03 de diciembre de 2017
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Nuestro caminar debe ser por fe, no por vista. Jesús es el camino y con él descubriremos la fe que necesitamos para avanzar.
El libro de Lucas narra la historia de los diez leprosos que salieron al encuentro de Jesús y le pidieron misericordia.[1] Estas personas no podían acercarse a la gente, ni abrazar a sus hijos siquiera. Ellos representaban a diez familias cuyo padre, debido a su condición, dejó de proveer; sin embargo, coincidieron en tiempo y espacio con Jesús y supieron pedir clemencia. Él nunca los condenó, ni les preguntó qué pecados habían cometido para que ahora estuvieran en esa condición, pues en ese momento su fe valía más que su conducta. Él les dio una instrucción que ellos la acataron: ir a mostrarse ante los otros sacerdotes; por tanto, lo que provocó que en ese momento la lepra desapareciera fue su obediencia. La fe demanda la obediencia total y absoluta de los hijos de Dios.
En el camino hay milagros, como lo pudieron comprobar los diez leprosos, pero también evidencia cómo somos por dentro y lo que somos capaces de hacer al encontrarnos con una necesidad ajena.[2] La necesidad de otros también puede convertirse en una oportunidad para nosotros, Jesús solo le confiará la vida de Sus hijos a alguien que valore a los demás; Él necesita personas que sepan el valor que tiene una vida, que sean capaces de rescatar a alguien y que si encuentran a una persona en el camino no solo la recuperen, sino además encuentre a alguien a quien confiársela. Él sabe que no a cualquiera se le puede pedir eso, solo a alguien que hable el mismo idioma de la misericordia; porque cuando la misericordia te toma, eres capaz de hacer lo que sea necesario por ayudar a tu prójimo. La necesidad de otro podría convertirse en la justificación con la que Dios te bendecirá y te pagará con creces.
Hay días donde la escasez nos nubla la vista y no nos deja ver el camino, y pensamos que ya llegamos al final o simplemente nos rendimos porque está muy difícil de transitar. Lo peor que te puede pasar ya puesto en marcha es analizar demasiado las circunstancias; eso podría estancarte en el mismo punto y evitar que sigas avanzando.
Cuando Dios siente misericordia por alguien, puede confiarlo a alguien que sienta esa misma misericordia y esa confianza también puede ir en la forma de una orden, así que debes estar atento a Sus mandatos para cumplirlos. El Señor sabe que la fe descansa en la obediencia de Sus hijos y se activa en aquellos que no están analizando posibilidades lógicas todo el tiempo y simplemente se limitan a creer. Muchas veces nos daremos cuenta de que Sus instrucciones no van de acuerdo con lo que nosotros razonamos, y sin embargo los milagros ocurren. Cuando obedecemos, también preparamos el camino para la prosperidad. ¡Solo es cuestión de que lo creas! Una sola Palabra de Dios es suficiente para que todo cambie, así que pídele que te ayude a fortalecer tu fe.
[1] Lucas 17:11-19: Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
[2] Lucas 10:25-37: Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
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