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Por fe y por amor

Por fe y por amor

21 de agosto de 2022

Tiempo de lectura: 4 minutos

Dios está derramando Su Espíritu sobre toda carne, así que no te sorprenda que tus hijos lleguen a profetizar en tu casa y los ancianos tengan sueños.[1] Por muy viejos que seamos, no debemos soñar basados en nuestra expectativa de vida, sino al revés: tener una expectativa de vida basada en nuestros sueños. Nadie es tan viejo como para no vivir un día más, ni tan joven como para garantizar que mañana no morirá. Cuando Elías visitó a la viuda de Sarepta, ella estuvo dispuesta a darle agua, pero no alimento: no quería arriesgarse a que ella y su familia se quedaran sin comer. Sin embargo, él le profetizó si lo alimentaba a él primero, Dios la bendeciría para que ella y todos en su casa comieran durante muchos días.

Debemos temerle a la altivez, a la arrogancia y al orgullo de creer que la carne es más poderosa que una promesa de Dios. Nuestras doce o dieciséis horas de trabajo no son más grandes que el Señor que nos bendice. No debemos permitir que nuestras virtudes —profesión, nivel académico, experiencia laboral, aptitudes o potencial— compitan con Dios. Debemos tener carácter no solo en tiempos de escasez, sino también en tiempos de abundancia para no olvidarnos de la mano que nos provee.

Si Dios bendice incluso a la tierra que nos da alimento,[2] ¿cómo no nos bendecirá a quienes le adoramos? Con Su bendición nunca más seremos avergonzados por nuestros acreedores porque Él restituirá lo que hemos perdido y además añadirá la bendición venidera.[3] Según cómo sembremos en Su reino, así también cosecharemos.[4] Por eso, si deseas ser generoso con Dios asegúrate que nazca de tu corazón y nunca lo veas como una exigencia (porque no lo es). No solo se trata de hacer promesas de fe, sino también de hacerlas con amor.

Cuando leemos los Evangelios podemos ver que Jesús amó a todos y que cada uno sacó provecho de ese amor; sin embargo, son pocos los testimonios que hablan del amor que Él recibió a cambio. En uno de esos testimonios aparece la mujer que le vació un perfume de alto precio.[5] Hubo quien la criticó por usar de esa forma un perfume de trescientos denarios (lo que hoy en día sería el equivalente al salario anual de una persona) y no venderlo para dar el dinero a los pobres.[6] Sin embargo, el Señor se encargó de que nunca se olvidara su generosidad.

¿Cómo es que Jesús no haya dudado del amor de esta mujer y sí del amor del apóstol Pedro,[7] a quien le entregó las llaves del reino? Quizá sea porque muchas veces los menos bendecidos suelen amar mucho más a Dios en comparación de quienes han sido muy bendecidos por Él. Eso ocurre porque no todos están acostumbrados a honrarle con un corazón alegre y sobre todo lleno de amor.

Si le harás una promesa de fe a Dios, piensa bien en lo que le pedirás cosechar a partir de la siembra que hagas; pero, sobre todo, asegúrate de no solo cumplir esa promesa con fe, sino también con todo el amor que Él merece recibir de Sus hijos.


[1] Joel 2:28-29: Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.

[2] Joel 2:21: Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas.

[3] Joel 2:23-25: Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.

[4] Corintios 9:5-6: Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra. Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. 

[5] Marcos 14:3-9: Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.

[6] Juan 12:5-8: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.

[7] Juan 21:15-17: Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

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