26 de noviembre de 2008
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El perdón, difícil pero necesario
Marcos 11: 24-26 nos dice: Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
Perdonar es la única forma de asegurarnos una buena comunicación con Dios. Si te presentas ante Él con resentimientos no puedes esperar que te perdone. Sería terrible que Dios fuera resentido, pero no lo es, por eso recibe tu oración. Aunque es difícil, debes perdonar, especialmente cuando la ofensa es grande. Incluso al mismo Padre le costó caro, porque tuvo que sacrificar la vida de su Hijo Jesucristo para perdonar nuestros pecados. Así que el perdón es el fundamento del cristianismo y como tal debemos hacerlo evidente en nuestras vidas. El pecado de otro no justifica tu pecado. Tienes tanta responsabilidad de no sentirte ofendido como la tienes de no ofender.
Hay tres cosas básicas que debes tomar en cuenta para no sentirte ofendido:
Primero: Perdona las veces que sea necesario
En Mateo 18:21-22 encontramos la clave: Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Significa que si la ofensa aún te molesta debes continuar perdonándola hasta que ya no te afecte. Aunque la ofensa haya sido una sola vez, si la guardas en tu corazón deberás perdonarla cuantas veces la recuerdes y te sientas ofendido de nuevo. Hay personas que se ponen histéricas cuando las ofenden e históricas recordándola. Olvida las ofensas porque guardar rencor solamente hiere tu corazón y te obliga a practicar una y otra vez el perdón hacia tu ofensor. Hay personas que nunca logran perdonar a sus padres y justifican sus acciones con lo negativo que recibieron de ellos. Una persona tal vez ya va por la cuarta relación sentimental y continúa guardando rencor por la ofensa que recibió de su primera pareja. Dios tira tus pecados al fondo del mar y no los recuerda más. Olvida las ofensas y sana tu corazón.
La falta de perdón provoca enfermedad e insomnio. No duermes porque estás inquieto, das vueltas en la cama y haces mil cosas, piensas tanto en el asunto que al final se agrava, y aquella ofensa que pudo ser pequeña se vuelve del tamaño del mundo. La Biblia dice que la falta de perdón es carcoma de los huesos. Las personas resentidas no tienen vitalidad, están siempre de mal humor y hasta deprimidas. Aprende a perdonar y vive feliz. Así como el perdón atrae al Espíritu Santo, el resentimiento atrae al diablo, evítalo. El Padre nos perdonará en la medida que perdonemos. Con esa promesa, vale la pena olvidar de todo corazón los resentimientos.
Aprende a vivir en salud espiritual. Durante un viaje de dos días en carro con mi familia, me hice una herida en la rodilla derecha. Al final del primer día, después de catorce horas de manejar, observé que apoyaba la rodilla en la base de la palanca de velocidades, lo que provocó un roce que me lastimó y se convirtió en una llaga. Esa noche me unté una pomada y la herida comenzó a sanar. Al siguiente día, cada vez que, sin darme cuenta, quería apoyar la rodilla en el mismo sitio, el dolor me recordaba que no debía hacerlo. Así es el Espíritu Santo que como un ungüento sana tus heridas, pero debes aprender una nueva disciplina de vida para no seguir lastimándote. Cambia tu mentalidad y mejora tu resistencia a las ofensas. Si te ofendes por las mismas razones, tus heridas nunca sanarán. Aprende a olvidar el tipo de ofensas que te lastiman y El Señor te dará paz.
Segundo: El valor de la palabra
En Mateo 18:15-20 leemos: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Cuando estés ofendido comunícate hablando con el ofensor. El silencio es otra forma de comunicación, pero no es la mejor. Envía un mensaje de rechazo, orgullo y negación a buscar soluciones. Un hombre me dijo: “Hace 10 años me casé con la mujer de mi vida y hace 5 me divorcié. Cada vez que discutíamos me callaba, hasta que un día exploté y tuvimos que separarnos”. Si algo te molesta exprésalo, no esperes a que se rebalse el vaso de tu tolerancia. Recuerda que la Biblia dice “La blanda respuesta aplaca la ira”.
Con mi esposa Debbie discutimos una noche, nuestra cama “king size” se convirtió en “ring size”. No lográbamos ponernos de acuerdo, así que molesto le di la espalda. Ella vio mi actitud, y contrario a lo que yo esperaba, reaccionó igual. Creemos que sembrando rechazo cosecharemos atención, y no es así. Por supuesto yo no podía dormir. El Señor habló a mi corazón y dijo: “puedes tener la razón y perder la relación”. En ese momento comprendí lo tonto que fui intentando ser inteligente. Si al empeñarte en tener la razón pierdes a la persona que amas, tu lucha no tiene sentido. Dios dice: “no se ponga el sol sobre tu enojo”. Si le das de esa forma la bienvenida al diablo en tu matrimonio, luego no te quejes de las cosas malas que puedan suceder. Así que me di la vuelta y la abracé, le pedí perdón y nos reconciliamos. Desde esa noche adoptamos el principio de nunca dormirnos molestos. Gracias a Dios no he dormido en el sofá, ni Debbie en casa de su mamá, ni mi suegra con nosotros. Siempre hemos resuelto nuestras diferencias.
El Señor Jesús te motiva a buscar ayuda cuando creas que no puedes resolver tus conflictos con quienes te ofenden. Pide consejo a personas sabias y pacíficas, no a quienes solamente echarán leña al fuego. No busques quién te de la razón, sino a alguien que te ayude a encontrar y dar perdón. Habla con la persona que te ha ofendido y desahógate buscando la reconciliación y acuerdo entre ambos. Al Señor le agrada tanto que busques esos momentos que lo que pidas te lo dará.
Tercero: Madurez espiritual
Proverbios 19:11 nos dice: La cordura del hombre detiene su furor, Y su honra es pasar por alto la ofensa.
Las personas se vuelven honrosas cuando dejan de sentirse ofendidas. Conocí a una señora que sufrió el secuestro de su amada hija. Los criminales se la llevaron por equivocación y al darse cuenta de su error le quitaron la vida y escondieron el cuerpo. Le costó años de búsqueda encontrar los restos y sepultarlos. Durante el juicio a los secuestradores, ella públicamente les perdonó de todo corazón. Su decisión fue difícil pero sabia, y para explicar su actitud dijo: “si ya me quitaron la vida de mi hija, no permitiré que por la amargura también se lleven la mía”.
Debes crecer, no puedes sentirte ofendido toda tu vida por las mismas razones. Recibir ofensas es inevitable y perdonar también. No puedes evitar que llueva, pero puedes evitar mojarte. Si estás bajo una tormenta, cúbrete o aléjate de ella, protégete con el escudo de la fe. Recuerda que delante del trono de Dios, tan mal hace el ofensor como el ofendido que no perdona. No seas de aquellos que justifican su amargura en el pecado de otro. Para bailar se necesitan dos. Es un mandato no ofender, pero también lo es perdonar, por lo tanto ofender y no perdonar son igualmente pecados.
La Biblia dice que si alguien te hiere en una mejilla debes poner la otra; si alguien te obliga a caminar una milla ve con él dos; si alguien te quita la capa también debes darle la túnica; si te ofenden las palabras hirientes e insultos, responde con bendición; si te persiguen y humillan por la fe, gózate porque tu galardón es grande en los cielos. La madurez espiritual no es la que consigues cuando no te ofenden, sino la que obtienes cuando ya no te afectan las ofensas. En 1 Pedro 3:13 dice: ¿Quién es aquél que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Obra bien y no sentirás enojo o resentimiento.
El Señor en Isaías 43:25 dijo: Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo, y no me acordaré de tus pecados. No esperes que otros te amen o respeten, primero ámate y cuídate; por amor a ti mismo perdona, olvida y no dejes que el rencor te quite la paz. Crece para que ya no te ofendan las mismas cosas. Jesús también te ofrece su perdón si le abres tu corazón. Él te perdonará y te ayudará a perdonar.
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