12 de enero de 2015
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Dios no improvisa, debemos estar conscientes de eso; no hay nada que se le salga de las manos, por lo tanto, tiene total control de tu vida. Talvez en algún momento, frente a alguna situación, pensamos: “¿Qué sucede, acaso esto es un blooper de Dios?”, pero no temas, todo tiene un propósito y lo comprendemos en la medida que caminamos junto a Él y lo buscamos para que nos revele Sus planes. Podemos ver la Biblia como un libro de planes que Dios hizo y cumplió. Por ejemplo, la vida de Jesús estaba planificada desde siempre. En diferentes libros vemos que se revelan hechos de Su venida. En Isaías dice que nacerá de una virgen. En Miqueas dice que nacerá en Belén y en el libro de Zacarías incluso dice que cabalgará sobre un burrito. En la Biblia también vemos planes sobre construcciones, sobre relaciones de padres e hijos, sobre cómo sembrar y cosechar, cómo se debe realizar una boda y cómo se debe tratar a una mujer; también hay planes de gobierno, así que es el mejor libro para planificar el liderazgo. Incluso hay un plan para el diablo, y nosotros ya sabemos qué le ocurrirá. De esta forma podemos comprender que todos somos únicos y que ningún plan de vida es igual.
Imitar a nuestro Padre y planificar es vital, pero no solamente debemos hacer planes, sino que debemos hacerlos con Él, pidiéndole que nos dirija[1]. Nuestro rumbo debe venir del cielo. Los planes nos ayudan a ver claramente hacia dónde queremos ir y qué deseamos lograr, de lo contrario vivimos a la deriva, sin objetivos. Así que debemos ser específicos, saber qué es lo que deseamos, lo que soñamos, lo que se debe cumplir porque Dios ya prometió que lo recibiremos.
Las promesas de nuestro Padre son preciosas y grandes, tanto que tienen la capacidad de hacernos participantes de la naturaleza divina, es decir de hacernos personas que planifican, diligentes, fuertes en nuestra fe, virtuosas y con conocimiento[2]. Por eso es tan importante conocer esa promesas, porque si las ignoramos, ¿cómo daremos rumbo a nuestra vida y lograremos esa participación en la naturaleza divina? Por lo tanto, lo primero es buscar la cercanía de nuestro Padre para que nos revele Sus planes, Sus promesas para nuestra vida, y luego, planificar tomándolas como fundamento. Entonces, verás que tus planes no son naturales sino que son divinos, son invitaciones a ver milagros, prodigios, cosas que no has visto ni oído. Lo que planifiques con base en las promesas de Dios será algo tan grande que no podrás lograrlo solo con tus fuerzas, ya que necesitarás asociarte con Él para lograrlo.
Busca al Señor, tómate el tiempo para escucharlo, para que te revele lo que desea hacer contigo y a través de ti. Él, por medio del Espíritu Santo[3], te dirá qué es lo que debes planificar, cuáles serán tus metas. Luego, tendrás tiempo para pensar el cómo y el cuándo de todo, pero lo primero es descubrir ese “qué” sobrenatural que Dios te presenta como las promesas que tiene para ti. Escríbelas, dibújalas, familiarízate con ellas porque serán tus objetivos a lograr. Toma papel y lápiz, Dios estará allí, en medio de estos, para ayudarte a escribir tus planes.
La revelación vendrá a ti a través de la lectura de Su Palabra, a través de visiones, proféticas, de sueños de bendición. Ya no tendrás más pesadillas sobre persecuciones o muerte porque incluso dormido recibirás promesas del Señor. Tómalas y esfuérzate porque se cumplan. Cuando ya sepas el “qué”, es decir, lo que lograrás, entonces enfócate en el “cómo”. Por ejemplo, si sabemos que deseamos ir a Antigua Guatemala, si ese es nuestro “qué”, podemos decidir que iremos en carro, en camioneta o incluso caminando, pero lo primero es saber a dónde voy.
Dios dice que derramará Su Espíritu sobre toda carne, los hijos verán visiones, los ancianos soñarán sueños[4]. ¡Es tiempo de noches de visiones, de sueños! Prepara tu almohada y dile: “Hoy me hablará Dios”. El Señor muestra Sus promesas y planes para tu vida. Pídele que te los revele con claridad, así como le reveló a Abram que le daría tierra, descendencia, larga vida y buena vejez. Sin duda, nuestro Padre será nuestro escudo y recibiremos grande galardón por escucharlo y obedecerlo[5].
Las promesas del Señor tienen la capacidad de provocar que los gigantes se vean enanos. Si caminamos según lo que Dios nos ha revelado, las dificultades vendrán, pero se verán pequeñitas al lado de nuestra fuerza sobrenatural. Con David sucedió así; todos escucharon la promesa de Saúl de riquezas, la mano de su hija en matrimonio y liberar de tributos a la familia del que venciera a Goliat[6], pero nadie lo creyó y se animó a pelear. Solo David, impulsado por la voluntad de Dios. ¡Las promesas del Señor son tan bellas que nos invitan a luchar hasta obtenerlas! Él siempre ha tenido leche y miel para Sus hijos, siempre ha buscado rodearnos de favor y gracia, por lo tanto, confía, búscalo para que te comparta las bendiciones que tiene para ti y planifica para alcanzarlas. Junto a Él tienes garantía de victoria y de éxito.
[1]Proverbios 16:9 (NBD) asegura: El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor.
[2] 2 Pedro 1:4-5 dice: Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;
[3] Juan 14:26 promete: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
[4] Hechos 2:16-17 explica: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños;
[5] Génesis 15:1 comparte: Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.
[6] 1 Samuel 17:25 relata: Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? El se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel.
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