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La parábola de la montaña rusa

21 de agosto de 2010

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

 

Hemos aprendido que hay cinco etapas en el proceso de la fe. La primera es cuando nacemos a una nueva vida, luego vivimos, caminamos y peleamos por fe. Por último, es necesario que  tengamos fe incluso para morir, sobre todo si ya nos vimos caminando hacia el cielo donde Pedro nos dará la bienvenida para gozar de la presencia de Dios.  Tenemos una medida de fe y debemos descubrir cuál es la nuestra. Todo tiene una dimensión que puede medirse. Los líquidos se miden por galones y litros; la temperatura se mide en grados y las distancias se miden por kilómetros, metros y yardas. La forma de medir nuestra fe es a través de las obras.

Pensamos que un hombre de fe es aquel devoto de Dios, pero solamente lo que hacemos y cómo lo hacemos demuestra el tamaño de nuestra fe en el Señor. Todos tienen fe en algo, incluso los ateos  y pecadores porque hasta los narcotraficantes distribuyen la droga creyendo y esperando que no los atrapen. Nosotros, los cristianos, somos el pueblo de Dios y no somos capaces de utilizar la medida de fe que tenemos.
Desarróllala y usa el 100% de lo que Dios te ha dado.

Alcanza la altura de fe necesaria

2 Pedro 1:4 nos asegura: por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.

Nuestro inicio en la fe es maravilloso. Yo me convertía al Señor en una comunidad carismática que se llama San Pablo y estaba tan entusiasmado por hacer las cosas bien que le dije a mi guía: “Fredy,  quiero agradar a Dios, dame un listado de todos los pecados que existan para dejar de cometerlos”. Nuestro deseo de agradar al Señor es tan grande que incluso nos inventamos nuevos pecados que evitar porque anhelamos tener la estatura que nos permita entrar a la dimensión que Dios tiene preparada.  Debemos estirarnos en la fe y provocar que las promesas se cumplan, todo depende de nosotros, de nadie más.

Yo lo comparo con ese deseo por crecer que tenemos de niños. Nos morimos por llegar a la altura necesaria para que nos permitan subirnos a los juegos de “mayores” como las montañas rusas y carritos chocones. Cuando era niño, mis padres nos llevaban a varios parques de diversiones como Esquilandia, Buenaventura y Helados Gloria. Cada vez que íbamos me emocionaba esperando que la persona en la entrada de los juegos me midiera y me permitiera subirme para después contarle a mis amigos, pero muchas veces me frustré porque no daba la talla y mi hermana con mi primo Erick se volteaban a decirme adiós con una sonrisa en sus rostros mientras yo debía conformarme con los juegos para niños pequeños. A más altura, más nivel de emoción y mejor es la experiencia.  Lo mismo sucede en todo, incluso en las empresas, mientras más grandes, mayor es el grado de riesgo y responsabilidad.  La dimensión ¡wow! se vive solamente a grandes alturas.

Hay etapas que no has podido vivir porque no tienes la altura necesaria. Cuando finalmente  me permitieron subir a las camas elásticas, intenté hacer el triple invertido y quedé trabado entre dos resortes. Hace unos años fuimos de viaje a Florida con mi esposa, mi hijo, el pastor Cash y su familia. Yo me quedaba con el Pastor mientras todos se subían a los juegos mecánicos pero la pastora Sonia me pidió que la acompañara a una nueva montaña rusa. Cuando estaba allá arriba, a punto de tomar la caída más fuerte, cerré los ojos y oré porque la bajada era impresionante. ¡Sentí que mi espíritu se quedó arriba!  Todos esos juegos están diseñados para que tu adrenalina suba y te haga sentir una gran emoción. Creo que a  partir de ese momento empezó mi problema de la caída del cabello.

Nuestra fe opera de la misma forma, a mayor altura, mejor experiencia. Imagina todas las impresionantes vivencias del pastor Cash viendo a la muerte alejarse de las personas y experimentando la presencia de Dios tan de cerca. A mayor fe, mayor altura, mayores experiencias y mejores testimonios. Anímate a crecer en tu fe para ser de los que pueden vivir esas experiencias maravillosas.

Persiste hasta lograrlo

Todos sabemos que debemos crecer en la fe y tenemos esa ilusión pero el problema es que nos frustramos cuando lo intentamos y no lo logramos. ¿Cuántas veces has fallado? Seguramente algunas, yo lo he vivido pero estoy en el proceso de lograr las metas que aún no alcanzo. Hace tiempo, en la ciudad de Saltillo en México, antes una gran audiencia de jóvenes, prometí que al cumplir los treinta años tendría  treinta mil jóvenes en mi red. Estaba emocionado, henchido de amor y fui irresponsable al afirmar esto. Ahora tengo treinta y tres años y aún no logré lo que prometí pero estoy en el proceso de cumplirlo. Cada día que pasa tengo que batallar con la frustración de no haber cumplido esa meta pero ha sido una gran lección de humildad y no dejaré de esforzarme hasta alcanzarla. Sé que debo estirar mi fe y crecer, como tú debes hacerlo para cumplir las metas de fe que te has propuesto.

¿Qué pasa cuando fallamos, cuando no logramos lo que nos proponemos? Pedro es un buen ejemplo de esto. En toda la Biblia no encuentro otra persona que le fallara tanto a Jesús con él, sin embargo nunca se dio por vencido. En su primer encuentro con el Señor, le cambió el nombre porque Simón significa “junco llevado por el viento”. ¡Imagina semejante inicio para un hombre que a partir de ese momento buscó siempre agradar a su Señor!

Pedro siempre era el primero en aceptar los retos y confiar en superarlos aunque se equivocara. Le sucedió en las aguas cuando Jesús los llamó y él fue el primero en seguirlo aunque luego se hundió. Muchos pasamos por lo mismo, decimos que lograremos nuestros objetivos y luego nos avergonzamos de no hacerlo.

Mateo 16:13-19 relata: Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?  Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.  Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Estudiemos el patrón de conducta de Pedro. Falló muchas veces, no siempre logró agradar al Señor pero esa vez lo hizo y fue el escogido para recibir las llaves del Reino. Imitémoslo e insistamos  para ser los escogidos.  Que no te detengan tus errores, levántate y sigue adelante. Seguramente en ese momento, cuando escuchó las palabras de Jesús, Pedro dijo: ¡Lo logré, tengo las llaves!  Recibió la autoridad sobre el cielo y la tierra, fue posicionado en un lugar privilegiado por su insistencia en avanzar.

Levántate y sigue adelante

Mateo 16:21-23 continúa el relato: Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.  Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.  Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

Vemos que la alegría no le duró mucho, en el versículo 19 le dan poder sobre los cielos y la tierra pero en el versículo 23 le nombran Satanás.  ¡Eso realmente es caer rápido!  Si Jesús me llamara así, yo empezaría a buscarme la cola.

Pedro mereció ese regaño porque en su ansiedad se tomó la libertad de decirle al Maestro que pensara mejor las cosas y se evitara el sufrimiento. Entonces fue necesario que Jesús hiciera algo para levantar y estirar la fe de ese hombre en quien confiaría la continuidad de Su obra.  Entonces Pedro fue capaz de seguir adelante, fue persistente y logró que su  fe creciera hasta ver cumplido lo que estaba prometido para su vida. Su actitud es poderosa y nos enseña mucho.

Luego de ese acontecimiento, Jesús se va a orar y llama a tres de sus discípulos, incluyendo a Pedro quien de nuevo se equivoca porque el cansancio lo vence. Cuando el Señor los encuentra, les llama la atención e incluso pareciera que la tiene contra Pedro  a quien regaña. Muchas veces sentimos  demasiada presión pero es porque el aprendizaje debe ser efectivo para recibir lo que hay para nosotros.

Luego, Pedro comete otro error al actuar violentamente y cortarle la oreja a uno de los soldados que llegaron con Judas. Casi puedo ver la cara de desaprobación de Jesús al recoger la oreja y ponerla de nuevo en su lugar, sanando al soldado y puedo ver el gesto de decepción de Pedro al ver que se había equivocado de nuevo aunque había actuado con la intención de agradar al Señor.

A pesar de todo, Pedro sigue adelante, incluso cuando el mismo Jesús le dice: “Me negarás tres veces antes de que el gallo cante”.  La gente de fe que el Señor necesita para establecer Su Reino es la que insiste y crece aunque cometa errores.

Debes seguir adelante a pesar de todo. El Señor, tu matrimonio, tu negocio y  tu familia merecen que insistas y no te des por vencido.  No abandones la lucha, pelea la batalla de la fe porque el Reino es de quienes perseveran y tienen el impulso para crecer y alcanzar mayor estatura.

Busca ser de los que están dispuestos a todo y  son los primeros en decir “yo lo haré”, incluso antes de saber qué es lo que Dios pedirá.  Lánzate aunque sientas que te hundes y Él te premiará porque verá tu fe.

En Lucas 22:31-32 vemos que Jesús le dice a Pedro: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.

Jesús estaba preparando a Pedro desde el primer momento.  Lo mismo sucede contigo. Si el Señor le dice al diablo que puede tomar tu vida es porque sabe que estás preparado para pelear y vencer en la batalla.  Aunque te caigas, aunque te hundas, a pesar de todo sigue adelante y no te detengas porque solamente insistiendo lograrás ver cumplidas las promesas del Señor en tu vida.

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