03 de octubre de 2015
Tiempo de lectura: 7 minutos
La tierra de las promesas
El Señor te bendecirá como lo ha prometido si vives con fe y a la manera que Él te pide.
Como cristianos estamos convencidos de que al morir hay una morada para nosotros en el cielo, pero por más lindo que te lo pinten, ¡no quieres ir allá todavía! Porque la realidad es que todos sabemos que la tierra es el lugar que Dios preparó para nosotros y que debemos poseer. Así que antes de ir al cielo, es necesario que hagamos lo correcto en la tierra y alcancemos todas las bendiciones que el Señor quiere darnos. Hoy declaramos que Dios te dará tu casa, tu familia y tu nuevo negocio, porque Sus hijos poseerán la tierra para Su honra y gloria.
Ahora bien, hay dos formas de llamar a la tierra que nos pertenece: tierra prometida y tierra de las promesas. En Génesis leemos que Dios le pidió a Abram que saliera de donde había nacido, que dejara a su familia y que se fuera a la tierra que le mostraría, donde lo bendeciría y engrandecería[1]. Si lo analizamos, la promesa va más allá de llevarlo a un lugar, ya que se refiere a que llegue a ese lugar donde todo lo bueno sucederá. No es lo mismo tener la tierra prometida, que llegar a la tierra de las promesas, donde se darán todas las bendiciones. Si alguien te ofrece una casa, cuando llegas allí, ya tienes lo que esperabas, pero si te dicen que llegues a una casa donde te darán muchos regalos, al llegar aún sigues con gran expectativa de lo que sucederá. Justo eso es la tierra de las promesas, ese lugar donde Dios te pide que vayas porque allí te bendecirá. En esa tierra que Dios te manda habitar hay bendición, prosperidad y bienestar para ti y para tus próximas generaciones. Nuestra meta debe ser llegar a donde Dios hará cosas grandes con nosotros. Créele por la tierra prometida y por la tierra de las promesas, donde se cumplirá Su gloria sobre tu vida. No solo es obtener la casa que deseas, sino el matrimonio y la familia bendecida, los recursos abundantes y la paz.
La tierra de las promesas es donde fluye leche y miel, pero la clave es guardar Sus mandamientos y mantenerse en ese lugar donde Dios tiene puestos Sus ojos[2]. En tu colonia puede haber muchas otras casas, la pregunta es sobre cuál tiene Dios puesta Su mirada, porque es allí donde llega la lluvia temprana y la tardía, donde Él se asegura de que todo sea fructífero y haya buenos resultados. Además, al leer la Palabra, vemos que Dios le dijo al pueblo que esa tierra no era igual a la de Egipto, donde tenían una pequeña parcela, sino que era una tierra grande, por lo que les pidió que cambiaran su manera de pensar, que ya no pensaran como esclavos, sino como conquistadores y dueños de una bendición inmensa que debían aprender a administrar. Así que llegar a esa tierra de promesas requiere obediencia, esfuerzo y fe.
Para alcanzar esa tierra debemos dejar de lado dos cosas, la primera es lo que aprendimos de nuestros padres y que no funcionó, y la segunda son las falsas promesas que el mundo hace sobre la prosperidad. Los cristianos debemos creerle a Dios, obedecerle y llegar a ese lugar donde Él nos bendecirá. Debemos dejar atrás nuestra pasada manera de pensar y de vivir, por eso, Dios le dijo a Abram que dejara atrás a su parentela, porque todo sería hecho nuevo. Sin embargo, en ese proceso, Abram cometió algunos errores. Cuando hubo hambre en la tierra a donde llegó, decidió irse a Egipto, a pesar de que Dios le pidió que se quedara en el lugar donde Él tenía puestos Sus ojos. Uno de los errores que comentemos cuando las cosas se ponen difíciles es que nos alejamos del lugar donde Dios nos quiere, pero no nos va mejor. Así que cada vez que te alejas del Señor, resultas con más dificultades. Por eso, tu compromiso debe ser vivir de acuerdo a lo que Dios manda. Dile con fe: “Señor, estoy fuera de la casa de las promesas, pero hoy me comprometo a comenzar a vivir de la forma que Tú quieres, me costará, pero sé que Tú estarás conmigo.”
Sabemos que recibimos la salvación por gracia, pero entrar a la tierra de las promesas requiere esfuerzo y conquista, tal como vemos con el pueblo de Israel que salió de la esclavitud de Egipto por obra del Señor, pero luego debía luchar por conquistar la tierra. Alcanzar las bendiciones te costará esfuerzo y fe para que renueves tu pensamiento y tu forma de vivir. Y en ese proceso, es muy valioso que hagas un voto de obediencia a Dios, una promesa que te comprometa a cambiar, a creer y a luchar. Al acercarte al Señor y hacer un voto a través de una ofrenda, no estás comprometiendo a Dios, quien desde siempre ha querido bendecirte, sino que te comprometes tú a vivir de acuerdo a Sus principios. Tal como sucedió con Jacob, quien debió huir de la tierra de las promesas por malas decisiones.
Al salir huyendo, tuvo un sueño en donde ángeles subían y bajaban por una escalera, y Dios le dijo que lo guardaría a donde fuera y lo llevaría de vuelta. Al despertar, Jacob ungió el lugar donde estaba y dijo: “Si fuere Dios conmigo…”, porque sabía que se estaba alejando de la tierra prometida y pedía al Señor que lo acompañara. Entonces hizo un pacto, prometió dar el diezmo de lo que produjera y así lo hizo[3]. Atrévete a creer que Sus ojos están sobre ti, a pesar de que te has alejado. Algunos dicen que no se puede hacer un pacto con Dios, pero vemos que en la Biblia, Dios acepta nuestros votos, nuestras promesas. Ese voto le dice: “Voy a vivir a Tu manera, no a la mía, porque tengo fe”. Y eso fue lo que sucedió con Jacob, quien cambió totalmente. Antes de ese momento, engañó y vivió sin mucho esfuerzo, pero el día que hizo el voto porque iba a caminar en una tierra fuera de la promesa, cambió, se esforzó, trabajó por lo que amaba. Aunque lo engañaron varias veces, Dios lo prosperó y provocó que la bendición lo alcanzara. Muchas veces las experiencias del pasado, lo que has hecho hace que andes huyendo, pero debes reaccionar, darte cuenta de que estás fuera de la tierra de las promesas, así que debes comprometerte a cambiar tu forma de hacer las cosas y actuar de acuerdo a la manera del Señor. No tengas miedo de hacer un pacto con Dios, porque Él siempre ha querido bendecirte y prosperarte, así que ese pacto que hagas te compromete a escucharlo, seguirlo para que todo te vaya bien.
Veinte años después, Jacob regresó a ese lugar donde levantó una columna fuerte y sólida, cuando todo había comenzado con una piedra[4]. No temas, los ojos de Dios están sobre ti, Él te cuidará y guardará. Dile: “No voy a hacer las cosas de la misma forma que mis padres, sino como Tú me pides y cuando regrese, daré testimonio de Tu bendición”. Prosperarás a la manera que Él quiere, según Sus principios, no según los del mundo. Cuando te acercas al Señor y haces una promesa de fe, haces un voto de fidelidad, te comprometes a renovar tu mente, tu actitud y forma de vivir para que el Señor pueda bendecirte. Declara que recibirás provisión sobrenatural para cumplir ese pacto que has hecho con Dios; declara que alcanzarás lo que Él te ha prometido, Su paz y Su victoria están contigo. Declara que cumplirás tu promesa porque a partir de hoy recibirás multiplicación y podrás testificar, como Jacob, de la abundancia que Dios te dará. ¡Declaramos milagros de provisión y de paz en tu familia!
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