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La fuerza que puede cambiar al mundo

15 de mayo de 2016

Tiempo de lectura: 5 minutos

Jesús dijo claramente que el amor es el principal mandamiento, amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. ¿Te amas? Yo creo que sí, por lo tanto, lo que tenemos es lo que damos, y solo podemos recibir lo que damos. Te invito a que descubramos una dimensión nueva e intensa del amor de Dios para ti. Claro que ya lo sabemos, pero Él desea darnos una nueva perspectiva, que lo sepamos, que lo sintamos, que lo vivamos y lo reflejemos. ¡Amemos intensamente, especialmente a Dios, porque el amor es la fuerza capaz de cambiar al mundo! Creo que ningún padre ha tenido que obligar a los hijos a amarlos, pero Dios tuvo que ponerlo como mandamiento porque ya nos conoce, sabe que nos cuesta ser constantes en el amor. ¿Qué pasa en el matrimonio? Nos casamos por amor, pero debemos perseverar con nuestra pareja para trascender. Lo mismo sucede con nuestro amor a Dios. Sin amor, nada somos.

¿Acaso es más fuerte la maldad que el amor? La verdad es que el amor debe ser más fuerte, pero lograrlo depende de cada uno. Es triste, pero Jesús no dijo: “Por haberse multiplicado el amor de Dios en los seres humanos, la maldad se enfriará”. La advertencia fue al contrario, la maldad enfría el amor porque deja de ser una convicción, porque no se cuida y se alimenta. No permitamos que el amor se enfríe. En el matrimonio se enfría el amor porque no velan el uno por el otro, porque dejan de demostrarse afecto, cariño, se enfocan en los errores más que en las virtudes. El amor se enfría porque el mismo corazón que tuvo la capacidad de prometer y comprometerse, ofrecer y hacer votos, un día empezó a guardar rencor, se debilitó y ahogó el amor, comenzó a reaccionar equivocadamente. Es el mismo corazón, pero diferente convicción y prioridades, lo que provoca un cambio en las relaciones. ¡Eso no debe suceder!

Conocemos el amor de Dios, lo hemos sentido, la pregunta es cómo lo correspondemos. Conocí a un joven soltero que servía a Dios, predicaba a los niños y en la iglesia comenzó una relación de noviazgo, pero comenzaron a tener relaciones sexuales, se apartaron del servicio a Dios, su corazón se enfrió, él paró en drogas, alcohol y fornicación. El noviazgo se terminó y comenzó con otra joven, pero tampoco funcionó. El joven lloraba porque se sentía vacío. En su caso, precisamente, la maldad enfrió el amor al alejarse del Señor. Por lo que fortalecer nuestra relación con Él debe ser nuestra prioridad.

Y lo más importante es que ese amor debe reflejarse en acciones. El amor se demuestra, de lo contrario, realmente no existe. Cuando amamos, damos con agrado, sin reservas. Es posible dar sin amor, pero es imposible amar sin dar. No se puede amar sin decirlo, sin mostrarlo, porque el amor es un reflejo que antes debe ser una convicción. No se pude decir que amo sin enfrentar un proceso que lo pruebe. Así que incluso las tentaciones dentro de una relación ayudan a demostrar qué tan fuerte es la convicción del amor hacia la persona con la que nos comprometimos.

El apóstol Pablo enfrentó procesos muy fuertes para afirmar que estaba convencido del amor que sentía por el Señor, por eso, aseguraba que somos más que vencedores en cualquier tribulación. Solo un amor maduro puede afirmar que nada lo destruirá, que nada separará a esa persona del ser amado. Todos sabemos amar, pero no todos amamos de la misma forma y con la misma intensidad. ¿Qué haces cuando la adversidad aparece? Esa es una buena oportunidad para evidenciar nuestro amor por Dios. Si es escaso, la vulnerabilidad es alta. Puedo hacer cosas porque imposición o por amor. Soy fiel a mi esposa porque la amo, cuido a mis hijos porque los amo, me aparto del pecado porque amo Dios. Nuestro amor será probado.

Y al salir aprobado, se convertirá en un reflejo, porque al amar a Dios, al recibir Su amor pleno, generoso, intenso, nuestro corazón se transforma y busca compartirlo, aunque las personas no nos amen de la misma forma. Y en esa actitud de amarnos unos a otros nos reconoceremos como Sus hijos y discípulos, quienes demostramos el amor con obras. Por lo que damos de comer al hambriento y de beber al sediento, damos refugio al forastero, cubrimos al desnudo, vistamos al enfermo y a quien está en prisión. No podríamos hacer algo así sin amor, por eso debemos buscar el amor de Dios. Claro que está bien ir a la iglesia, servirle y predicar, pero debemos alcanzar una dimensión de amor diferente, una que se refleje con acciones concretas por el prójimo.

Solo de esa forma te convertirás en verdadero discípulo de Jesús, a quien se le abren puertas para compartir sobre el amor y misericordia de Dios. ¿Por qué desearía alguien escuchar tu mensaje si aún no ha sentido tu amor? Tu mensaje es trascendental por lo que haces, no por lo que hablas. ¿Por qué alguien se interesaría por el Dios a quien amas, si tú no demuestras ese amor? ¿Por qué les interesaría una gran mensaje, si no ha sentido un gran amor? ¿Por qué asistirían a tu reunión, si no te has reunido con ellos? Tu mensaje debe sentirse más que escucharse. Si ellos logran sentir el amor de Dios a través de tus acciones, has logrado compartir Su mensaje. Sabemos que la historia de la humanidad se define antes y después de Cristo, esa es la medida oficial del tiempo, porque Su mensaje y amor marcaron un cambio. Él marcó a la humanidad con Sus acciones, con Su amor hecho obra. ¡El amor tiene la capacidad de lograr lo que nunca imaginamos!

Juan 3:16 nos recuerda: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Este verso debe sentirse y vivirse, no solo decirse. Hagamos un ejercicio, pon tu nombre en ese verso, como yo lo hice: “Porque de tal manera amó Dios a Hugo, para que cuando Hugo crea en Él, no se pierda y tenga vida eterna.” Dios te amó de tal manera que te ha dado el regalo más grande para que cada día tu amor sea más fuerte y lo compartas. Ahora, escribe un “Juan 3:16” dirigido a Dios, tal como yo lo hice: “Porque de tal manera ama Hugo a Dios, que le ha dado su vida para servirle a Él y amar al prójimo.” ¡Eso es lo que yo quiero que Él sepa de mí, porque he sentido Su amor y quiero corresponderle!

Demuestra que lo amas por sobre todas las cosas, que lo buscas a Él más que las bendiciones que pueda darte, hónralo, adóralo y todo lo demás será añadido. Cuando Dios sea el primero en tu vida, todo cambiará, porque Su amor te llenará. Cuando te dejes amar por Él, serás transformado y ese amor se reflejará a través de tu vida. El mayor recuerdo que puedes construir es el amor que das. Nuestro país cambiará cuando amemos al prójimo como un reflejo de nuestro intenso amor por Dios. En ese momento, dejaremos de ser solamente creyentes para convertirnos en personas que aman de verdad. Dejaremos de sentirnos débiles ante las tentaciones cuando amemos al Señor por sobre todas las cosas, porque eso cambiará nuestra perspectiva de la vida, nuestras prioridades e intenciones. ¡Las respuestas a tus interrogantes están en Su amor!

El pasado queda atrás, porque el amor que Dios te demuestra en el presente, te construye un futuro distinto. Qué triste saber mucho de la Biblia, pero no ser sensibles a las necesidades de los demás. Debes escribir tu “Juan 3:16”, porque sin amor, nada somos. El amor que recibirás será reflejo del que das, ese amor que viene de tu Padre celestial. Búscalo, resérvale un tiempo especial de adoración y comunión. Dile: “¡Gracias, Padre, por Tu amor, porque transformarás mi corazón, lo llenarás para que yo pueda compartir esa abundancia de bien con los demás, decido amarte para siempre!”

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