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Para hacer debo decir

24 de julio de 2014

Tiempo de lectura: 5 minutos

El milagro de sanidad de paralítico que fue presentado delante del Señor por sus amigos nos revela muchas enseñanzas[1], especialmente nos habla de fe. Primero, vemos que Jesús obró el milagro al ver la fe de los amigos. Segundo, vemos que los escribas tomaron como blasfemia las palabras de Jesús al perdonar los pecados del enfermo, cuando realmente eran palabras de fe. Lo mismo sucede ahora, nuestras palabras como creyentes son catalogadas como locuras y tonteras, pero realmente la fe es para mentes superiores, para quienes han encontrado una forma de activar la inteligencia espiritual, esa que poseemos porque, según la Escritura, tenemos la mente de Cristo, la cual no solo entiende sino que también discierne.

Es indispensable que aprendamos esto: no es lo mismo comprender algo que tener discernimiento para interpretarlo y ver más allá del simple concepto. Quien no tiene inteligencia espiritual, no entiende qué pasa cuando un demonio es echado fuera, pero los hijos de Dios tenemos mente natural y mente espiritual. La primera aprende, entiende, resuelve problemas, y la segunda discierne. Hay diferencia, por eso, cuando Jesús hablaba en parábolas, era necesario discernirlas más que entenderlas. Solo la mente espiritual logra discernir por qué Él decía ser el camino, la verdad y la vida; por qué pedía que comieran de Su carne y bebieran de Su sangre.  Así que debemos leer Palabra y pedir discernimiento para fortalecer nuestra fe.

Ahora que ya discernimos esta diferencia, podemos descubrir y maravillarnos de otra verdad espiritual: en el reino de Dios se hace algo al decirlo. ¿Cómo es eso? ¡Claro! Las palabras tienen poder. Dios creó todo el universo con decir que así fuera. Él no tomó algún material o construyó cosas; simplemente dijo que fueran creadas y así sucedió. Lo mismo podemos ver con Jesús, quien obraba milagros solo con decirlos. Al paralítico le dijo que se levantara y así sucedió.

Los fariseos no lo comprendían y lo criticaban, por eso, Jesús les preguntó qué era más fácil, si decir al paralítico que le perdonaba los pecados o decirle que caminara. La respuesta es que para Él era igualmente sencillo decir cualquiera de las dos cosas y provocarlas: perdonar los pecados y hacer el milagro de sanar al enfermo. Lo que Él decía se hacía, en otras palabras, ¡Dios hace al decir, Su Palabra es acción! Y Jesús es la Palabra encarnada, es el Verbo, por lo que no hay nada difícil para Él.

Tu milagro ocurre cuando llegas a creer que es fácil lograrlo porque estás convencido de que Dios lo hará, ya que ¡para Él todo es sencillo! No digas este cáncer es más complicado que el otro, todo es fácil si tienes fe en que el Señor lo hará solamente con decirlo. No importa si necesitas sanidad por una gripe, por leucemia o cualquier otra enfermedad, si Él dice: “Sé sano”, así será.

Jesús dijo que si tenemos fe, todo lo que digamos será hecho[2]. ¡Más claro que eso, imposible! Él sabía que si lo decía así sería porque Su Palabra es acción, por eso nos enseñó a hablar y a orar, porque sabía que nos estaba dando un arma poderosa que debíamos aprender a usar. ¡Usa tu boca para que todo sea hecho! Nada es imposible para quienes creen y proclaman lo que creen.

Otro ejemplo impresionante es el centurión romano, quien discernió a la perfección este principio del Reino. Por eso le aseguró: “Solamente di la palabra, y mi criado sanará”[3]. Esa fue otra expresión de fe que impresionó al Señor. ¿Eres capaz de decir lo mismo que el centurión? Más aún, ¿eres capaz de comprender que tu boca tiene poder si proclamas con fe? Tu confianza en lo que Jesús aseguró debe ser tan profunda que no deberías esperar a que alguien ore por ti. ¡Tú puedes declararte sano y bendecido! ¿Por qué buscas desesperadamente que el pastor ore por ti cuando necesitas algo, si tú puedes provocar esa bendición? Tienes la capacidad, de la misma forma que la has tenido para decirle dos o tres verdades a tu pareja cuando estás enojado. De hecho, en casa deberían orar y declarar todo lo bueno así como han podido decirse palabras ofensivas. Si has sido bueno para hablar lo malo, busca ser excelente para hablar los bueno. Tus labios deben servir solo para bendecir. ¡Cambia tu forma de hablar! No recibirás la bendición que esperas hasta que no cambies tu manera de expresarte. Así funciona el reino de Dios.

Que nuestra herencia al mundo sea una nueva forma de pensar, hablar  y actuar conforme a los principios del reino de Dios. Que nuestra mente natural jamás supere a la mente de Cristo en nosotros. Tu Padre puede sacarte del fuego y de las aguas profundas, ¡confía en Su Palabra! Dile: “Señor, recibe mi corazón y mi vida. Te pido perdón por mi pasado porque yo declaro que ahora nazco de nuevo por tu Espíritu Santo. Está escrito que lo que diga será hecho, tal como Tú haces con tu Palabra. Nada me hará falta porque creo y hablo lo correcto”.

Versículos de Referencia:

1] Marcos 2:1-12 comparte: Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.

[2] Marcos 11:22-24 dice: Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

 

[3] Mateo 8:5-10 relata: Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

 

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