04 de agosto de 2015
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Vivimos para cumplir un propósito, una asignación, y nuestra configuración está estructurada para desarrollar dicha tarea. De manera que nuestras habilidades nos muestran a qué debemos dedicarnos, porque eso que podemos realizar es lo que aportamos a la sociedad y al reino de Dios. Todos realizamos una asignación valiosa, sin importar lo que sea. Un maestro, un zapatero, un empresario, un gobernante, cada uno cumple con una tarea que beneficia a los demás. Por eso, nuestras aspiraciones son importantes y mientras mejor las cumplamos, más beneficiamos a la sociedad y al cuerpo de Cristo. Jesús tuvo la asignación de salvar al mundo y lo cumplió con excelencia. ¿De qué forma lo hizo? Sacrificando Su cuerpo que resucitó al tercer día. A veces lo olvidamos y relativizamos, pero Jesús sufrió gran dolor físico y emocional. Por eso, Él cuidó Su cuerpo y fortaleció Su fe en todo momento, porque Su configuración física era importante para cumplir Su asignación. Busca esa configuración personal, esos dones que te indicarán cuál es tu asignación particular y de qué forma puedes cumplir la asignación que todos tenemos en el reino de Dios.
Sabemos que Jesús se preparó durante treinta años para tres años de expresión ministerial. Y Su preparación fue física, espiritual, intelectual y emocional, ya que aprendió a ser un líder enfocado en Su asignación. Y lo logró de tal forma que incluso decía que Su alimento era cumplir con la tarea que Dios le había encomendado[1]. La concentración y pasión por Su misión era tan grande que era Su fuente de energía. Cuando estamos involucrados en una visión en el trabajo o en la familia, ¡hasta se nos olvida comer porque nuestra pasión por lograr el objetivo es lo que nos alimenta! Lo mismo debe suceder al cumplir la voluntad del Padre y la asignación que nos ha dado. El enfoque y pasión por conseguirlo debe ser nuestra fuente de energía. De hecho, la Palabra promete que Dios nos da fortaleza y renueva nuestras fuerzas. Por eso, mientras más descansas, menos energía tienes y más haragán te vuelves, al contrario, mientras más dedicación le pones a algo, más energizado te sientes. La pasión por Jesús y Su Palabra nos dan energía para avanzar en todo.
¿Otro elemento para realizarnos como profesionales y como hijos de Dios? Reconocer que el sacrificio y el esfuerzo son necesario. Todo lo que vale la pena requiere trabajo y dedicación. Jesús lo tenía muy claro. Estaba consciente de que literalmente debía morir para cumplir Su misión, por eso lo expresó con la parábola del grano de trigo que debe morir para dar mucho fruto[2], pero esa enseñanza se aplica a todo lo que hagamos, ya que debemos morir a nuestra comodidad para alcanzar algo que vale la pena. Humanamente, tendemos a buscar el menor esfuerzo, sin darnos cuenta de que vamos en contra de lo que Dios nos dice. Todo lo bueno requiere sacrificio. En la universidad, el catedrático de economía nos decía que en los cuatro años de universidad no vio una hora de TV y se graduó con honores. Si quieres llegar a triunfar, necesitarás sacrificar muchas otras cosas. Yo tuve que hacerlo, ya que durante el tiempo que terminé la universidad ya estaba casado, teníamos un hijo y otro venía en camino. ¡Así que me tocaba muy duro! De 7am a 5pm trabajaba; de 6pm a 9pm iba a la universidad y de 11pm a 1am recibía clases privadas de finanzas para tener buen promedio. Fue extenuante al extremo, pero valió la pena. Si Jesús se sacrificó por lograr Su asignación, ¿por qué no deberíamos sacrificarnos nosotros? El sacrificio es parte de lo que nos traerá una gran satisfacción. No seas de los que siempre buscan el camino fácil, el atajo, porque podrías arriesgar tus resultados. Jesús cumplió con Su misión y produjo abundante cosecha, no evadió Su responsabilidad, ni buscó un camino fácil. Cada vez que te ve, se llena de satisfacción porque eres el fruto de Su sacrificio y esfuerzo. Cuando el dolor del esfuerzo desaparece, viene la recompensa, la transformación. ¡Eso es lo que realmente vale la pena!
No desmayes en tu esfuerzo por realizarte en todas las áreas de tu vida, incluyendo el servicio en el reino del Señor. No decaigas, no te relajes, mantente firme, y cuando sientas que ya no puedes más, pon tu mirada en Jesús, nuestro modelo, nuestro Maestro y ejemplo. Él te enseñará a mantenerte firme, enfocado en el gozo de la recompensa, porque justamente fue lo que hizo, no se concentró en el dolor sino en la bendición que llegaría después[3]. Todos queremos el beneficio que recibimos a través de la cruz, pero no buscamos a quien sufrió en esa cruz por nosotros. Deseamos la salvación, el perdón, la restauración y la sanidad, pero evitamos el esfuerzo de servir a quien estuvo en esa cruz para darnos todo. Cuando termines agotado por atender a las personas en el ministerio, cuando llegues a tu casa exhausto por servir en la iglesia o en el grupo de amistad, ríndete delante de tu Señor y bendice el honor de cumplir con tu asignación. Pon tu mirada en Jesús, a quien tanto dices admirar y amar, y dile: “Señor, es un honor servirte, muchas gracias.”
Isaías profetizó la venida de Jesús diciendo que sería como cordero llevado al matadero, que sería azotado, quebrantado, humillado por la rebelión de Su pueblo, que su vida sería ofrendada para expiar el pecado, pero que vería el fruto de esa aflicción y quedaría satisfecho[4]. Su sacrificio no sería en vano. Sigamos el ejemplo de nuestro Señor, no te quejes, enmudece ante la crítica, resiste y agradece el honor de servir al Señor y a tus hermanos. Haz como Él hizo, ya que vio el gozo que el Padre le mostró de salvar a la humanidad y se enfocó en ello, aunque sabía que debía pasar por el dolor del acto de la salvación. Y gracias a ello, fuimos salvos y Él puede ver Su cosecha con satisfacción. En la Palabra dice que cuando alguien se arrepiente hay fiesta en el cielo, ¡y no es para menos, tomando en cuenta el precio que se pagó! Nuestro Señor se regocija cuando aceptas Su invitación y comienzas una nueva vida a Su lado, así como tú te regocijas al ver buenos resultados en tu familia o en tu negocio y sonríes satisfecho porque hiciste un gran sacrificio que está dando fruto.
El Padre nos amó de tal manera que dio a Su familia para salvar a la nuestra; por lo tanto, nosotros nos entregamos con nuestra familia completa para que se salven otras familias. Eso es ser agradecido, es corresponder a Su pasión. El nos salvó por amor, pero se entregó por fe, ya que estaba seguro de Su resurrección y exaltación. A eso se refería cuando habló de que a los tres días podía levantar de nuevo el templo[5]. Si Jesús necesitó fe para entregarse, todos necesitamos fe para los procesos en nuestra vida y para realizarnos en nuestra asignación. La fe sacó a Jesús de la tumba y te sacará a ti de esa tumba del desánimo y del miedo a lograr tu realización. Jesús se sacrificó y produjo abundante fruto, ahora está sentado a la derecha del Padre y Su nombre es sobre todo nombre, para que en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, todos doblen sus rodillas. Reconócelo como tu Señor por salvar tu vida y darte la oportunidad de disfrutarla cumpliendo con tu asignación.
Versículos de Referencia:
[1] Juan 4:31-34 dice: Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
[2] Juan 12:24 explica: De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
[3] Hebreos 12:1-3 explica: Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
[4] Isaías 53: 1-11 habla sobre Jesús: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
[5] Juan 2:19 explica: Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
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