17 de abril de 2011
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La justicia es un valor importante para Dios, por eso, nos recuerda en Isaías 3:10-11que a los justos les irá bien y los injustos recibirán paga por su obras. Todos, justos e injustos trabajamos y recibiremos el fruto de la obra de nuestras manos.
En Génesis 18:16-31 leemos cómo Abraham “negoció” con Dios para evitar que destruyera la ciudad de Sodoma. Lo primero que vemos es que el Señor reconocía a Abraham como un hombre justo que enseñaría lo bueno y correcto a su descendencia. Eso le mereció la promesa de ser padre de una gran nación, además del privilegio de conocer los planes de Dios y poder interceder por los habitantes de esa ciudad. Cada vez que le enseñas a alguien a ser justo, nuestro Padre se alegra y te haces merecedor de la bendición que ha prometido.
Hace poco, cuando enseñé sobre la obligación que tenemos de servir al Señor sin condiciones, confiados en que Él nos dará justa recompensa, me sentía feliz porque podía ver la sonrisa de Dios, viendo que Sus hijos aprendían sobre la justicia que cambiaría sus vidas. Retoma el camino correcto, reconociendo que Él es justo. Confía en que Él obrará sin condiciones. Si has actuado con justicia, tu recompensa vendrá sin que la pidas.
Además, dedícate a enseñar sobre la justicia a tus hijos, en tu familia, en tu grupo en casa porque de esa forma te haces merecedor de Sus promesas. Dios te bendecirá porque serás de influencia para que otros cambien sus acciones y tomen el camino de la verdad.
En la historia de Abraham, podemos ver que inició una negociación con Dios pidiéndole que perdonara a Sodoma por amor a los justos que vivieran allí. Y el Señor le escuchaba y aceptaba, aunque Abraham poco a poco fue disminuyendo la cantidad de 50 a 10 justos, porque se daba cuenta que realmente no había muchos hombres buenos en esa ciudad. Finalmente, sólo Lot se salvó, pero Dios estaba dispuesto a perdonarlos porque los justos son agradables a Sus ojos. Abraham había encontrado la fórmula para mover el corazón del Padre.
Tomemos esto en cuenta porque un justo provoca salvación para toda una nación. Dios detiene Su ira por amor al justo. Una familia, una empresa, un país se levantarán gracias a los justos que el Señor encuentre allí, así que actuar con justicia es beneficiosos para ti y para quienes te rodean. Un impío, es decir, un hombre soberbio, egoísta e injusto no podrá ser intercesor y es de maldición para su pueblo, por el contrario, un hombre justo es alegría y salvación para los suyos (Proverbios 29:2).
El clamor por justicia es ancestral y ha marcado el historia de la humanidad. En la parábola de la viuda que acude a un juez, vemos que ella insistía por obtener la justicia que deseaba. Tanta fue la necedad que su petición fue atendida por ese “juez” malvado y necio. Entonces Jesús dice que más aún debemos esperar justicia de Dios quien es juez por excelencia y sin duda atenderá a los que le pidan sin desanimarse (Lucas 18:1-8).
El ruego insistente de la viuda es similar a nuestra oración constante. Así que la lección es orar sin desfallecer. Clamar de día y de noche es la fórmula para obtener justicia. Si una viuda colmó la paciencia del juez injusto más aún, tu oración moverá al Señor. Pídele que te enseñe a clamar sin descanso.
La parábola termina preguntando si habrá fe en la tierra porque nos hemos acomodado tanto a soportar un sistema de injusticia, que hemos perdido la esperanza y desconfiamos de todo. La maldad de los hombres nos impide ver la obra del Señor pero actuar así es incorrecto porque nada debe alejarnos de Su presencia y entibiar nuestra fe. La Palabra dice que por la maldad de algunos, el amor de muchos se enfriará.
Cuídate de no perder tus virtudes por obra de los defectos de otros. Aunque alguien te haga daño, continúa siendo noble, humilde y generoso. Rompe la cadena de maldad e inicia una de bondad que contagie a otros. Y recuerda que tu virtud más grande debe ser confiar en Dios quien nunca falla. No seas injusto apartándote de Él por lo que otros te hagan. Ninguna circunstancia o persona debe alejarte de tu Padre quien hará justicia si le demuestras fidelidad.
La fe es nuestro capital más grande. Entrega tu país en Sus manos y verás que todo cambia. Ora, intercede, clama de día y de noche para que haga justicia en nombre de Jesús y nos de la paz que tanto necesitamos.
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