01 de octubre de 2024
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La alegría es algo que debemos aprender a administrar porque hay muchísimas cosas que nos amenazan para perderla. A veces comienzas bien un día y lo terminas mal, a veces lo inicias muy mal, pero lo terminas muy bien y puede ser como un sube y baja de estado de ánimo.
Por eso es importante recordar que amamos a Dios, nos amamos a nosotros mismos y amamos a nuestro prójimo, así cumplimos un mandamiento divino, y aprendemos a querernos un poco más. Si no te amas a ti mismo, será difícil que alguien encuentre una razón para amarte.
Jesús siempre vivió lleno de gozo porque tenía una unción con óleo de alegría.[1] Los niños deseaban estar con Jesús por causa de su gozo. Además, Jesús leía en Isaías, cuando dijo Dios me ha mandado a dar alegría en lugar de espíritu angustiado.
Entonces, la felicidad no depende de los recursos económicos sino de la actitud que decides tener ante la vida, pero hay que aprender a gestionarla. El óleo de gozo viene del Espíritu Santo para sanar las heridas del alma. Jesús amaba la justicia, aborrecía la maldad, pero su cobertura era de júbilo, su blindaje era de alegría y cuando la poseemos, el gozo del señor es nuestra fortaleza.
Cuando viene algo malo, la protección que otorga la fortaleza es de un lugar seguro y a resguardo de los enemigos. Por eso, quien se ama a sí mismo, vive entre esta fortaleza de protección que es el gozo del Señor.[2] Jesús vivió con gozo a pesar del sufrimiento humano y su muerte en la cruz es el mejor ejemplo que nos enseña a manejar bien el fracaso, sin desmayar, sin que se destruya la paz y el gozo.
La amargura viene cuando no se gestiona la crisis en forma adecuada.[3] Debes estar contento con quien eres y amarte a ti mismo, porque si lo haces no deseas ser como los demás, que es el origen de la amargura. Simón, el mago, pensaba que con dinero podía comprar algo que Dios regala gratuitamente a sus hijos, porque Dios sabe dar regalos que no merecemos.
Simón, además de amargarse, tuvo envidia porque deseaba lo que no tenía y lo que era de los demás. Cuando tengas éxito disfrútalo, porque hace crecer tu amor por ti mismo, pero cuando tengas algún fracaso, no te amargues, que eso no te robe la alegría de vivir.[4]
Cuando haces una obra de excelencia puedes ser objeto de la envidia de los demás, Jesús fue entregado por envidia, pero eso no destruyó su gozo. Otra emoción negativa autodestructiva es la codicia.[5] Se nos instruye a no permitir la codicia dentro de nuestra vida, porque tenemos un Dios poderoso que nos dará todas las cosas que le pidamos. Por tanto, no codiciemos ninguno de los bienes de otros, amémonos más para tener con qué amar a nuestro prójimo.
En consecuencia, la felicidad debe cuidarse cada día, pero eres el responsable de protegerla y conservarla dejando toda emoción que sea egoísta y autodestructiva.[6] Por nada debemos estar con afán porque eso se lleva el gozo y la alegría. Actuemos con gentileza, con gratitud y vivamos con peticiones que le creen a Dios por sus promesas, en otras palabras, vivamos llenos de fe, confiados, fuertes, agradecidos, con esperanza y mucho gozo.
Ana, la madre de Samuel, dejó su amargura, la desdicha y su tristeza en el altar, cuando tuvo fe, ella decidió que la respuesta de Dios ya se había cumplido y allí fue liberada de su dolor.[7] Finalmente, conoce a Jesús y participa de su gozo, pues junto a Él aprenderás la verdadera felicidad.
[1]Salmos 45:7 (RVR1960): Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.
[2]Hebreos 12:2 (RVR1960): puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
[3]Hechos 8:9-10 (RVR1960): Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: este es el gran poder de Dios.
[4]Hechos 8:18-23 (RVR1960): Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.
[5]Éxodo 20:17 (RVR1960): No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
[6]Filipenses 2:2-4 (RVR1960): completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
[7]1 Samuel 1:8-18 (RVR1960): Y Ana le respondió diciendo: no, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.
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