29 de abril de 2025
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Todos los días estamos escuchando voces que provienen de los problemas, de circunstancias, la voz de nuestro enemigo, nuestra propia voz interior y, por supuesto, la voz de Dios mediante su Santo Espíritu ministrando y hablando a nuestra vida. Pero otras veces Dios nos habla cuando abrimos la Biblia. Además, Dios nos habla a través de la creación, de un mensaje o sermón; en fin, todo el tiempo nos está hablando.
El éxito y el fracaso de nuestra vida están determinados por la voz que decidimos obedecer y seguir. El rey David obtuvo muchos éxitos y pasó a la historia como el mejor rey de Israel porque logró escuchar la voz de Dios y obedecerla. Cuando oyó otras voces, fracasó, pero aprendió la lección y logró cumplir cada misión con éxito desde la famosa pelea con el gigante Goliat.[1]
En la escena de la batalla contra los filisteos, David escuchó la voz de su hermano mayor, la voz del rechazo, cuando le dijo: «Yo te conozco, tú eres pastorcito de ovejas y esta batalla es para hombres de guerra». En otras palabras, tú no perteneces a este lugar; debes irte. Todos hemos escuchado la voz del rechazo para marginarnos y hacernos sentir mal. No obedezcas esa voz. Tan importante como oír la voz de Dios es ignorar las voces que nos causan daño.
Una forma de saber si Dios está hablando o es una voz enemiga será ver si está alineada con las Sagradas Escrituras. La voz del enemigo trae confusión; la voz de Dios trae dirección y afirmación. La voz del enemigo trae temor; la voz de Dios trae valor y afirmación. Entonces apagas la voz del enemigo y escuchas la voz de Dios que dice: «Tú vales la sangre de Cristo, todo lo puedes en Cristo que te fortalece porque naciste para toda buena obra».
Entonces, el enemigo conoce tu nombre, pero te llama por tu pecado. Dios conoce tu pecado, pero te llama por tu nombre.
La voz del rey Saúl es la voz de la comparación. El rey le dijo: «Pelea con mis armas», y le entregó toda su armadura, pero David no logró dar ni un paso con ella.[3] La armadura no estaba hecha a su medida. Esa voz te dirá que hagas las cosas como un clon de alguien más, como una copia, y provocará tu acomodamiento si le sigues la corriente. No necesitas pensar y actuar como los demás, eres único y original, imprime tu propia huella en lo que haces. David oyó su voz interior y fue a la batalla con sus propias armas.
La voz del gigante Goliat daba miedo y los soldados de Israel salían corriendo. La voz de la intimidación quiere que te sientas pequeño, insignificante, inferior; tú no puedes. Goliat no había vencido a ninguno, pero sus palabras y el tono de su voz los asustaban. El diablo no le ha ganado a nadie, pero intimida y paraliza a muchos. Solo Jesús es vencedor; Él le ganó la batalla en la cruz del Calvario. Él le ganó a la muerte, al infierno y le ganó al mismo diablo.
David no se quedó callado, David no se quedó en silencio, sino que habló. El enemigo quiere que guardes silencio, prefiere asustar y que te calles. Una iglesia callada es su victoria, pero David oyó la voz de Dios desde su interior y respondió. Escucha la voz de Dios y declárala para que todos sepan quién es tu Dios. David lo dejó callado y avanzó sobre su gigante para quitarle la cabeza y nunca más oyeron su voz.
Para cada gigante en tu vida hay una Palabra de Dios que lo derrotará. Solamente atiende la voz de Dios sobre cada problema o circunstancia, escucha a Dios, sigue su voz y obedece; luego declara esa Palabra y la derrota del enemigo se hará efectiva. Empieza a declarar las promesas de Dios.
[1]1 Samuel 17: 8 (RVR1960): Y Goliat se paró y gritó. Dio voces a las filas de Israel diciéndoles. ¿Para qué habéis salido a poneros en orden de batalla? ¿Acaso no soy yo Filisteo y vosotros siervos de Saúl? Escogeos un hombre y que venga contra mí. Si es capaz de pelear conmigo y matarme, entonces seremos vuestros siervos. Pero si yo lo venzo y lo mato, entonces seréis nuestros siervos y nos serviréis.
[2]1 Samuel 17: 28-29 (RVR1960): Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar?
[3]1 Samuel 17: 38-40 (RVR1960): Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.
[4]1 Samuel 17: 42-44 (RVR1960): Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.
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