15 de octubre de 2011
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El Señor nos ama porque somos Sus hijos y si nos alejamos, siempre buscará la forma de restaurar nuestra relación con Él. Lo vemos en la Palabra con Adán y Eva, luego del diluvio con Noé y su familia; después, con Moisés, y más tarde, a través de los profetas. Especialmente en el libro del profeta Malaquías leemos cómo Dios argumenta con un grupo de líderes cuyo corazón se había enfriado. Realmente estaban cansados y decaídos, tanto que ¡no le encontraban sentido al servicio! El resentimiento y la amargura se había apoderado de ellos y decían que no valía la pena obedecer Sus mandamientos1. ¡Imagina cómo estaría de triste el corazón de Dios!
Esta gente escogida le servía y adoraba, pero hubo cinco elementos que los alejaron del Señor. Primero, desobedecieron; segundo, pecaron, lo que es peor porque se rebelaron. Tercero, se desmotivaron, es decir que en algún momento abrieron la puerta a la inconformidad, como sucede a veces en la iglesia cuando las personas se cansan y dicen: “Tanto que me esfuerzo y nadie me agradece, en el grupo que organizo en casa lo preparo todo y nadie puede ayudarme tan sólo a recoger las sillas”. La cuarta razón por la que se alejaron fue la infidelidad hacia sus esposas, y la quinta razón fue el dinero, ya que no supieron administrarlo, no le cumplían al Señor con sus diezmos y ofrendas. Estas razones limitan nuestro gusto y anhelo por servir a Dios y dedicarnos a Su obra, así que debemos evitarlas.
Mientras un grupo se rebeló, había otro grupo que continuaba adorando y respetando a Dios quien se alegró porque estaban enfocados y servían, tal como Él desea. Y lo que esa buena actitud provocó fue que ¡el Señor los recordaba como hijos predilectos! Esa es una gran promesa ya que nuestro Padre llamará por su nombre a quienes le sirvan, amen y respeten sin importar las circunstancias. Al servir a Dios logras que tu nombre sea anotado con tinta indeleble en el libro donde siempre te recordará. Él pensará en ti como alguien que le honra con todo el corazón. Además, las promesas continúan porque Dios asegura que el grupo rebelde regresará a Él y serán de nuevo Su tesoro especial2.
Si ya sirves al Señor, eres especial tesoro y Él te cuida, no lo dudes. Pero si te has alejado de Su lado, no tengas miedo, búscale de nuevo y vuelve a servirle porque de esa forma te aseguras un lugar junto a Él. Recuerda que un hijo que vuelve siempre es bienvenido. El Señor me asombra porque tiene amnesia del pasado de las personas que le piden perdón. Él no es rencoroso, si clamaste misericordia, te recibe con los brazos abiertos. Dios siempre te espera porque te ama.
Si te has enfriado, debes volver y sentir de nuevo esa adrenalina espiritual que te renueva cuando sirves en la iglesia y te dedicas a Su obra. No hay nada más gratificante que ver a los pies de Cristo a esas personas por quienes has trabajado y te has desvelado. Al final de un día dedicado al Señor, te acuestas sonriendo y puedes decirle: “Misión cumplida Padre, somos un gran equipo”. No te desanimes, Dios está en la lucha contigo y te respaldará en todo lo que hagas en Su nombre. Lo único que debes hacer es entregarle tus esfuerzos y ser obediente para ver Su obra cumplida.
Deja de resistirte porque al final, Él te alcanzará. Entrégale tu corazón para que lo llene de esa paz que viene de la seguridad de hacer lo correcto. Él te conoce por nombre y cumplirá Su promesa de que tú y tu familia serán salvos y prósperos. Pídele que restaure tu corazón si se ha endurecido y te regale nuevas fuerzas para dedicarte por completo a servirle. Si no regresas a Él porque te da pena, piensa que el orgullo no engorda, así que trágatelo y pide perdón porque tu Padre te espera con los brazos abiertos.
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