28 de julio de 2019
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Nadie sabe lo que tiene hasta que aparece la necesidad. A un niño estadounidense le gustaba coleccionar tenis. Cuando sus papás decidieron ya no comprarle más, tuvo el ingenio de comprar y revender tenis a través de internet y redes sociales. ¡Fue tanto su éxito que se hizo millonario! La escasez de los zapatos que tanto le gustaban fue lo que provocó su éxito. Podemos quejarnos de nuestra situación actual, o bien, verla como la oportunidad para crear algo nuevo. ¿Cuál prefieres?
En nosotros está la capacidad de producir, solo debemos descubrirla. Muchas veces esperamos a que llegue la necesidad para descubrir esa habilidad, pero no es necesario esperar a que eso ocurra. Lo único que necesitamos es tener la voluntad de poner al servicio de los demás eso que Dios puso dentro de nosotros. Hazte estas preguntas: ¿Qué vas a producir? ¿A quién se lo vas a ofrecer? Esto beneficiará a ti y a las personas que te rodean.
Es tiempo de reinventarse. Conozco la historia de una mujer que es traductor jurado pero luego de un momento de necesidad se dedicó a cocinar pasteles para venderlos. Le fue tan bien que ahora se dedica más a la repostería que a la traducción. La necesidad activó su creatividad para producir.
Hay enemigos que nos estorban para que no seamos productivos y aprender a identificarlos es importante para vencerlos. Uno de ellos somos nosotros mismos: nuestros hábitos, costumbres y pensamientos pueden sabotear nuestra capacidad de producir.
Conozco a una pareja de profesionales que estaban pasando un momento de escasez. Lejos de bajar los brazos, ellos decidieron ser creativos y salir de esa situación. Así es como iniciaron un negocio con dispensadores de chicles. En medio de la adversidad solemos dejar que nuestro sistema emocional determine lo que pensamos, pero es en esos momentos en donde más debemos pensar alineados a la Palabra de Dios.
Otro enemigo de la productividad es nuestro entorno, las personas que nos rodean, esos que con menosprecio o una palabra negativa dañan nuestro potencial. Todos hemos caído en el error de criticar los sueños y aspiraciones de otra persona. Cuando le hablamos a nuestros hijos de escasez y les decimos: “No puedo comprar eso porque está muy caro”, ellos adoptan una mentalidad de carencia y asocian la obtención de bienes materiales con la cantidad de recursos que tienen, en vez de pensar que para lograr cualquier cosa se necesita voluntad, esfuerzo.
Dios le dio la capacidad de producir a todos los seres que Él creó.[1] Por eso no podemos poner como excusa que no tenemos con qué producir. Todos experimentamos batallas cuando producimos, el enemigo quiere arrebatarnos la Palabra que el Señor nos da[2] y que nos hace producir. La persecución, la aflicción[3] y el afán[4] también pueden disminuir nuestra capacidad de producción. Pero todo esto puede ser contrarrestado cuando oímos, entendemos y aplicamos la Palabra.[5]
¿Qué tan buena tierra somos? Esto lo define el fruto que damos. Cada vez que llegue una Palabra a nuestra vida, no solo debemos protegerla. Si cada versículo que Dios nos da produce fruto, Él mandará más. ¡Esto significa ser buena tierra! Para producir más debemos enfocarnos en mejorar a otros, ofrecer más de lo que hemos recibido, trabajar en todo momento, descansar en el momento que lo amerite y estar dispuesto a morir. Si hacemos esto, Dios nos dará la producción más grande de nuestra vida. ¡Es tiempo de producir!
[1] Genesis 1:11-12: Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.
[2] Mateo 13:19: Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
[3]Mateo 13:20-21: Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
[4] Mateo 13:22: El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
[5] Mateo 13:23: Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
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