01 de julio de 2010
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Efesios 6:13-16 aconseja: Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Un escudo es para protegerse y librarse del mal, para evitar que algo te lastime. En nuestro caso, debemos tener un escudo que nos proteja de los dardos del maligno que atacan nuestras convicciones. El diablo es muy astuto y hábil, utiliza esos dardos para provocar pensamientos que desmoronan nuestra fe y aprovecha cualquier situación para que pongamos en duda la fe porque sabe que dejamos de agradar a Dios cuando somos incrédulos. El maligno sabe las Escrituras y podría darnos clases de Biblia pero tergiversada, como lo hizo con Adán y Eva a quienes persuadió utilizando la Palabra de Dios. Conozco a un muchacho que tiene fe en Dios y ha alcanzado muchas bendiciones pero justo cuando los milagros llegan, él asume una actitud equivocada y hecha todo a perder. Hemos platicado mucho sobre el asunto y reconoce que no ha sabido cuidar y hacer crecer todo lo que ha recibido del Señor. Ha permitido que su fe decaiga en el momento menos oportuno. No permitas que el diablo destruya tu fe con esos terribles dardos.
Pruebas para nuestra fe
Lucas 8:40-42 relata: Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban. Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo.
En este pasaje vemos que las personas estaban felices con la llegada de Jesús. Especialmente Jairo, un principal de la sinagoga, hombre muy respetado y admirado que enseñaba a la gente. Todos vieron asombrados cómo él se postró a los pies del Señor porque estaba pasando por una situación muy difícil. Seguramente sus compañeros de la Sinagoga se escandalizaron, tal vez dijeron: “no podemos permitir que esto suceda porque este hombre llamado Jesús dice y hace cosas con las que no estamos de acuerdo. ¿Cómo se le ocurre invitarlo a su casa si ha hecho que la gente se rebele?” La actitud de Jairo era provocada por su gran necesidad de salud para su hija enferma. Recibir un milagro para ella era más importante que la vergüenza y la pena. No le importó perder su puesto y su reputación, hizo a un lado toda la teología, el conocimiento y los prejuicios. En Jairo vemos a un hombre dispuesto a hacer lo que fuera por su hija, como lo haría cualquier padre del mundo. Entonces, se postró y clamó en medio de una gran multitud porque estaba desesperado por una respuesta urgente, igual a muchos en este momento. Imagina qué harías si te dijeran que tu hija está muriendo, seguramente actuarías de la misma forma. Tus hijos dependen de tu fe y debe ser suficiente para ellos cuando la necesiten. La niña no podía orar por sanidad porque estaba muriendo, así que dependía totalmente de la fe de su padre. Nuestros hijos demandan que seamos personas fuertes y creyentes que provoquen la respuesta de Dios. En ese momento, Jairo no necesitaba ser el principal de la sinagoga sino un hombre humilde, desesperado pero creyente que sabía pedir al consumador de la fe.
Mujer de fe
Mateo 9:20-22 cuenta: Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.
Justo en el mismo instante, apareció una mujer que también demostró tener una fe sobrenatural. Padecía de flujo de sangre y había agotado todos los recursos humanos, financieros y médicos intentando curarse pero su condición empeoraba. Hay momentos cuando la ciencia llega a su límite y es difícil reconocerlo pero solamente el Señor puede obrar. Seguramente Jairo deseaba que Jesús atendiera primero a su hija pero esta mujer tuvo el valor de detenerlo y hacer que la sanara tan sólo tocando Su manto. Esto es sorprendente porque en ningún lugar está escrito que alguien recibiría un milagro al tocar la ropa del Maestro.
La Palabra dice que ella actuó de esta forma porque “lo sintió en su interior”. No había antecedentes de algo parecido, nadie la aconsejó, simplemente creyó en el resultado de la fe que nos habla y tiene el poder de guiarnos hacia el milagro que creemos. No hay métodos ni pasos a seguir, nada más se tiene y nos lleva a alcanzar lo que deseamos. Ella tuvo una dirección íntima que la guió en medio de toda la multitud que también estaba tocando a Jesús, aunque sólo ella sacó virtud y poder para obtener resultados. La fe tiene la capacidad de hacer que Dios mismo se manifieste por lo que creemos. Mucha más gente puede acercarse pero la diferencia es que no desean obtener nada. A las iglesias acuden cientos de personas que son testigos de la manifestación del Señor pero no son capaces de activar su fe para obtener lo que Él desea darles. Convéncete, Dios quiere bendecirte, está en tu trabajo, sentado frente a tu escritorio, esperando ver qué obtienes de tu fe.
Jesús aceptó la demostración de confianza de la mujer y le dijo: “tu fe te ha salvado”. Pero aún estamos ante el grave problema de Jairo quien tiene a su hija gravemente enferma.
No permitas que te desanimen
Lucas 8:49-50 continúa el relato sobre la hija de Jairo: Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
Este hombre que anunció la muerte de la hija represente a los dardos que desean matar la fe. Como aquellos que aparecen en tu vida y te dicen: “No hay más que hacer, todo falló”, o también: “el negocio fracasó”, o más bien: “llamaron del banco y dijeron que te quitarán tu casa”, o quizá: “tienes cáncer y morirás”. Jairo recibió el consejo de no molestar más al Señor pero acercarse a pedirle no es ninguna molestia para Él, por el contrario, es una demostración de confianza que le agrada. Así que Jesús en persona atacó ese dardo diciendo: “no temas” y mandó a que todos salieran porque era necesario evitar que los incrédulos influyeran en la fe de los padres de la niña y evitaran lo que estaba por suceder. Personalmente tuve que afrontar una situación parecida y luché con mi propia ansiedad porque no me gusta ver muertos. Es difícil pero tuve que creer y orar por una persona delante de las miradas de todos lo que murmuraban: “¿no entiende que ya murió?, no hay más qué hacer”. Sin embargo, entré creyendo que esta persona debería levantarse.
Seguramente hay gente que ha matado tu fe y confianza cuando estabas muy cerca de alcanzar lo que le creíste a Dios. No permitas que los dardos de la desconfianza que se presentan como llamadas, mensajes y palabras negativas vuelvan a evitar que recibas lo que el Señor desea darte cuando te dice: “no temas, ella sólo está dormida”.
Probablemente quisiéramos preguntarle por qué ha tardado y dejó morir nuestros anhelos como sucedió con la hija de Jairo. Pero ese pensamiento es reflejo de alguien que ya enterró su milagro y ha perdido la fe que es necesaria para mantenerse creyendo aún cuando todo parece perdido. En ese momento, Jesús puede obrar tal como lo hizo en este pasaje. Puede entrar a esa habitación porque sabe que no todo está perdido y Su obra no ha terminado.
Finalmente, ¡Jesús resucitó a la hija de Jairo!, de la misma forma que puede resucitar tu vida y tus propósitos. Nuestra meta como creyentes es convencer a Dios para que haga lo que esperamos, no importa cuánto tiempo tome. Es nuestra obligación continuar creyendo y evitar que los dardos del enemigo nos dañen y nos lleven al temor y a la desesperación. Mi padre puede dar testimonio de ello cuando hipotecó su finca y el banco iba a tomarla porque ya no podía pagar los Q 22,000.00 mensuales de intereses que le exigían. Ese fue el momento de dejar el orgullo y demostrar humildad para reconocer que la única solución era creer en Dios quien podía darle la respuesta. En 8 meses se resolvió lo que había tomado 4 años. El cielo nunca llega tarde.
Pídele que te guarde y proteja de todo mal con el escudo de la fe. Agradécele que te ayude a vencer esos dardos del enemigo para que nada sea capaz de hacer morir tu milagro. Solamente Él puede lograr que tu fe se fortalezca a través de la Palabra que te ha dado y de las manifestaciones de Su poder que te ha permitido presenciar. Si tienes confianza, Él te bendecirá y cambiará el rumbo de tu vida, ayudándote a obtener todo lo que tu fe te ha llevado a creer y esperar. Con Su poder y favor, no habrá nada que te detenga para obtener las respuestas que buscas.
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