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¿Por qué piensas que no tienes?

¿Por qué piensas que no tienes?

04 de abril de 2016

Tiempo de lectura: 7 minutos

¿Por qué piensas que no tienes?

Renueva tu pensamiento porque nuestro Padre nos da todo en abundancia.

La Palabra nos comparte un pasaje sobre el ministerio de Jesús que me ha impactado. Luego de predicar y obrar la multiplicación de los panes para dar de comer a cuatro mil hombres, Jesús se fue con los discípulos, pero al llegar al otro lugar, ellos ¡se dieron cuenta de que no llevaban pan![1] Muchos nos hemos sentido terriblemente mal porque olvidamos llevar algo importante. ¿Has vivido algo similar? Lo sorprendente es que Jesús los cuestionó por algo que ellos solamente habían pensado: que no tenían pan. Muchas veces venimos delante del Señor con esa actitud de escasez. Decimos que no tenemos esto y lo otro, que nos falta acá y allá, cuando realmente, por fe, debemos pensar que sí tenemos y en abundancia. ¿Te ha sucedido que a veces buscas lo que tienes en la mano? Andas como loco buscando los lentes que tienes puestos o preguntas por el celular que estás usando en ese momento. Dices que no tienes lo que realmente sí tienes y no has notado. Lo mismo sucede cuando llevamos oraciones delante del Señor pidiendo por lo que nos hace falta: el dinero para levantar nuestro negocio, la salud para algún hijo enfermo o la restauración del matrimonio, sin darnos cuenta de que ya lo tenemos en el nombre de Jesús. ¡No pienses que no tienes, piensa que ya lo has recibido y así será! Recordemos que el Señor tiene poder para proveerte sobrenaturalmente. Reflexionemos sobre cuatro verdades específicas para activar nuestra fe y decir: “Sí tengo”.

La primera verdad es que Jesús siempre puede resolver nuestro problema de mejor manera. Cierta vez, en una congreso al que me invitaron a predicar, minutos antes de que me presentaran, sentí la urgente necesidad de ir al baño. Todo estuvo bien hasta el momento que intenté salir del baño y la puerta no abría. Luego de unos minutos de mover el seguro para la izquierda, la derecha, arriba y abajo, la puerta no habría, así que entré en pánico. Tanto así, que me subí al lavamanos y comencé a patear la puerta pidiendo auxilio, hasta que una persona se acercó y me dijo: “Has probado jalar el seguro?” Muchas veces actuamos con desesperación, cuando Jesús tiene la sencilla y efectiva solución. ¿Has probado jalar el seguro de esa situación te que preocupa? Talvez estás empujando el problema de tu familia a la derecha y a la izquierda, pero lo que te hace falta es levantar las manos al cielo y pedir la ayuda de Jesús, quien tiene una forma más fácil de arreglarlo. En ese desierto, cuando vieron que no llevaban pan, los discípulos estaban angustiados, cuando recién habían visto que Jesús podía obtener el alimento sin dificultad.

Cuando la mujer samaritana conversó con Jesús, vemos que ella había intentado cinco veces solucionar su situación de abandono, su carencia de afecto, porque había tenido cinco maridos, pero no había probado buscar a Jesús para que Él lo solucionara. Claro que ella no lo conocía y cuando lo conoció, su vida cambió[2]. A veces nos hacemos la pregunta que ella se hizo, cuestionamos si Jesús es mayor que todo lo que conocemos, mayor que la medicina para curar nuestra enfermedad, mayor que el dinero para proveernos, mayor que la droga de la que dependemos, y en efecto, te aseguro que sin duda, ¡Jesús es mayor que todo eso y tiene la mejor solución para tu dificultad!

La segunda verdad que debemos recordar para fortalecer nuestra fe en que tenemos cuanto necesitamos es que nuestros recursos son más valiosos en manos de Jesús. En el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús tomó lo poco que había, dio gracias a Dios y proveyó en abundancia[3]. Todo se multiplica en Sus manos. ¿Has estado en alguna situación en la que desearías que los recursos se multipliquen? Cuando estamos recién casados y nos toca proveernos, buscamos que todo abunde. Nos bañamos con poquito champú, racionamos el agua caliente y ponemos bombillas que economizan energía. Quisiéramos que el Señor tome todos nuestros recursos y los multiplique. Por lo menos a mí me sucedió. Reflexionemos que en todo momento, Él nos pregunta qué tenemos, sea mucho o poco, porque desea hacer que abunde. ¿Qué has dejado de poner en las manos de Dios, tu negocio, tu familia, tu matrimonio? ¡Todo será más pleno y estará mejor en las manos de Jesús! Abraham, padre de multitudes, dejó en manos de Dios la posibilidad de tener descendencia y un hijo fue suficiente para hacer realidad esa promesa.

La tercera verdad es que incluso sobrará de esa abundancia. Nos sucedió en un grupo de amistad donde no teníamos mucho dinero para comprar la refacción. Ajustamos con fichas para pedir pizza y al llegar la orden, no nos la cobraron porque el pedido superó el límite de tiempo de entrega. Así que alcanzó para todos y no pagamos un centavo. Si Dios tiene cuidado de esas cosas tan sencillas, ¿cómo no tendrá cuidado de ti y de tu familia? ¡En tu vida sobrarán recursos, todo abundará! Jesús quiere que tengamos una vida plena, por lo que hará mucho más de lo que pides. ¿Estás pidiendo una casa para tus hijos, pides medio de transporte? Verás que te sorprenderá, recibirás más de lo que imaginas. En la multiplicación de los panes, imagina que comieron 4 mil hombres y quedaron satisfechos. ¿Cuál es tu situación? Seguro necesitas multiplicación en alguna área así que cree, porque te aseguro que quedarás satisfecho y sobrará.

La cuarta verdad que debemos recordar es que Jesús nos ama sin medida[4]. El milagro de la multiplicación de los panes inició con la frase: “Tengo compasión de ellos”. Si nosotros, siendo humanos con errores, recibimos a Jesús para salvación, si el Padre no escatimó a Su Hijo, lo más preciado, cuando estábamos en esa condición de pecado[5], ¿cómo no nos amará y bendecirá con todo lo que pedimos ahora que le hemos entregado nuestra vida y buscamos obedecerle? ¡Claro que lo hará, porque somos Sus amados!, tal como Lázaro[6]. Levanta las manos y dile: “Señor, esta persona que Tú amas necesita de ti, necesita Tu bendición, necesita Tus milagros”. No se trata de manipularlo y aprovecharnos de Su amor, se trata de operar de acuerdo a nuestra fe y convicción de Su deseo por bendecirnos. Eleva tu nivel de fe para que cuando Jesús te pregunté: “¿Por qué crees que no tienes?”, tú puedas responder: “Yo sí creo que tengo, porque sé que Tú me amas, que tienes una mejor solución para mi problema; yo sí creo que tengo porque sé que mis recursos abundarán en Tus manos, quedaré saciado y sobrará, porque Tu amor es más poderoso que cualquiera de mis necesidades.”

[1] Mateo 16:5-9 comparte: Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan. Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis?

[2] Juan 4:9-19 dice: La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

[3] Mateo 15:32-39 relata: Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande? Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. Y mandó a la multitud que se recostase en tierra. Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala.

[4] Efesios 3:18-21 asegura: Espero que puedan comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su amor. Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios. Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros. ¡Gloria a él en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones desde hoy y para siempre! Amén

[5] Romanos 8:32 asegura: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

[6] Juan 11:1-3 enseña: Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos. Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.

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