08 de junio de 2014
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Sabemos que Dios nos da más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según Su poder que actúa en nosotros. Por ejemplo, si pedimos y oramos por diez unidades de amor y paciencia, seguramente Él nos dará doce unidades, sin regatear. No debemos orar de acuerdo a lo que sentimos, sino de acuerdo a lo que está escrito en la Palabra del Señor. Por lo tanto, acerquémonos con confianza al Señor, quien es perfecto y nos escucha.
Oremos por lo que no nos gusta para poder recibir lo que nos gusta. Es decir, aprendamos a presentarnos delante de Dios con humildad, seguros de que nuestro corazón está limpio de rencor y de dolor, porque Él nos pide que oremos por quienes nos hacen mal, que bendigamos y hagamos el bien a todos y en todo tiempo. Ya que si devuelvo el mal, soy yo quien me convierto en malo y de esa forma no podemos pretender que Él nos escuche. Además, es importante dar amor y respeto, especialmente a nuestro cónyuge, a nuestra familia, y ofrecer perdón a todos. Esas son condiciones indispensables para que nuestra oración sea escuchada.
¿Otra condición es importante para orar eficazmente? Acercarnos con honra al Señor, convencidos de que Él es nuestro Padre, pero también es el Señor de señores, quien merece toda la honra y la gloria, por lo que no podemos pretender aproximarnos a Su trono con las manos vacías. Eso sería menospreciarlo; si incluso en el plano terrenal damos obsequios cuando deseamos quedar bien con alguien, ¿cómo nos rehusaríamos a agradar a nuestro Rey? Eso sería contradictorio a nuestra fe.
Dios es el Señor de todo, de lo ilimitado y si le pides algo que no existe, Él puede crearlo, no dudes. Él pagará por nosotros, nos defenderá y cuidará, por eso, no es necesario devolver mal por mal, al contrario, debemos pedir bendición para la vida de todos, ya que lo que damos es lo que recibiremos, eso es justicia. Debemos dar testimonio del Señor en todo momento, especialmente con nuestras actitudes y comportamiento.
Si alguien pecará de rencor o de malas intenciones, cuidémonos de no ser nosotros, ya que lo que pasa en la tierra se replica en el cielo como si fuera un espejo. Lo que atamos en la tierra es atado en el cielo, no lo olvidemos, así que busquemos siempre el bien. Si busco venganza, mi esencia cambia y tiramos a la basura el milagro de salvación de Jesús. ¡Evita semejante actitud, demuestra que has nacido de nuevo y que valoras lo que el Señor ha hecho por ti!
Nuestras manos están hechas para adorar al Señor y para prodigar amor, no para pelear.
En todo momento, Dios nos habla de honra, amor y respeto a Él, a los padres, a los jefes y a las autoridades. Es determinante enseñar esto a nuestros hijos para que la sociedad mejore. Tenemos el compromiso de educarnos para que Dios cambie nuestro corazón y podamos acercarnos con confianza a alabarle y a pedirle.
Honra en todo momento. Eso agrada a Dios. En la Palabra leemos que Jesús echó de las puertas del templo a quienes vendían cosas dañadas para que se ofrendaran, porque no era justo que se pretendiera agradar al Señor con algo malo o defectuoso, si Él nos da siempre lo mejor. Aprendamos a honrar a Dios con nuestra ofrendas. De esa forma le damos la gloria y el poder. Preséntate delante de tu Señor con las manos y el corazón llenos de ofrenda que lo agrade. Él siempre ha llenado nuestras manos, Él es la fuente de toda provisión para el cuerpo, el alma y el espíritu. Él ha puesto riqueza, abundancia y bendiciones delante de nosotros, así que debemos regresar a Su lado con las manos llenas, dispuestas a darle de lo que hemos cosechado.
Recordemos que para obtener respuesta a nuestras oraciones debemos perdonar a los que nos ofenden, tratar bien a la familia y comprender que nos dirigimos al Rey y Señor, a quien debemos honrar, porque nos ama y nos cuida. Si Dios nunca se olvida de nosotros, nunca olvidemos quién es Él. Vivir con Dios es vivir con respeto, confianza y con el discernimiento de que Él es todopoderoso. Pidámosle que nuestras manos siempre tengan para dar, especialmente a Él, antes que a nada y a nadie. ¡Gracias, Padre por escucharnos y enseñarnos a acercarnos a ti!
Versículos de Referencia:
Lucas 6:28 dice: Bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan.
Romanos 12:17 enseña: No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos.
1 Pedro 3:7 advierte: De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.
Malaquías 1: 6-9 explica: El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos. Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos.
1 Timoteo 2:8 recuerda: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.
Mateo 21:12-14 relata: Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó.
Salmo 96:7-8 aconseja: Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos,?Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la honra debida a su nombre;?Traed ofrendas, y venid a sus atrios.
Éxodo 23:15 advierte: La fiesta de los panes sin levadura guardarás. Siete días comerás los panes sin levadura, como yo te mandé, en el tiempo del mes de Abib, porque en él saliste de Egipto; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías.
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