu Santo si se lo pido, porque si yo siendo malo, puedo dar buenas cosas, cuánto más mi padre celestial.”

Nosotros hemos venido a ser gente responsable con nuestra familia para poderles proveer, pero se nos olvida a los padres de familia que también podemos  pedir. Nos preocupamos tanto por lo que tenemos y lo que no tenemos, y se nos ha olvidado que somos personas que también podemos recibir.

Todo padre de familia diga: “Aunque soy padre, no se me olvidará que soy tu hijo y te voy a pedir, Señor”.

Mateo 7:11. “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?

Cosas y Espíritu Santo, el Padre me quiere dar ambas. Si nosotros ejercemos nuestra fe para poder llegar a tener todas las cosas que necesitamos, entonces estamos ejerciendo la fe todos los días. Tú necesitas ejercer la fe para vestir, tener un techo y comida. Así tu fe se mantiene activa.

¿Pero qué pasa con aquellos que desprecian los retos económicos y creen que no es digno de meterle esa fe?  Eliminamos la fe de eso, entonces cuando llegan esos momentos delicados, lo que está activo es tu «yo»,  tu ego, y eso no funciona en el mundo de la fe, porque la fe es la certeza de lo que espero y la convicción de lo que no veo para los míos. Entonces, todo lo que yo hago lo hago por fe.

Cada cosa que hacemos aquí es para bendecir a alguien.  Algún día, las empresas se van a dirigir  como se administran las iglesias. La gente piensa que lo que aquí se hace es mercadear la fe, pero no es así. Se bendice a la gente.

El Señor quiere que tengas fe en lo material y lo espiritual. Lucas 7:1-10. Primera cosa, versículo 3. «Cuando oyó hablar de Jesús…» Usted se preguntará cuándo va a ocurrir, yo sé cuando. Cuando verdaderamente oigas, cuando verdaderamente tus oídos escuchen y se pongan atentos; cuando digas «esto me va a pasar a mí». Esta promesa es para mí y para los míos. Cuando tú tengas la fe para poseer lo que la Palabra dice, tendrás lo que dice que vas a tener.

La fe viene por el oír y el oír por la Palabra.  Di: “El oír por fe”. Yo sé que mucha gente te ha hablado del Señor y de las sagradas Escrituras, y no has creído con fe, escuchas con prejuicios. Pero cuando tú abras tus oídos y escuches con fe, entonces ese día van a ocurrir esas cosas.

No funciona la Palabra sin creerla. Estaba Jesús, el centurión, el sirviente, los ancianos y los amigos, cada uno juega un papel importante. Tú juegas un papel importante, las autoridades juegan un papel importante.

Si las autoridades interceden por su país, y si la gente tiene amigos que intercedan por ellos, entonces vamos a ver un cambio.

Lucas 7:4-5 en la Biblia Al Día: “Los ancianos fueron a Jesús y le suplicaron encarecidamente que accediera a la solicitud del oficial. «Ese hombre es una persona maravillosa,» decían. «Si alguien merece que lo ayude, es él, porque ama tanto a los judíos que costeó personalmente la construcción de una sinagoga”.

Los ancianos le dicen: «El es merecedor que le hagas el milagro». Si un romano lo creyó, ¿cómo no lo va a creer usted? ¿Qué llevó al centurión romano delante del Señor? ¿El cuello que tenía o la construcción de la sinagoga?

La Biblia dice, no yo, que las dádivas te llevan delante de los grandes, no los sobornos, ni los robos.

Los ancianos llegaron a pedirle a Jesús por el centurión romano, por las dádivas. ¿El centurión romano tuvo fe primero para construir la sinagoga o para sanar a su siervo? Para la construcción, porque luego le fue más fácil pedir la sanidad del siervo. La fe que utilizas para hacer todas las cosas, te servirá para ejercerla para obtener tu sanidad en algún momento.

Primero, era digno de recibir el milagro; segundo, no se creía digno de que entrara a su casa, y tercero, no se creyó digno de hablar con El, sino que envió a sus amigos.

Los ancianos llegaron con Jesús y le dijeron que él era digno de que  le concediera un milagro. Pero los amigos le dijeron que él no era digno ni siquiera entrar ahí; unos intercedieron y otros lo acusaron. Hay varios tipos de dignidad. ¿Cómo puede ser este hombre digno de un milagro, pero no digno de una relación? El sí era digno de un milagro, porque la Biblia dice que Jesús fue inmediatamente. Era digno porque él creía la Palabra, pero no era digno de que entrara bajo su techo, por su comportamiento.

Y eso pasa también con algunas personas en nuestro país, porque hacen negocios, y mandan correos para que Dios sane sus negocios, pero no son dignos de entrar en su techo por ser corruptos.

Diga: “doble dignidad”. La palabra «dignidad» primero quiere decir que es merecedor de una recompensa. Hay gente que siembra y cosecha, pero su conducta no es digna bajo el techo donde vive.

Por eso, él decía: «di la Palabra y El sanará, pero yo no puedo pedírtelo». Tienes cáncer,  mujer, y no te crees digna de poder pedirle que te sane porque has tenido varios abortos, pero hoy te digo que te olvides de eso porque hoy serás sana y el Señor te perdonará.

Jesucristo no sólo va a sanar de tumores tu cuerpo, sino que sanará tu alma y te dará su presencia.

¿Cuánta gente siente la culpa porque creó un negocio y lo administró mal? Debes hacer todo eso a un lado, porque Jesús no sólo va a restaurar tu empresa, sino que también te va a prosperar.

No soy digno de entrar en tu techo. La palabra «icanos» en griego quiere decir: «no soy suficiente, no doy la talla, no soy nadie, no soy nada”. Si tú hoy tienes un «icanos»,  el Señor te va hacer libre, porque El ve que sí eres suficiente, que sí das la talla y sí eres alguien y mucho.

Y la última Palabra: “no me tuve por digno”. No es cuestión de que tú te tengas; es la Palabra que te justifica en Cristo Jesús.

¿Quién te justificará si Jesús ya te justificó? Tú no tienes que volver de donde te sacó, El ya lo pagó.

No sé qué te está pasando en la vida. Tú eres digno de recibir los milagros. Cuando crees a Dios la Palabra, eres digno de tener una relación con Cristo cuando te dejas lavar en su sangre. Las dos cosas las promete en la misma Palabra.

Otros tienen una conducta bastante digna, nunca ha salido una mala palabra de su boca desde que recibieron a Jesús y creen que por su actitud merecen recibir las cosas. Pero por la fe en la Palabra, es que puedes recibir lo que quieres.

La dignidad que trae la sangre y la dignidad que trae la fe son por la palabra. ¡Tenga una relación y obtenga sus promesas!

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