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No desmayes

28 de enero de 2009

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Ahora que estamos iniciando un año, tomaremos de la Palabra el texto que nos relata el inicio de la obra de Dios.  La historia de Adán y Eva nos instruye sobre una actitud correcta frente a los errores cometidos.

El escenario

En Génesis 1:1-2 leemos: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

El proceso de la creación fue estructurado con sabiduría.  La Palabra nos dice que todo estaba desordenado y vacío, tanto como podría estar nuestra vida sin Dios. Él inicia su obra de la nada, proclama sobre todas las cosas para que produzcan y den fruto.  La tierra, el mar, el cielo, todo se pobló de sus criaturas. De la misma forma ha declarado sobre ti y como su hijo, debes producir frutos de gracia.

Génesis1: 28  continúa: Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.

Además de crear todo ser viviente, Dios le aseguró sustento al hombre. Todo alimento viene de las manos del Padre Celestial. Este versículo debe darte la seguridad de que en tu mesa nunca faltará el pan, porque Dios antes de crear al hombre, ya le tenía preparado el alimento.

Génesis 2:8-9 nos dice: Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y salía de Edén un río para regar el huerto y de allí se repartía en cuatro brazos.

La Biblia dice que Dios creó al hombre y le puso en el huerto. Creó el perfecto escenario para su criatura más preciada. Le dio potestad sobre todo y además le dio oportunidad para que desarrollara todo el potencial que tenía dentro. Nota la diferencia: el huerto fue creado para el hombre, no el hombre para el huerto. Dios no creó un ayudante de jardinero, sino a un ser capaz de demostrar sus habilidades.

Además, en Génesis 2:15-17 leemos: Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

Ya en este escenario ideal, le da la oportunidad de ejercitar el dominio propio y la obediencia. Le advierte que puede comer de todo excepto del fruto de dos árboles. Nos sucede igual ahora. En el escenario donde vivimos, hay cosas permitidas y cosas prohibidas. Y precisamente las cosas prohibidas son las que deseamos.  Si sabes que no debes hacer algo, con más ganas lo haces.  Si te advierten de las consecuencias negativas de comer algo picante, tocar algo caliente o parquearte en cierto lugar, ignoras el aviso y haces lo que no debes. Equivocadamente, intentamos educar a nuestros hijos en la obediencia, pero no les damos ejemplo. El ser humano es contradictorio y siempre quiere experimentar lo prohibido.

La debilidad

Génesis 2:21 –23 dice sobre la creación de la mujer: Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.

Imagina la sorpresa de Adán cuando abrió los ojos y vio a la hermosa mujer que salió de su propio cuerpo. Indudablemente se complació y formó con ella la primera pareja sobre la Tierra. Todo iba bien hasta que apareció el enemigo que sedujo a la mujer y la hizo pecar.

Génesis 3:1-6 continúa el relato:  Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

En ese momento el escenario cambia. Adán y Eva caen en desgracia porque se dejan persuadir por la serpiente que desvirtúa las palabras de Dios. Debes estar atento y no cometer el mismo error. Para Dios hay únicamente dos tipos de conductas: la buena y la mala. Pero para el diablo hay conductas buenas que parecen malas y viceversa.  El diablo quiere confundirte y hacerte caer en pecado. Te dice: “no es malo que tomes prestado dinero de caja chica porque si lo haces bien, nadie lo notará; no es malo que tengas relaciones sexuales con tu novia porque la amas y de esa forma se lo expresas”. Pero ten presente que el diablo miente y no debes dejarte seducir. No intentes acomodar lo malo como bueno. La pornografía y los vicios son malos, no hay otra interpretación.

Al igual que a los primeros seres humanos, la desobediencia nos aleja de la inocencia.  La Palabra dice que al verse desnudos sintieron vergüenza y se taparon. Lo que antes era normal se convirtió en incómodo. Entonces Dios busca a Adán y le pregunta porqué se esconde.  Cuando cometes un error no te escondas, reconoce que actuaste de forma indebida y pide perdón. Cierta vez escuché a un predicador decir: “Si Adán se arrepiente y pide perdón, la historia hubiera sido diferente”. Y estoy de acuerdo con él.  Cuando no existe un arrepentimiento genuino, nuestra vida no cambia. Hasta que asumamos la responsabilidad de nuestros actos y dejemos de culpar a otros, lograremos ver un cambio positivo en nuestra situación particular. Reconoce tus faltas y arrepiéntete de corazón. Pedir continuamente perdón por los mismos errores es un signo de poco arrepentimiento. No somos perfectos y muchas veces nos equivocamos, pero si al momento de pedir perdón hacemos el firme propósito de no volver a cometer la misma falta, avanzaremos hacia una existencia más feliz.

Las consecuencias

En Génesis 3:14-19 leeemos cómo Dios decide cuando tú decides. En este caso Adán y Eva decidieron y él también lo hizo: Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.  Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

El Señor tuvo que redefinirles la vida. La maldición de la mujer cayó sobre su cuerpo y la maldición del hombre cayó sobre la tierra donde obtenía el sustento. Hay personas que tropiezan constantemente porque su estilo de vida es contrario a la voluntad de Dios. No puedes tener bendición en pecado. Pecar trae consecuencias.

Génesis 3:22-24  prosigue: Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida,  y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.

Las consecuencias para Adán y Eva fueron muchas, sin embargo no renegaron. El pecado los trasladó de una tierra fructífera a otra difícil.  Adán en su angustia culpó a su mujer, pero luego aceptó su responsabilidad y  juntos siguieron adelante. La relación con Dios cambió. Al salir del  huerto afrontaron nuevas circunstancias de trabajo y sufrimiento, pero tenían la oportunidad de vivir.

Después continuaron las tribulaciones. Tuvieron dos hijos que se pelearon y uno mató al otro por un enojo que pudo arreglarse.  Esta es la primera muerte que se registra en la Biblia. Imagina el dolor de pasar por semejante situación. El pecado nos aleja de la gracia y nos hace perder las oportunidades que Dios tiene para nosotros en el escenario que preparó.

Adán y Eva nos ofrecen una valiosa enseñanza. A pesar de su pecado no renegaron de su situación. No desmayaron y siguieron adelante.  También se recuperaron de la trágica situación que vivieron sus hijos Caín y Abel. Luego vino el tiempo de la restauración. Su tercer hijo, llamado Set, fue el nuevo vínculo con Dios.

Nos guste o no, hay situaciones difíciles que debemos afrontar.  Algunas las provocamos, otras son producto de nuestro ambiente, pero sin importar el origen de lo que vivimos, siempre debemos volvernos hacia Dios y confiar en sus promesas. Cuando pecamos debemos pedir perdón para que nuestro escenario vuelva a ser favorable y podamos avanzar.  Yo vengo de una familia humilde, mis tíos lustraban zapatos en un parque.  Pero decidieron cambiar el escenario de sus vidas, estudiaron y se esforzaron. Uno llegó a ser gobernador de una ciudad de Guatemala  y otro alcanzó un puesto clave de confianza en los negocios de una poderosa familia del país. Ambos llegaron a ser importantes y reconocidos porque supieron cambiar su escenario para bien.

Las promesas

Isaías 41:9-10 Porque yo te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Siembra en tu corazón este versículo de la Biblia. Aunque estés viviendo las consecuencias del pecado o simplemente tu escenario no sea el más prometedor, confía en las promesas de tu Padre Celestial. Toda tribulación es temporal si tu arrepentimiento es sincero. No seas como Adán, Eva y Caín que perdieron el escenario que Dios les había preparado.  Rechaza el fruto prohibido y entrégale tu ser al Señor para que te guarde y sustente todos los días de tu vida.

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