19 de octubre de 2010
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No existen matrimonios perfectos, solamente parejas que desean relaciones correctas. La palabra en Hebreos 13:4 dice “Tened alta estima acerca del matrimonio” y por asociación, en la familia. Los jóvenes son apasionados pero no es lo mismo tener novio que vivir con esa persona el resto de la vida. Dios te dio a tu esposo e hijos y nadie puede quitártelos. Es tu derecho establecer tu hogar y cuidarlo.
Lo que la sociedad enseña sobre el matrimonio es inestable. Por el contrario, Dios es estabilidad que genera confianza. Él quiere que tengas un matrimonio sólido y exitoso, lleno de satisfacciones y logros.
El tercer elemento en el matrimonio es la confianza. Debes creer completamente, no a medias. Cuando Cash y yo éramos novios aprendimos a confiar mutuamente. Una relación que pierde la confianza, pierde todo porque el temor es un mal consejero que no te deja vivir tranquilo. Dios no nos ha dado espíritu de temor y cobardía sino de amor, dominio propio y poder. Siempre debemos hablar con la verdad y actuar con amor.
Todo matrimonio pasa por diferentes etapas. Cada una con sus dudas y conflictos por resolver. Para lograr superarlas necesitamos la ayuda del Señor.
La primera es la del amor joven de los dos años iniciales. Se responde las preguntas: ¿Pueden dos personas independientes llegar a ser una?, ¿quién manda?, ¿tu cerebro afecta tu experiencia sexual? La primera prueba a superar es la acomodación de dos personalidades y herencias diferentes. Esta etapa se caracteriza por el entusiasmo y excitación, es un ciclo de aventura. Las personas que han vivido dos o tres divorcios, generalmente se estancan en esta etapa, sólo les gusta el amor joven y no son capaces de fortalecer una relación perdurable.
La segunda etapa es la del amor realista de los tres a los diez años de matrimonio. Las preguntas a responder en esta etapa son: ¿Puedes seguir enamorado con la realidad que se impone?, ¿puedes escribir un nuevo contrato matrimonial?, ¿se puede edificar un matrimonio a prueba de niños? Debemos enfrentar la realidad que supera a la fantasía de los primeros años. También nacen los hijos y se comienza a lidiar con el conflicto que implica dividir la atención entre el cónyuge y ellos. Nuestra pareja merece un lugar privilegiado por sobre los hijos, el trabajo o los pasatiempos favoritos.
La tercera etapa es la del amor confortable entre los once y veinticinco años de matrimonio. Las preguntas a responder son: ¿Puedes mantener tu identidad individual en el matrimonio?, ¿puedes resistir el síndrome de ahora o nunca?, ¿puedes perdonar?, ¿está preparado para las pérdidas?, ¿quién manda, el adolescente, el esposo o tú?, ¿pueden satisfacer su necesidad de intimidad? El síndrome de ahora o nunca es clave en esta etapa donde la relación se cuestiona y muchas veces surge la frustración que conlleva al divorcio. Equivocadamente se piensa: “voy a intentarlo de nuevo con otra persona, seguramente lo lograré”.
La cuarta etapa es la del amor renovado de los veinte y seis a los treinta y cinco años de matrimonio. Sus cuestionamientos son: ¿Pueden sobreponerse a las flechas y dardos de la fortuna?, ¿pueden ser compañeros?, ¿es posible recuperarse del dolor por las pérdidas de esta época? La pareja de nuevo se queda sola, redescubriendo su afinidad y aprendiendo a disfrutar el tiempo juntos.
La quinta etapa es la del amor trascendente de los treinta y seis años de matrimonio en adelante. Las preguntas que deben responderse son: ¿Será la jubilación una gracia o una desgracia?, ¿pueden renovar la intimidad?, ¿pueden lograr perspectiva trascendente?, ¿pueden asumir la vida que Dios les ha dado? Los años que te quedan son los que tienes para disfrutar de tu pareja.
El matrimonio es una carrera preciosa aunque difícil y es voluntad de Dios que permanezcas casado, seas fiel a tu pareja y a tu iglesia. Pídele al Señor que te ayude a amar incondicionalmente, que el amor en tu matrimonio crezca y se fortalezca. Aprendan a superar juntos las etapas de su relación y avanzar hacia la vida plena que nuestro Señor tiene diseñada. Pídele que te ayude a creer en la autoridad de tu casa, que te enseñe sobre el compromiso y la estabilidad para construir un matrimonio sólido que sea la base de una familia feliz.
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