03 de julio de 2016
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La vida no es color de rosa, hay momentos de alegría y también de tristeza. No todo lo que hacemos sale bien y podemos llegar a situaciones de gran presión que son obstáculos para recibir las promesas de Dios. ¿Qué hacemos mientras esa promesa se cumple?
Sabemos que David llegó a ser rey, pero antes, sufrió persecución y amenazas. La promesa ya existía, sabía que sería exaltado, sin embargo, sufrió en el proceso. Cuando las promesas están pendientes de cumplimiento puede invadirnos la angustia, un sentimiento terrible que nos ataca, pero Dios es nuestra roca, fortaleza y libertador[1]. A mis doce años, enfrentamos una crisis muy fuerte en casa. Mi papá era funcionario público y le ofrecieron un negocio indebido que rechazó. Entonces, la persona que se lo ofreció, se enojó y planeó varios atentados en su contra. El primero fue saliendo de su oficina una noche. Se salvó porque decidió manejar y el asesino apuntó la ametralladora al asiento del copiloto. Mi papá todavía guarda el portafolio perforado de balas que iba en el lugar donde él debió ir. Durante un mes, sufrió dos atentados más. Toda mi familia estaba tensa y angustiada. Tanto que mi papá comenzó los trámites para que saliéramos del país. Pero se dio un golpe de Estado y el hombre que lo perseguía tuvo que salir huyendo de Guatemala.
Ese fue un tiempo muy difícil, de esas épocas cuando la angustia provoca que dudemos de las promesas de Dios. En esos momentos, uno de los síntomas es el temor al futuro, otro síntoma es la incertidumbre, y el tercer síntoma es la inseguridad en lo que creemos. A veces, cuestionamos: “¿Y si Dios no me ha escuchado?” No sé cuál ha sido la excusa de Satanás para envenenar tu mente y acorralar tu fe, pero Dios te hará verdaderamente libre de angustia. Lo que aprendimos a través de esa prueba fue a gozarnos en medio de la dificultad. No perdimos nuestra fe, siempre recordamos de dónde Dios nos había sacado y hacia dónde nos llevaría.
La angustia trae ansiedad, insomnio, irritabilidad, dolores físicos, pero he encontrado que hay una forma de ser verdaderamente libre de angustia y es doblar rodillas para orar y alabar a nuestro Padre, tal como David lo hacía, incluso cuando su alma estaba abatida y turbada. Queremos que nuestra oración sea escuchada por Dios,[2] y te aseguro que así es, pero la aflicción impide que lo veamos. La angustia no es un pecado, sino una debilidad, por lo que podemos hacer algo para fortalecernos y evitarla. Es como ejercitar un músculo espiritual para que no se atrofie.
Si quieres ser fortalecido, no será por tus méritos, por lo bueno que seas, sino por la gracia de Dios. Él no busca súper hombres y mujeres, sino personas que reconozcan su debilidad y estén dispuestos a ser fortalecidos por Su gracia[3]. En medio de la angustia no hay espacio para los milagros, para la obra sobrenatural del Señor. Es como querer meter en una pequeña caja algo muy grande. La angustia nos agobia al punto que la fe no cabe. Dile: “Padre, bástame Tu gracia y en mis debilidades, obra con Tu fortaleza.”
El origen de la palabra angustia viene del latín que significa angostura, así que se refiere a un espacio donde no se tiene movilidad. Estar angustiado es como ser un boxeador a quien su adversario arrinconó contra las cuerdas para golpearlo. Por mucho que entrene, por muy grande que sea, caerá derrotado si no sale de ahí. Por eso, la instrucción del entrenador es: “Sal de esa esquina, quítate, muévete”. Dios nos pide que nos movamos, que salgamos de ese rincón, que busquemos un espacio más amplio. Antes de ver las promesas cumplidas, la primera respuesta de Dios será darnos un lugar espacioso[4]. El boxeador arrinconado y recibiendo golpes no puede escuchar, pero al moverse, podrá despejarse y tendrá una panorámica diferente. Tu entrenador quiere guiarte, pero si estás como la avestruz con la cabeza metida en la tierra, no tienes espacio para pensar, para discernir nuevas ideas y enfrentar el problema. En esa esquina, la fe solo alcanza para resistir los golpes.
Claro que nosotros queremos respuestas inmediatas, pero en momento de angustia, Dios nos dice que nos pondrá en lugar espacioso, donde podremos escucharlo y seguir Sus instrucciones[5]. Entonces, las cosas comienzan a cambiar, ya no solo estamos recibiendo golpes sino que podemos contraatacar. Sin angustia, podemos analizar y reaccionar de acuerdo a lo que Dios quiere que hagamos. Al diablo le fascina angustiarte, es su trabajo, pero Dios quiere liberarnos de la angustia. Aunque todavía tengas dificultades en el trabajo, en el matrimonio, en la familia, Dios te dará un corazón libre de angustia para que tu fe crezca.
Las respuestas están fuera de la angustia, no en la angustia. En el peor momento, lo que se te afinará es el oído[6]. Así sucede con los boxeadores que ya no ven, solo escuchan a su entrenador que les indica hacia dónde golpear. A veces la vida nos ha dejado heridos, deprimidos, pero no estamos solos ni desamparados; Dios desea hacernos libres en el nombre de Jesús, quien nos apartará de la angustia y nos llevará a un lugar espacioso, donde vivamos confiadamente.
La angustia es como basura que ocupa esa mesa donde Dios quiere servirte un banquete, así que debes limpiarla de tristeza, depresión y pensamientos negativos para que Él pueda servir todo lo bueno que tiene para ti. No importa el valle de oscuridad que atravieses, Su vara y Su cayado te sostendrán, te dará fuerzas para salir de allí. Dios aderezará mesa[7], pero debes limpiarla, poner orden y la angustia no seguirá deteniéndote. ¡Lo que te espera es una buena comida sobre una mesa limpia!
David estuvo en angustia, pero la superó[8]. Dios fortalecerá tus pies para que avances donde hay más espacio, donde usarás tu fe y tus manos no solo para protegerte de los golpes, sino para pelear. Tu round está por terminar. Desde que te subiste al cuadrilátero de la vida, Dios te garantizó que serías vencedor. Declaro que la angustia se ha ido, que comienza tu conquista, que Dios te da espacio para la creatividad, las nuevas ideas y las oportunidades, para que la fe se transforme en certeza y en realidad.
La tribulación y angustia no pueden separarnos del amor de Cristo, nada puede derribarnos porque somos más que vencedores[9]. Dios tiene la victoria y la pone en tus manos, solo debes limpiar la mesa de tristeza, desconfianza, temor, dolor y ansiedad. Cuando el diablo venga a golpearte, ya no te encontrará en la esquina, sino que dispuesto a darle doble golpe. Entonces, se alejará porque contra ti sabe que perderá la pelea. ¡Eres libre de toda angustia y dolor que intente robar tus promesas de bendición!
[1] 2 Samuel 22:1-3: Habló David a Jehová las palabras de este cántico, el día que Jehová le había librado de la mano de todos sus enemigos, y de la mano de Saúl. Dijo: Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste.
[2] Salmo 18:6: En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
[3] 2 Corintios 12:9-10: Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
[4] 2 Samuel 22:19-20: Me asaltaron en el día de mi quebranto; mas Jehová fue mi apoyo, y me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí.
[5] Salmo 118:5: Desde la angustia invoqué a JAH, y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso.
[6] Job 36:15-16: Al pobre librará de su pobreza, y en la aflicción despertará su oído. Asimismo te apartará de la boca de la angustia a lugar espacioso, libre de todo apuro, y te preparará mesa llena de grosura.
[7] Salmo 23:1-5: Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
[8] Salmo 4:1: Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración.
[9] Romanos 8:35-38: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir.
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