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La escuela de Marta

26 de octubre de 2014

Tiempo de lectura: 5 minutos

Durante los treinta y dos años que tengo de servir al Señor, he visto de todo, gente recibir a Cristo y también abandonarlo, personas que saben mucha Biblia, pero no ponen en práctica lo que leen. Muchas veces el problema no es saber Palabra sino creerla de corazón y demostrarlo con nuestra actitud positiva, incluso cuando no comprendamos lo que sucede. Lo que he visto que marca la diferencia en los resultados que obtenemos en la vida no es lo que sabemos, sino lo que creemos. En la Biblia es posible aprender muchísimo sobre la diferencia entre saber y creer. Especialmente cuando leemos sobre la llegada de Jesús a casa de Lázaro, luego de enterarse de que su amigo estaba enfermo. En ese momento, Marta nos ofrece toda una cátedra sobre revelación y conocimiento, aunque no le ayudó demasiado para fortalecer su fe y creer que Jesús era capaz de mostrarles la gloria de Dios, incluso con un milagro de resurrección, porque Él es la vida[1].

Un primer detalle a notar es que al saber que Jesús se acercaba, Marta salió a Su encuentro, pero María se quedó en casa. Esa actitud refleja total desgano y conformismo, ya que ni siquiera se tomó la molestia de salir a recibir a quien era su maestro y amigo íntimo. Si en algún momento de dificultad asumes esa actitud frente a la posibilidad de acercarte a Dios, ¡reacciona!, porque debes recordar que si bien Jesús es tu amigo, por sobre todo, Él es tu Señor y Salvador, el único que puede obrar milagros en tu vida, si le crees. Luego, vemos que Marta entabló una conversación doctrinal con Jesús. Ella sabía sobre oración, sobre pedir y recibir, sobre la resurrección de los muertos, porque todo lo aprendió del mismo Jesús. Esos tres hermanos estaban bajo la cobertura del Maestro, ¡cómo no iban a saber tanto sobre el reino de Dios! Pero en ese momento, Marta estaba a punto de obtener más aún,  porque aprendería que por sobre todo conocimiento, la fe es lo más importante. La pregunta clave que Jesús le hizo fue: “¿Crees en mí?”

Después de su diálogo con Marta, Jesús se dirigió al sepulcro y pidió que removieran la piedra, pero de nuevo ella salió al paso con sus razonamientos y le dijo que el cadáver ya olía mal. ¿Qué le sucedía a Marta? ¿Por qué tantos argumentos y tan poca fe en lo que Jesús podía hacer? La pena por la muerte de su hermano debilitó su capacidad de creer en la obra milagrosa del Señor. ¿De qué tamaño es la lista de tus excusas bíblicas que impiden que Jesús haga algo en tu vida? ¡Que Su Palabra sea efectiva en tu circunstancia depende de tu fe! Si quieres ver la gloria de Dios, ¡debes creer! Eso es justo lo que Jesús le dijo a Marta para que ella finalmente comprendiera lo que estaba por suceder[2]. ¡Quita la piedra si ya sabes que Jesús es la resurrección y la vida! ¡Te aseguro que verás la gloria de Dios, si crees! No seas necio, puedes saber muchas cosas, pero solo verás cumplidas aquellas promesas que creas de corazón.

Jesús resucitó a Lázaro, pero antes de hacerlo, y frente al sepulcro, agradeció al Padre por haberlo escuchado, lo que significa que ya había pedido por ese milagro[3]. Él es nuestro intercesor y está delante del Padre pidiendo por nosotros, así que debes caminar por fe. De nada sirven los cursos, las profecías, los congresos, si no refuerzas tu fe. Claro que está bien que aprendas, pero todo debe ayudar a que creas en Dios y en Su capacidad de hacer Su obra en tu vida. Evita ser como Marta que sabía mucho, aunque el Maestro tuvo que ponerla contra la pared para que al fin se avivara su fe. Serás sano por lo que crees, no por lo que sabes; eres salvo por lo que crees, no por lo que sabes.

Como cristianos, estamos convencidos de que nuestra fe se fundamenta en situaciones extrañas, como el hombre anciano que tuvo un hijo con su esposa estéril; como ver que el mar se abre para que pase todo un pueblo hacia la libertad; como derrotar a los enemigos con antorchas; como caminar sobre las aguas; como ver que se multiplica el pan. Pablo decía que no nos avergonzáramos del Evangelio porque es poder de Dios. Vergüenza es que sepamos tanto del Evangelio y no creamos. La fe es para mentes superiores, ya que la razón nos abandona cuando vamos hacia donde solo la fe nos puede acompañar. Lo que necesitamos no son revelaciones más profundas, si la gran conclusión es que sin fe es imposible agradar a Dios. Yo he escuchado muchas revelaciones y profecías, pero solo la fe me ha levantado. ¿Para qué necesitas tantas confirmaciones? ¡Cree y punto! Por supuesto que esperamos que Dios nos permita conocerlo más, pero si hemos sido salvos por fe, es por esa misma fe que lo conoceremos y veremos Su gloria. ¿Qué hace un niño cuando recibe un milagro de sanidad? Un niño no ayuna, no estudia profundamente las Escrituras, ¡solo cree y recibe! Por eso, le pido al Señor que me dé esa fe ingenua y poderosa de los niños que creen de corazón.

Aprende a ver los problemas como oportunidades para conocer al Señor y ver Su obra. Si los israelitas no hubieran sido esclavos en Egipto, Moisés nunca llega a conocer a Dios de esa forma y no los conduce hacia la libertad y la bendición; si hay abundancia de comida no necesitamos un milagro de multiplicación de panes y peces; si quieres ver milagros, seguramente enfrentarás problemas porque si todo estuviera bien, no habría necesidad de la obra sobrenatural del Señor. La escuela de Marta es la mejor en teología, y también es la mejor escuela de la fe, porque nos enseña a creer más que a buscar conocimiento. Dile al Señor: “Desde hoy me inscribo en Tu academia, la Biblia será mi libro de texto, la vida será mi escuela, de Tu enseñanza voy a aprender y a conocer. ¡Te creo! Nada me detendrá para alcanzar el cumplimiento de Tu Palabra en mi vida”.

Versículos de Referencia:

[1] Juan 11: 20-27 comparte: Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

[2] Juan 11:38-40 relata: Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?

[3] Juan 11:41-44 dice: Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: !!Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

 

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