28 de marzo de 2007
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Cuando la unción de Dios está sobre una persona, es transformada en otra. Eso decía el rey Saúl. La unción de Dios es la misma presencia de Dios en tu vida, que no es nada más para traerte paz, gozo, llenarte y hacerte reaccionar con risa o descanso en el espíritu, sino que es el poder que Dios te da para hacer una cosa determinada. Viene el poder de Dios, te llena, te transforma para que recibas una Palabra que tal vez no estabas preparado para recibir. Yo le pido al Señor que hoy haya una unción en tu vida que te haga entender cosas escritas en el cielo que sólo algunos pueden ver.
Si Dios te dijera: “Pide todo lo que quieras y te será concedido”. ¿Qué pensarías? ¿Qué pedirías? Tal vez pedirías para terminar de pagar el enganche del carro o la casa. Tantas peticiones distintas como cabezas distintas hay en este lugar, y Dios escucharía. Hay secretos que Dios guarda que solamente a los amigos se les da. No todos somos iguales, ni todos somos parejos. Algunos creen que se convierten al Señor, no hacen nada comparado con lo que hace el otro y que van a recibir la misma recompensa, eso no es así. Todo mundo tiene derecho a la salvación y entrar al cielo. Pero ya dentro, cada uno toma las diferentes bendiciones. No podemos presentar un evangelio tan sencillo. No es: “Yo recibo al Señor y recibo todo”. Esto no es lo que Dios espera de ti. El guarda ciertos secretos que solamente enseña a sus amigos. Uno de ellos es cómo puedes obtener de Dios todo aquello que quieres. Sólo pensarlo lo deja a uno sin ideas, se imagina dos o tres cosas y ahí para. Pero Dios le dice: “Todo lo que tú quieras, lo puedes tener”.
Vamos a compartir uno de los secretos del reino: Cómo puedes obtener de Dios todo lo que tú quieras.
Juan 15:1 en adelante. Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador, todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitara. Y todo aquel pámpano que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto, ya vosotros estáis limpios por la Palabra que os he hablado.
Comienza a dar instrucciones en ese momento, dice: Permaneced en mí y yo en vosotros, como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Repite otra vez Jesús cómo comenzó al principio: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos y el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto.
Porque separados de mí no llevaréis nada de fruto. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano que se secará. Y los recogen y los echan en el fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho.
Primera parte del secreto: Puedes pedir todo lo que tú quieras y será hecho, siempre y cuando permanezcas en Él y sus palabras permanezcan en ti. Vamos al principio de la historia. Jesús es la vid, el Padre es el labrador y nosotros los pámpanos. Hay dos tipos de pámpanos, el que da fruto y el que no lo da. Hay dos tipos de creyentes. El aceptar a Jesús no necesariamente te hace ser alguien que vaya a dar fruto. Si estás pegado a Él, lo más seguro es que vas a dar fruto, pero los que no van a dar fruto no permanecen ahí. No hay opción para un creyente a no ser una persona fructífera. Hay que tener cuidado porque nos pueden cortar. No se puede llevar una vida acomodada como creyente. Primero, porque vas a obtener algunas cosas, pero no las que deseas. Lo más seguro es que no satisfagan las necesidades de tu corazón. Puedes llegar a tener mucho dinero, pero no estar satisfecho. El llegar al río de Dios y sólo tocar las puntitas, no funciona. El que no da fruto, el Padre lo corta.
Dice: El que no da fruto, el Padre lo corta y lo recogen, lo toman y lo echan al fuego. Pero no es la vid ni el labrador el que hace eso. Son otros que estarán atentos a que no des fruto, y te van a tomar y echar al lugar donde debes estar. Es una realidad.
Yo me ponía a pensar en muchas cosas cuando comencé a venir a la iglesia. Fui uno de los que cuando nos reunimos con el pastor Cash, le dije: “Yo no quiero entrar al río de Dios, no quiero hacer células, llevo 20 años de hacerlo”. Entonces me preguntó qué quería hacer. Yo le dije que Dios me había preparado para ser un conferencista internacional, y eso es lo que quería. Luego me preguntó para qué estaba ahí, y respondí que para que mi familia se quedara en un lugar seguro. El me dejó con mi pensamiento. Cuando me di cuenta, me fui a mi Encuentro, comencé a entender la visión de la iglesia y aquí estoy. Pero al principio, yo decía: “¿Cuál es la necedad del pastor de que uno entre a la célula, a la academia y un montón de cosas?”. Y ahora que entiendo estos secretos, bendigo la vida del pastor Cash y del equipo por esa santa terquedad, de querer involucrar a la gente en el río de Dios, de hacer academia, de enseñarles a desarrollarse.
Dios se muere de las ganas de bendecirte, y te está dando los secretos para que puedas obtener todo lo que tú quieras. Y el primer requisito es que tienes que dar fruto. Cuando se te insiste que te metas al río de Dios, a la academia, es porque todo el deseo de Dios, de los pastores es que tu vida sea bendecida de tal manera que puedas tener todo lo que necesitas. Dejemos al pobre pámpano que lo podaron y echaron fuera. Miremos el que sí dio fruto, lo podan y da más fruto. Ay de aquellos pámpanos que cuando están empezando a dar fruto, los podan y entonces se hacen para atrás.
Viene aquella podada a tu vida que lo que iba a hacer era que dieras más fruto, y te echas para atrás; perdiste la oportunidad de pedir lo que quisieras y que te fuera hecho. ¿Por qué hay que dar fruto? Suponte que te veniste de tu pueblo hace unos 15 años, y te toca regresar a Jutiapa (un pueblo localizado cerca de la ciudad de Guatemala), por ejemplo, y vas a ir donde están tus papás. Tienes años que no los vas a visitar y ahora te va un poquito mejor que cuando veniste, seguro que vas a regresar a tu casa y no vas a ir con las manos vacías diciendo: “vengo a ver qué es lo que me van a dar”. Tú vas a regresar con algo para ellos. Vas a llegar a casa con tu papá o mamá y le vas a traer ofrenda, regalos o frutos, porque vienes a presentarte con gozo por lo que ha sucedido en tu vida, por agradecimiento por el tiempo que te aguantaron ahí con ellos. La situación es cómo regresas.
Es importante que des fruto. ¿Cómo lo das? El secreto para dar fruto está en el versículo 5, donde dice: Yo soy la vid y vosotros los pámpanos, el que permanece en mí éste lleva fruto.
El secreto para dar fruto es que permanezcas en El y que El permanezca en ti. No busques cualquier excusa para no asistir al grupo, a la iglesia, a la célula, a compartir Palabra, a lo que sea. Busca al Señor, deja que El sea uno en ti y la gente empezará a ver tu fruto: cómo hablas diferente, cómo ves diferente, pero es porque El vive en ti. Así decía Pablo: “Ya no vivo yo, sino es Cristo que vive en mí”. El primer secreto es permanecer y dar fruto, eso te va a dar la autoridad para venir delante del Señor a decirle: “Dame lo que quiero y El te lo va a dar”.
Verso 8: En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos.
¿Cómo eres un discípulo de Jesús? ¿Qué requisito tiene una persona para ser una persona de Jesús? Dar mucho fruto. Ese es un verdadero discípulo.
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
El permanecer en Jesús, el que sus palabras permanezcan en nosotros hará que llevemos mucho fruto y esto traerá como parte de algo en tu vida para lo cual has sido preparado desde la fundación del mundo para ser; es gozo de tu vida está en dar fruto. Cuando tienes mucho que hacer, lleno de trabajo y entra una llamada de una tu ovejita diciendo: “Necesito que me aconsejes, lo que tú me digas, eso es lo que voy hacer”. Entonces platicas con él o ella, Dios te da la respuesta que esta persona necesita y ves que su familia es restaurada o su problema se resuelve, dime: ¿Qué cosa se compara con eso en la vida? No hay dinero que te compre ese gozo. Porque ahí dentro de tu corazón hay algo escrito desde que eras una semillita en el estómago de tu mamá que dice que te vas a realizar en gozo cuando des fruto y seas de bendición para otros.
Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros como yo os he amado y nadie tiene mayor amor que este que uno ponga su vida por los amigos.
Si de alguna manera tú puedes mostrarle a Jesús tu corazón y tu deseo de dar fruto es poniendo tu vida por tus amigos. Dar tu tiempo, entregarte a esas personas, saber escucharlos, poder aconsejarlos. No necesitas mucho dinero para poder hacerlo, sino tener la intención en tu corazón. Pero dices: “Yo voy a dar fruto cuando la empresa empiece a vender un millón al año”. Hay que comenzar a dar fruto antes. El fruto se comienza a dar en el momento en que empiezas a dar la vida por tus amigos.
Vosotros soy mis discípulos si hacéis lo que yo os mando. La gente es clasificada delante de Jesús si hace lo que El dice. Jesús dice: “No robarás”. Si no robas, ya tienes un pasito adelante para ser amigo de Jesús. Cuando uno obedece, es clasificado como su amigo. Hay secretos que sólo a los amigos les da.
Ya no los llamaré siervos, porque los siervos no saben lo que hace su Señor, pero os he llamado amigos, pues todas las cosas que oí de mi padre os las he dado a conocer.
Mi Padre dice que pidan lo que quieran que les será concedido. Hay requisitos que cumplir: Dar fruto, permanecer. Nosotros entendemos que cuando reconocemos al Señor como nuestro Señor y Salvador, Dios perdona nuestros pecados, se olvida de lo que pasó atrás y nos trae vida eterna. Nosotros recibimos por gracia la salvación, no porque sea tan barata que se la repartamos a todo mundo. La salvación es tan cara que nadie podría pagarla. Dime con cuánto dinero se puede pagar la sangre del Hijo de Dios; no hay precio. Recibes en el reino muchas cosas por gracia. Jesús dice: Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Siéntete dichoso o dichosa porque entre todas las personas, Dios te ha elegido a ti para que des fruto. Que des mucho fruto, pero que ese fruto que des, permanezca. Cuida el fruto. ¿Cómo la gente verá cómo das fruto como pámpano? En tus actitudes, pues tienen que ser diferentes. Ya no vas a reaccionar de igual manera, porque antes eras muy enojado y ahora eres más tranquilo; en vez de reaccionar como antes, ahora tienes otra actitud. Ya no eres una persona triste, derrotada, sino que las actitudes de tu vida cambiaron. ¿Cómo presentas fruto? Con las acciones en tu vida. ¿Cómo te comportas con tu esposa y esposo que Dios te ha dado? Como sea, es el o la que Dios te dio. ¿Has presentado fruto delante de Dios tratando bien a tu esposo o esposa? Tienes que mostrar frutos de arrepentimiento, y esto se logra sólo cuando Jesús permanece en ti y tú en El.
¿Has sido responsable con el trabajo que Dios te ha dado? ¿Con la empresa que te ha dado? ¿Con el dinero que Dios te provee cada quincena?
¿Cuántas personas has traído a los pies de Jesús? ¿A cuántas personas les ha dado lo que por gracia Dios te ha dado a ti? Yo les testifico lo que ha hecho este mensaje durante la última semana: Entendí que hay secretos que Dios sólo le da a sus amigos. Yo he vivido en la bendición de Dios, pero no me sentía digno de ella. Según yo, tenía que trabajar mucho para que Dios me concediera lo que yo quisiera. En estos 28 años con el Señor, he permanecido. Le decía: “Señor, he dado fruto y el fruto ha permanecido”. Muchas de las personas que llevé al Señor, aún permanecen”. ¿Puedo pedir entonces todo lo que quiera? Y en ese momento se escuchó algo en mi corazón, que empecé a ver algo distinto en mi vida. Funciona de tal manera que mientras mi competencia está cerrando por no tener trabajo, a mí me ha tocado llegar a trabajar a las 5 de la mañana para organizarme con tanto trabajo. Yo me voy al servir al Señor ahora y tengo planificado trabajo por mucho tiempo. Entendí que el fruto que he dado ha permanecido, que no es por mi esfuerzo, sino por la gracia de Dios. Le digo: “Señor, quiero tener una casa nueva, quiero tener 90 células. Señor, bendice a mis hijos”. Y en menos de un año, mi hija que empieza a trabajar como recepcionista, pasa a ser secretaria de Presidencia de una transnacional. Dios concede los deseos de nuestro corazón, pero tienes que dar fruto.
Si hoy no estás en un grupo, ni vas a la academia, si no te estás preparando para ser un discípulo, yo te invito a que te metas a servirle; deja la vida cómoda y comienza a hacer el propósito para el cual fuiste llamado por Dios. Cuando entiendas el concepto del mensaje, pedir ya no es lo más importante, porque ya vas a saber qué pedir. Dirás: “Señor, bendíceme sobreabundantemente porque tenemos que levantar el templo y quiero más que diezmar. Señor, bendíceme para enviar una persona al encuentro que no tiene cómo ir”. Pero el proceso que necesitas es permanecer, dar fruto, que tu fruto permanezca y luego prepárate para pedir todo lo que tú quieras y te será hecho.
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